7. El Príncipe Renuente

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Charis sintió que había tenido algunos progresos, aunque seguía tropezando durante los giros, y pisando los delicados pies de Sam mientras esta le enseñaba a bailar.

Hubieron de parar cuando Charis le suplicó hacerlo, empezando a sentirse apenada.

—¿Ya estás cansada, cariño? —preguntó Sam, toda inocencia.

—No. Es solo que si seguimos no te quedarán pies que Roel pueda pisar cuando bailen juntos en su propia boda.

—¡Sólo fueron cuatro veces! Y yo te he pisado dos. Lo siento, es mi primera vez bailando como el varón. Quizá si trajera para ti a un maestro... Estoy segura de que puedo conseguir a alguien que-...

—En absoluto. Con esto será suficiente. No seré la mejor bailarina, pero al menos no tendré que quedarme sentada toda la noche.

Al separarse, Sam retuvo sus manos en las suyas y tiró de ellas con afecto, acariciando sus nudillos.

—Te verás tan hermosa en ese vestido que no te dejarán sentarte en toda la noche.

La puerta del cuarto se abrió de pronto, luego de un ligero golpeteo, y de que Sam diera al repentino huésped la venia para entrar.

Heu... Sami, la fleuriste est à la-... Ah, Charis... e-estabas aquí todavía.

—¡Ah, la florista! —exclamó Sam—. ¡Tienes que ver los centros de mesa que mandé hacer! Le pediré que me deje una muestra. Pero antes, Jesse, cariño, ¡tienes una misión! —Sam fue hacia la puerta y de regreso en un trote, trayendo de la mano a su sobrino—. Practica vals con Charis. Cuando regrese quiero que me muestren el progreso. ¡No tardo!

Desde cada uno de sus respectivos lugares, después de que Sam abandonó la estancia, se contemplaron el uno al otro.

Charis se encogió de hombros con una sonrisa avergonzada:

—Intentaré... no pisarte demasiado.

Jesse se rio con pocas fuerzas, y luego, tras una vacilación, avanzó y ambos se reunieron en el centro de la habitación mayestática de Sam y se detuvieron el uno frente al otro sin reaccionar por algunos instantes, durante los cuales se dirigieron y hurtaron la mirada una y otra vez.

Él alargó una mano en su dirección y Charis la tomó.

—No soy un buen maestro, pero... vamos a intentarlo.

—Sam ya me explicó la mayoría de los pasos. Solo necesito algo de práctica.

—Es un buen inicio.

La siguiente canción en la lista de reproducción comenzó a sonar, y una vez en posición, comenzaron a mecerse al ritmo de la música, primero suavemente, intentando acompasarse.

—Veamos... ¿qué te enseñó Sam?

—Es un patrón cuadrangular —recordó Charis—. Pie derecho atrás, izquierdo al costado. Pie derecho a pie izquierdo. Izquierdo adelante, derecho a un costado, pie izquierdo a pie derecho... Creo que lo dije bien. Lo difícil es recordarlo a la hora de hacerlos.

—Demasiado complicado... Intenta recordarlo así: paso atrás, paso al costado y cierre. Paso adelante, paso al costado y cierre. No necesitas aprender el orden de los pasos, ni qué pie ejecuta cada uno. Todo lo que tienes que saber es que siempre inicias con el pie derecho atrás, y el resto es consecutivo.

—Mucho más fácil —se sorprendió Charis.

—Así lo aprendí yo. ¿Qué más?

—El varón guía. Es decir, la chica se deja guiar. —Charis levantó las cejas—. Sexista.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora