Creyó escuchar voces alrededor, pero no estaba segura. No las comprendía. El resto de sus sentidos permanecieron adormecidos el tiempo suficiente para permitirle concentrarse en el retorno de su consciencia y en los recuerdos previos.
Y la imagen negra a su alrededor, el olor del polvo y la humedad, junto con el choque de sus miembros encogidos y entumecidos contra las paredes del reducido espacio en que se hallaba al momento de perder la noción de sí misma la obligaron a abrir los ojos y espabilar.
No obstante, el paisaje a su alrededor era diferente a aquel que recordaba de sus últimos momentos consciente. Estaba nuevamente en la habitación en que habían permanecido esos días y sintió que volvía a respirar. No obstante, la sensación pegajosa de las telarañas contra la piel, del polvo metiéndose entre su ropa y los insectos haciendo crujir las partículas de tierra bajo sus pies en la oscuridad regresó vívida a su memoria y sufrió espasmos y una urgencia desesperante por rascarse todo el cuerpo para librarse de ella.
Miró a su alrededor, girando sobre su sitio y se percató de que mientras que el frío del suelo duro de concreto se filtraba por la tela de la ropa hacia sus piernas, la parte superior de su cuerpo se hallaba elevada y sobre una superficie cálida. Y al levantar la vista se encontró mirando al único otro rostro de la habitación. Les habían dejado solos nuevamente.
—Jess... —jadeó, intentando levantarse, y se percató recién ahí de que estaba recostada sobre sus piernas, aún en el suelo mientras él la acunaba con uno solo de los brazos, transmitiéndole cuán poco calor albergaba su cuerpo para mantener a raya el frío del piso.
—¿Estás bien? —preguntó él; apenas audible. Se oía jadeante y exhausto—. Te desmayaste.
—¿En dónde... está ese hombre?
—Se ha ido por ahora. ¿Tienes frío? Quería moverte a un lugar más cálido, pero...
Charis se irguió en el piso y se llevó una mano a la cabeza. La sentía pesada y sus sentidos estaban abotargados todavía. Al apoyarse sobre uno de los brazos sintió un dolor punzante encima del codo.
—Cuidado. Estás lastimada —le dijo Jesse, y la ayudó a terminar de enderezarse—. La quemadura en tu-... Sobre tu pecho. ¿Te... duele?
Ella posó una mano sobre la lesión. Apenas comenzaba a recuperar la sensación en su cuerpo, pero bastó que Jesse lo mencionase para percatarse de que le dolía. Todavía podía sentir la impresión de los dedos de su verdugo en el lado contrario del pecho y se abrazó a sí misma, sintiéndose humillada y sucia al recordarlo.
—Lo siento —susurró Jesse—. Lamento... que te haya tocado. Lo siento mucho... Debí haber-... Yo debí-...
—No hablemos de eso, por favor.
—Lo siento...
Parecía que su voz salía con una inusitada dificultad por su garganta. No eran más que susurridos, y comenzó a sentirse cada vez más inquieta. Desde el momento de ser arrojada dentro de la escotilla hasta ese instante preciso no había sido consciente de nada de lo que ocurría afuera. En especial luego de desmayarse. Charis terminó de erguirse y viró para poder mirarlo:
—¿Tú estás bien?
Jesse se limitó a asentir. Pero Charis no pasó por alto su afán por mantener oculto uno de los lados de su cuerpo, y un presentimiento la conminó a alargar la mano y atrapar su hombro para obligarlo a girar el cuerpo. Encontró la tela clara de la manga de su chaqueta salpicada de rojo brillante y su dificultad para mover la extremidad fue evidente en cuanto él hizo por volver a alejarse de ella.
ESTÁS LEYENDO
Monochrome | TRILOGÍA COMPLETA
ChickLitEl viejo hospital Saint John alberga el recuerdo más negro de Charis. Charis ha abandonado la ciudad y regresado a Sansnom, su pueblo natal, para reconciliarse con su pasado, y se ha reencontrado con Daniel, su mejor amigo de la infancia, quien ejer...