8. Giro de Eventos

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Conforme ataba cabos en su cabeza, el tacón de su zapato se hundía más y más a fondo en el acelerador. No tenía sentido... Lo último que supo de Daniel fue que iría a hablar con Jesse. ¿Qué demonios había ocurrido?

Ojalá no le hubiese cortado la llamada a Torrance de esa manera dada la prisa por acudir con Daniel, y así al menos tendría una pista.

Charis apretó los labios en cuanto la siniestra figura cuadrada del Saint John emergió en la oscuridad, reavivando los escalofríos de siempre, como una corriente helada por su espalda.

No entró al aparcamiento; dejó su auto en la acera, y avanzó hacia el hospital dando tumbos a causa de la debilidad de sus rodillas. Fue allí que la primera pista de lo que estaba ocurriendo saltó ante sus ojos: El Toyota Tercel verde de Daniel estaba allí, aparcado diagonalmente en doble fila. Tenía una gran abolladura en la parte frontal derecha, y la pintura estaba malograda, repleta de virutas a punto de desprenderse.

Algo se estrujó en el pecho de Charis y las piernas le temblaron más violentamente. Se hubiese esperado cualquier tipo de accidente de parte de Daniel, pero jamás un accidente automovilístico; no considerando lo cuidadoso —y por demás, lento— que era para conducir.

Empezó a dar zancadas rumbo a la entrada. Por el camino, uno de sus pies perdió el balance sobre el tacón y su tobillo se torció dolorosamente hacia un costado, pero sus emociones frenéticas no le permitieron sentir nada. Recuperó el equilibrio después de trastabillar, y siguió andando hasta tocar la puerta con la punta de los dedos para luego arrojarla fuera de su camino con todas sus fuerzas.


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Después de cinco largos años de prueba y error aprendiendo a interpretar incluso las expresiones más sutiles de su rostro, Daniel ya no precisaba de mirar a los ojos de Jesse para poder leer incluso sus silencios.

Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora