• Libro II - Matices de Gris •

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• PREFACIO •

Se irguió sobre uno de los codos, respirando agitado y con los ojos en lágrimas.

Ese sueño se había repetido muchas veces a lo largo de esos ocho años, pero nunca tan vívido. Y cuando la bruma de su abrupto despertar se disipó y dio cabida a pensamientos algo más nítidos, comenzó a preguntarse si ese cambio significaba algo. Si tenía que ver con lo sucedido durante los últimos días.

Buscó por inercia su móvil en su mesa de noche. Tardó algunos instantes en caer en cuenta de que ya no lo tenía. Ahora yacía inutilizable en el cajón, en espera de que consiguiera otro para recuperar lo único que era recuperable a esas alturas. La tarjeta SIM con su número.

Se percató entonces de que entraba todavía algo de claridad por la ventana. Entonces, ¿por qué sentía haber dormido tanto?

Abrió el cajón y hurgó allí en busca de un viejo reloj que nunca se había puesto y el cual, milagrosamente, todavía funcionaba. Casi dio un tumbo al erguirse de golpe en cuanto se fijó en la hora. Eran casi las seis de la mañana. Había dormido toda la noche.

Contuvo el impulso de levantarse de un salto cuando recordó de pronto que no entraría a trabajar sino hasta el lunes, y tras esa fatídica realización volvió a dejarse caer de espaldas sobre su cama, con un respiro exhausto.

Por primera vez, no quería volver al trabajo. ¿Con qué clase de panorama se encontraría?

Creería que después de algunos días el peligro ya habría pasado, pero no se podía estar seguro. No lo estaría sino hasta cerciorarse por su propia cuenta, aunque tuviera que moverse oculto por los rincones. Y determinó que haría justo eso.

No obstante, al momento de levantarse con ese propósito, recordó algo más que lo frenó sobre sus pies. Algo en lo que no se había detenido a pensar desde la noche anterior, cuando había abandonado el apartamento desbaratado de ella para retornar al suyo.

—Charis...

—Charis

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Monochrome | TRILOGÍA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora