Después de que Charis se hubiese levantado y marchado del sitio junto a él, Daniel se quedó dormitando. El sueño parecía querer vencerlo y lo obligaba a cerrar los ojos por periodos de tiempo que no tenía del todo claros. Pero pese a todas las veces que debió claudicar, parecía que el tiempo no transcurría. Así, la mañana llegó sin que se diera cuenta.
Se animó por primera vez a mirar el sitio a su lado y se encontró nada más que con la silueta de Charis impresa en las arrugas de la sábana.
Nada más quedaba de ella; ni su ropa, ni su aroma...
Su mente afanaba por recrear las imágenes de la noche anterior, pero él no les permitió el paso. Sería demasiado doloroso evocar nuevamente todo lo que había sentido durante esos breves momentos de felicidad absoluta, solo para después volver a la realidad y que todo se hubiese esfumado.
Se levantó con pesadez de miembros y se alistó para salir de nuevo e ir hasta donde sabía que la encontraría, a continuar la interminable vigilia de ambos.
El hospital Claire Garniere estaba silencioso a esas horas. Desprovisto casi por completo de pacientes y familiares recorriendo sus pasillos, se halló haciendo un camino desierto hasta la planta de hospitalización. La única enfermera en el mesón de recepción lo saludó con una sonrisa exhausta cuando él pasó, dedicando un breve saludo para encaminarse hacia la habitación que ya era como una segunda casa para ellos.
La halló oscura, con las persianas medio-abiertas dejando entrar los matices acerados del quiebre del alba en el cuarto, en donde la silueta sobre la cama no era la única.
Charis estaba ahí, sentada en uno de los sofás de la habitación, aproximado a la orilla de la cama, con los brazos echados sobre la misma y la cabeza reposando sobre ellos, junto a Jesse. Tenía en una de sus manos firmemente asida la de él, y dormía como Daniel estaba seguro de no haberle visto dormir en semanas. Ni siquiera en una cama, junto a él. Al parecer había permanecido al lado de él toda la noche desde que se fuera de su lado para acudir allí.
Daniel se acercó para observarlos dormir. Se detuvo un momento en ella y luego en Jesse, cuya mano libre sostuvo un momento en la suya. La encontró inesperadamente tibia, y buscó en su rostro cualquier otro signo de mejoría, pero sin hallarlo. La palidez de su amigo había sido la misma desde que le había visto por primera vez, hasta ese momento, en que si no fuera por el ritmo lento, pero constante en el monitor cardíaco, pensaría que lo había perdido. Ahora incluso los recuerdos felices se volvían penosos cuando estrechaba aquella mano en la que parecía que apenas quedaba vida.
Allí permaneció por unos instantes, corroborando los números de los monitores en busca de alguna variación, de cualquier cosa que le ayudase o bien a recuperar las esperanzas o a perderlas por completo.
El sol salió pronto y extinguió lentamente el gris de los cielos, volviéndolos de un azul claro y luminoso. Daniel se aproximó a la ventana para cerrar las persianas y dejar dormir a Charis otra hora, pero el ruido que hizo el cordón la despertó de un sobresalto exagerado, y ella lo contempló alarmada unos instantes, antes de reconocerlo en la oscuridad y llevarse una mano al pecho, aliviada:
—Por dios...
—Lo siento. No quería asustarte. —Daniel se mordió un momento los labios. No era la primera vez que ella reaccionaba así al menor ruido o movimiento alrededor cuando dormía—. Despiertas alarmada últimamente... —comentó él.
Charis se frotó los ojos y su pecho descendió en un respiro mudo. Daniel no hizo más preguntas. Creía conocer el motivo, pero prefirió reservárselo. ¿Cuántas veces habría sido despertada de golpe solo para sufrir maltratos y torturas en aquel entonces?
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Monochrome | TRILOGÍA COMPLETA
ChickLitEl viejo hospital Saint John alberga el recuerdo más negro de Charis. Charis ha abandonado la ciudad y regresado a Sansnom, su pueblo natal, para reconciliarse con su pasado, y se ha reencontrado con Daniel, su mejor amigo de la infancia, quien ejer...