—Todo está bien ahora. Ya volví a trabajar y el dolor desapareció. También he estado haciendo ajustes a mi dieta. ¡Llevo casi un mes sin comer pizza!
Del otro lado de la línea escuchó una risa, y después un suave suspiro:
—Me alegro mucho de oírlo... Tendrás que empezar a cuidar tu salud. Ya no eres un niño. Me tenías tan preocupada...
Daniel sonrió. Sostenía el móvil con una mano, mientras que con la que tenía libre ordenaba su escritorio para recibir a su próximo paciente.
—No me regañes; lo he escuchado por todo un mes.
—¿Hablas de Charis? Nana me dijo que se ha encargado de cuidarte todo este tiempo.
Él alargó la sonrisa.
—Es verdad.
—Esa chica es un ángel... ¡Más te vale cuidarla! Ojalá hubiera podido ir a verte, pero ya sabes... Tu apartamento no tiene elevador, ni accesos...
La sonrisa de Daniel se tensó con tristeza.
—Descuida, lo entiendo. Se me acumularon muchos pacientes en el tiempo en que me ausenté, pero iré a verte en cuanto tenga tiempo. Te quiero mucho, Eri; los quiero a todos. Saluda a mamá y a papá.
—Te envían un abrazo. —Escuchó de fondo a sus padres, diciéndole algo a su hermana que no alcanzó a oír—. Dicen que estarán esperando a que vengas. ¡Te quiero, Danny, adiós!
Al cortar la llamada, la fotografía de su hermana apareció unos instantes en la pantalla antes de devolverlo al panel de contactos telefónicos.
Daniel dejó el móvil a un lado y llevó por reflejo la mirada a la foto que tenía en su oficina de él y su hermana, y luego a otra que tenía de sus padres.
No los había visto hacía más de seis meses.
Cuando era un niño, Daniel y su familia vivían el campo. Él era demasiado pequeño para recordar demasiadas cosas de esa época, pero si algo recordaba bien era que su hermana mayor, Erika, fue adepta a la equitación desde que era niña. Ganó trofeos, medallas y listones compitiendo siendo muy joven.
Sin embargo, la desgracia tocó a la puerta de la familia cuando a los quince años, durante un paseo por la finca, su caballo se encabritó asustado por una serpiente y la tiró de la montura. La caída dañó de forma irreparable su columna en la séptima vértebra cervical, y no solo quedó paralizada de por vida desde el torso hacia abajo, sino que la destreza de sus dos manos quedó comprometida.
Sus padres optaron por mudarse a la ciudad, donde hubiera hospitales con la complejidad suficiente como para que ella pudiera aspirar a una mínima posibilidad de mejoría. Incapaces de cuidar de un niño pequeño mientras se ocupaban de Erika y trabajaban ambos a tiempo completo para costear su tratamiento, sus padres dejaron a Daniel un tiempo con sus abuelos maternos en Sansnom cuando tenía nueve años.
ESTÁS LEYENDO
Monochrome | TRILOGÍA COMPLETA
ChickLitEl viejo hospital Saint John alberga el recuerdo más negro de Charis. Charis ha abandonado la ciudad y regresado a Sansnom, su pueblo natal, para reconciliarse con su pasado, y se ha reencontrado con Daniel, su mejor amigo de la infancia, quien ejer...