Capítulo 8

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Empiezo a sentirme realmente asustada, nerviosa y mal. Cada vez estoy más mareada y me cuesta más mantenerme consciente, pero quiero evitar a toda costa que estos imbéciles me hagan algo.

- También te podrías haber traído a la rubia.- se queja uno.

- Era imposible quitarle al pequeño de los Sideris de encima.-

- Bueno, nos conformaremos con esta, aunque dudo que nos dure a los cuatro.- ríe malévolamente.

Siento como el tal Marcelo me agarra por la cintura y, como acto reflejo, le doy un rodillazo en su entrepierna.

- ¡Ah, hija de perra!-

Intento alejarme pero mis pies me traicionan y caigo sobre el capó de un coche. Escucho la risa de todos ellos y sus pasos aproximándose hasta mí.

- ¡Agarradla!- grita Marcelo.

Dos de ellos sujetan mis brazos y otro agarra mis piernas y las abre. Marcelo se acerca hasta mí y con su mano presiona mi barriga para que mi torso quede pegado al capó del coche.

- ¡Soltadme!- grito con lágrimas en los ojos.

- ¡Si esto era lo que querías zorra!- ríe el ojiverde.- ¡Has estado provocándonos como una prostituta todo el día!-

Coloca sus manos en mis piernas y sube mi vestido hasta mi cintura, dejando mis bragas de encaje al descubierto.

- ¡Basta, por favor!-

- ¡Cállate!-

Noto un fuerte impacto en mi mejilla y todo se vuelve borroso, no consigo distinguir nada y siento que en cualquier momento voy a desmayarme. Escucho una cremallera bajarse y noto un cuerpo encima del mío.

- Ahora si perrita, comencemos con la diversión...-

Rezo a los dioses para perder el conocimiento y no tener que vivir esto pero, de un momento a otro, siento que el peso del chico sobre mí desaparece, al mismo tiempo que escucho muchos golpes y súplicas.

***

Ares

«Maldita mocosa del demonio...»

Lleva todo el puto día bailándole a mi hermano de forma provocativa, capturando las miradas de todos los gilipollas que hay en esta fiesta y lo peor es que ahora le está bailando a un imbécil cualquiera y encima me está mirando con una sonrisa.

«Cómo voy a disfrutar del castigo que te voy a dar pequeña insolente...»

Sigo con mi bebida, ignorando a todas las chicas de mi alrededor y me concentro en ver bailar a Isabella que, sí, es una niña, pero está muy buena, sería idiota si dijera que no. Además hay algo de ella que me encanta... su inocencia. La podría pervertir y destruir a mi antojo, sin embargo es la hija de mis padrinos y no puedo tratarla como me gustaría.

Noto como el tipo ese se la lleva entre la gente, pero no hacia la barra o hacia la zona de juegos, sino al aparcamiento.

«Mierda... esto no pinta bien...»

De repente siento una mano en mi entrepierna y me giro para ver a la chica pelirroja que está arrodillada frente a mí.

- Ares, ¿por qué no vamos a divertirnos un rato?-

- Sí anda vamos...- murmura una rubia.- Lo haremos las dos contigo...-

Una oferta tentadora que habría aceptado sin lugar a dudas, pero estoy seguro de que la mocosa está en problemas y es mi deber protegerla, ya que los idiotas de mis hermanos no sirven para nada.

Entre diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora