Capítulo 31

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Isabella

Llegué de madrugada al hotel, muy cansada por la boda. El pelinegro se limitó a decirme que descansara, que al día siguiente me explicaría el plan porque en dos días atacaríamos la mansión de los turcos.

Cuando me levanté en la mañana, pasamos todo el tiempo preparando todo lo necesario para dar el golpe, algo sencillo y que con toda probabilidad tendría un éxito rotundo. El objetivo era claro, acabar con todos los turcos de una vez por todas.

Ares se encargó de explicarme punto por punto todo lo que íbamos a hacer, el equipo que íbamos a utilizar y la estrategia que seguiríamos. Todo estaba planeado de una forma brillante y, la verdad, no esperaba otra cosa de mi marido.

Ahora son las siete y media de la tarde y ando tumbada en la cama, intentando descansar. Ha sido una mañada muy ajetreada y Ares les ha dado a todos la tarde libre para que reposen y estén listos para mañana.

El pelinegro lleva en el baño casi una hora. Dijo que se iba a dar un baño pero me parece un tanto exagerado que tarde mucho más que yo en hacerlo. De todas formas, mentiría si no dijera que ahora mismo estoy súper relajada, disfrutando de una cama king size para mí sola.

- Deja de sonreír como una loca Isabella.-

«Se acabó la paz...»

Abro los ojos y observo a mi marido, el cual se encuentra en traje de chaqueta, muy arreglado y guapísimo.

- ¿A dónde vas?- pregunto.

- Vamos a ir a cenar al restaurante del hotel y a tomarnos una copa, así que mueve el culo mocosa.-

- Un segundo....- murmuro.- ¿Me estás invitando a una cita?- él levanta una ceja.- ¡Oh por los dioses, el malhumorado de mi marido me está invitando a salir!- me burlo.

- Tienes 10 minutos para arreglarte o me voy solo.- espeta de mal humor.

- Oh vamos Ares, era una broma...- digo levantándome.

- Nueve minutos con 48 segundos.- indica.- Y el tiempo sigue corriendo.-

- Ya voy...- me quejo.- Qué poco sentido del humor.- susurro entrando al baño.

- ¡Te he oído mocosa!-

- ¡Te amo!- respondo.

- ¡Date prisa maldita cursi!-

Ladeo los ojos y me arreglo a la velocidad de la luz, pues sé que el pelinegro es capaz de dejarme tirada como llegue tarde. Aun así no me importa, le quiero igual. Me pongo un vestido negro midi entallado, con el escote de pico y la espalda abierta. Me aliso el cabello y me pongo un maquillaje natural, a excepción de los labios que los pinto de un color rojo oscuro. Por último, me echo un poco de perfume y salgo de la habitación.

Veo que el dios de la guerra está saliendo por la puerta.

«¿Me está vacilando?»

- ¡Ey espérame!-

- Llegas 43 segundos tarde.- dice sin detenerse.

- Ares llevo tacones, no me hagas correr detrás tuya.- replico.

- Eres un puto grano en el culo mocosa.- bufa deteniéndose y ofreciéndome el brazo.

- Eso no es lo que piensas cuando me follas.- me burlo.

- Sí que lo pienso, otra cosa es que no te lo diga.- responde mirando al frente y caminando.

Le observo con cara de pocos amigos y veo que tiene una pequeña sonrisa torcida.

Entre diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora