Capítulo 53

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Ares

Es de noche cerrada y algunos de mis hombres y yo nos dirigimos a uno de los barrios más problemáticos de Dublín. Ahí es donde se encuentra esa hija de puta haciendo negocios para Vólkov.

Tengo que acabar con esto de una vez por todas, pues Isabella se encuentra en Rusia sola y no me fío ni un poco de ese tal Khalid. Sé que mi padre y Horus lo están planeando todo, pero la mocosa es mi esposa y no pienso permitir que lo esté pasando mal ni por un segundo más.

El otro día intentó hacerse la fuerte, pero yo sé que debe estar muy asustada por todo el calvario que le hizo pasar ese hijo de puta.

- Señor.- me llama uno de mis hombres.- Objetivos detectados, 6 hombres y una mujer se encuentran en el sótano del edificio abandonado.- indica.- El resto se encuentra vacío.-

- ¿Qué hay del resto de hombres del ruso?- pregunto.

- Se encuentran resolviendo el pago por el tráfico de armas con el mafioso alemán.-

- ¿A qué distancia de aquí?-

- Unos 7 kilómetros.-

- Perfecto.- espeto.- Quiero que todo esto sea rápido.- ordeno.- En una hora quiero estar volando hacia Grecia.-

- Sí, señor.- responden todos.

- Ya sabéis qué hacer.-

Ellos asienten y van tomando posiciones. El plan es simple, ellos entran matan a los rusos y me dejan a la ucraniana. La verdad que no estoy preocupado en absoluto. Somos 10 contra 6 y mis hombres están perfectamente capacitados para hacer esto.

Ellos se ponen en marcha y yo me dedico a esperar en el callejón. Veo mi reflejo en un charco de agua, tengo la máscara puesta, que cubre la mitad de mi rostro. Automáticamente los recuerdos inundan mi mente y me acuerdo de lo último que me dijo esa bastarda.

«Un monstruo asqueroso es lo que eres Ares Sideris... Y es lo que serás siempre.»

Aparto la mirada con rabia. Estoy deseando acabar con ella... ella fue la que me arruinó la vida pero al fin podré vengarme de una vez por todas.

Tras varios minutos en los que me da tiempo a fumarme dos cigarros, mi móvil comienza a sonar.

- Señor ya esta todo listo.-

- Excelente.-

Sin más dilación entro en el edificio. Uno de mis hombres me espera en la puerta y me guía hacia el sótano, donde me encuentro con todos los rusos muertos en el suelo y la ucraniana atada a una silla y amordazada.

Me aproximo hasta ella y le hago una señal a uno de mis guardias para que le quite la mordaza de la boca.

- ¿Quién... quién eres tú?- tartamudea.

No le contesto, simplemente me dedico a observarla. No sé que edad tendrá pero debe rondar los sesenta pero se sigue vistiendo y maquillando como si tuviera veinte. A simple vista se ve que está completamente operada. Simplemente me causa un gran rechazo.

- ¡¿Quién eres?!- exclama asustada.

- ¿De verdad no te acuerdas de mí?- espeto acercándome hasta quedar a unos centímetros de ella.- Yo soy... un monstruo.-

Creo que me reconoce al ver mis negros ojos, pues no es algo muy común que digamos. Su rostro adquiere un semblante de pánico.

- A... Ares...-

- Me agrada que te acuerdes de mí.- sentencio.- Porque yo no he podido olvidarme de tí... de lo que me hiciste.-

- Espera... po... podemos llegar a un acuerdo...- murmura.- Puedo... puedo darte información... yo...-

- No me interesa nada que puedas darme.- respondo con desdén.- Para lo único que he venido es para matarte y eso es lo que voy a hacer.-

- ¡No por favor!- suplica.- Haré lo que quieras...-

- Mírate... tan repugnante, fea y vieja.- escupo.- Sin duda has caído bajo.-

- Por favor no me mates...- solloza.

- Soy un monstruo.- replico.- Tú que convertiste en esto...-

Doy un chasquido de dedos y mis hombres traen un enorme espejo que colocan delante de la mujer. Uno de ellos se acerca a mí y me da un bote con ácido. Mis ojos se clavan en los de la ucraniana que me mira con temor.

- ¡¿Qué... qué vas a hacer?!-

- Tú me convertiste en un monstruo hace años...- espeto.- Voy a devolverte el favor.-

Sin más, empiezo a rociarla con el ácido. Ella grita y se retuerce de dolor al tiempo que su piel se va quemando y desfigurando. Después de unos minutos, me aparto. Ella intenta contener la respiración. Debe estar sintiendo un gran dolor, aunque no lo suficiente como para desmayarse.

No puedo evitar sonreír con malicia al ver que su rostro y su cuerpo están completamente abultados y deformados. Poco a poco, ella levanta la mirada y, sin poder evitarlo, ve su reflejo en el espejo.

- ¡Nooooooooo!- grita enloquecida.

- Así me sentí yo durante años.- sentencio tirando mi máscara al suelo.- Pero ahora el único monstruo que hay aquí eres tú.-

- Señor los rusos se están movilizando.- indica uno de mis hombres.- Estarán aquí en media hora.-

- No te preocupes.- respondo.- Ya hemos acabado aquí.-

Salimos de la habitación dejando a la ucraniana enloquecer delante del espejo. Cuando llegamos al exterior del edificio, comenzamos a caminar hacia los coches y yo aprieto el control remoto, haciendo que los explosivos que pusimos en el edificio estallen, haciendo que este se derrumbe por completo.

«Al fin puedo descansar en paz...»

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