Narrador desconocido
Ahí está... mi hermosa princesa egipcia. Luce tan sexy en ese bikini negro... Sus cabellos marrones con destellos rojizos son completamente hermosos, al igual que sus cristalinos ojos.
Ella es perfecta y va a ser mía, completamente mía...
Veo como la chica comienza a observar a su alrededor. Me agrada que sea tan lista como para darse cuenta de que alguien la está observando. Por desgracia para ella estoy demasiado lejos como para que pueda verme.
Durante unos minutos, me dedico a disfrutar mientras la observo, hasta que llega ese maldito cabrón. Me hierve la sangre de pensar que ese griego inútil está casado con mi princesa, pero no por mucho tiempo.
Solo se casaron porque yo así lo quise, porque el daño cuando se la quite será mucho mayor y ese pobre fenómeno de Sideris pasará a la historia.
Cuanto voy a disfrutar destruyéndolo... y, lo mejor, es que no solo provocaré un gran daño en los Olímpicos, sino también en esos estúpidos Inmortales.
No puedo evitar reír pensándolo. Mi venganza está muy cerca, pronto todos pagaran muy caro lo que nos hicieron...
- Disculpe joven, ¿desea algo más?-
Veo a la camarera con una sonrisa coqueta. Si no fuera porque estoy de tan buen humor la mataría por atreverse a mirarme así.
- No gracias.- le doy un billete de quinientos dólares.- Quédate el cambio.-
- Gra...gracias.- susurra.
Me levanto y me marcho hacia el helipuerto de la isla, puesto que solo he venido porque sabía que Isabella estaría aquí y quería verla de nuevo.
Mis hombres me esperan junto a mi helicóptero. Me monto y despegamos. Mientras miro por la ventana, voy pensando en cómo voy a llevar a cabo la siguiente parte de mi plan. Es algo que llevo planeando durante muchos años, desde que era un niño, así que no pienso permitir que nada salga mal.
Después de cuatro horas, llegamos a Nueva Zelanda, donde tengo una residencia que utilizo bastante a menudo, sobre todo porque el invierno en mi país es insufrible.
Por supuesto es una mansión enorme, no hace falta decir que yo vivo rodeado de lujos.
Cuando llegamos todos me reciven con una reverencia, pues saben que las faltas de respeto se pagan con la muerte. No me gusta la irreverencia, ni la falta de modales, y las personas de mi alrededor lo han aprendido a las malas.
- Tengo hambre.- indico cuando entro al recibidor.
- La comida está lista mi señor.- contesta una sirvienta.- Cuando usted quiera se la servimos.-
- Muy bien.- indico.- Hacedlo en el salón.-
Ella hace una inclinación de cabeza y se marcha. Yo me dirijo hasta el gran comedor y me siento en una esquina. No pasan ni cinco minutos cuando entran un gran número de sirvientes portando platos exquisitos.
Siempre cocinan todo tipo de platos, pues la última vez estuve antojado de estofado italiano y no lo hicieron, por lo que tuve que matar al cocinero. Ahora cocinan de todo, y yo me puedo servir lo que desee.
Opto por un poco de comida española y ordeno que todos se retiren, a excepción de tres sirvientes que se quedan esperando a que les de cualquier orden.
Mientras disfruto del exquisito plato, no dejo de pensar en la castaña... mi preciosa Isabella. Me pongo duro de solo pensar en el día en el que la tenga a mi lado, en el que la pueda hacer mi mujer. Ella va a ser mi esposa y la madre de mis hijos, de eso que a nadie le quepa ninguna duda, pues yo siempre obtengo lo que deseo.
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Entre dioses
AzioneIsabella Al-Asad cumple los 20 años sabiendo que su vida cambiará por completo, pues sus padres acordaron que a esa edad se casaría con el primogénito de los Olímpicos, Ares Sideris. Todo se pondrá patas arriba cuando la inocente chica tenga que co...