CAPITULO 1

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PABLO

Comencé a andar dejando que mis pasos me guiaran mientras el eco del silencio que había en aquel callejón inundaba mis oídos. Con el cigarrillo entre las manos intenté esquivar los charcos y el barro que ya había llenado mis botas , y me limité a buscar algún lugar donde refugiarme del frio.

Arrastré mis oscuras botas por el suelo cuando el barro impidió mis pasos, y me puse la capucha intentando sin éxito que la lluvia no me alcanzase. Mi rostro ya estaba completamente mojado y a duras penas intenté distinguir cualquier lugar para resguardarme.

Las calles estaban desiertas, el tiempo no era bueno y en aquel pueblo alejado de la mano de dios la gente huía como ratas al ver el temporal que se avecinaba.

Frené en seco mis pasos al encontrarme un pequeño local que aparentaba ser un bar de mala muerte. Las luces rojo neón medio caídas y las ventanas tintadas no me inspiraron confianza, pero ¿Iba a quedarme hasta que el viento me arrastrase y la lluvia me mojase más?

Suspiré sabiendo que no tenia más opciones y tirando el cigarrillo al suelo abrí la puerta de aquel lúgubre local.

El anciano que se encontraba detrás de la barra me miró con aire cansado y susurró:

-Si ellos se enteran estarás muerto - y soltó una sonora carcajada que solo calló con una copa de vino.

¿A que se refería con eso?

Fruncí el ceño sin entender nada y di un paso hacia atrás con intención de irme. Cada día que pasaba en aquel pueblo lejos de mi verdadero hogar era un infierno.

Le miré de nuevo sopesando la posibilidad de quedarme hasta que amainase, y el anciano tras beber de nuevo de su copa clavó la mirada en mi.

-Puedes sentarte a beber y acompañarme, o puedes pasar ya por la puerta -comentó sacándome de mis pensamientos.

Miré de nuevo aquel lugar lleno de polvo con viejos y desgastados cuadros colgados de la pared, una pared de un horrible color berenjena que hizo que me gustase menos aquel lugar. Agaché la cabeza para fijarme en el suelo de madera que crujía con cada paso que daba. Todo en ese ambiente concordaba; las luces titilaban de vez en cuando con una horrible luz amarillenta, el anciano aún me observaba con cara de pocos amigos y un ojo medio entornado, eso hizo plantearme el porqué aún seguía en aquel horrible lugar.

Me di la vuelta esta vez convencido y abrí la puerta por la que minutos antes había entrado sin mirar al anciano que aún seguía bebiendo sin quitarme la vista de encima.

Nada más abrir la puerta una ráfaga de viento hizo que retrocediera dos pasos,y cuando la lluvia mojó mi corto pelo oscuro hizo que de un sobresalto volviera a entrar en el bar.

El anciano que observó la escena me sonrió con malicia y volvió a señalar la puerta.

-Puedes entrar o tomar algo conmigo -repitió.

-Me quedaré aquí hasta que deje de llover - me apoyé en la pared llena de polvo y me escurrí hasta sentarme en el suelo

El anciano dio media vuelta e hizo como si estuviese organizando sus cosas mientras de vez en cuando me observaba por mis constantes suspiros. Quería irme, pero para ser sinceros tampoco sabia a donde, no quería ir a mi casa y encontrarme con mi padre después de la discusión que habíamos tenido.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza en la pared aún con el eco de los gritos de mi padre en la cabeza Jamás vas a cambiar . Lentamente volví a abrirlos y me fijé esta vez en la luz amarillenta que iluminaba la estancia. Era la misma luz que meses atrás me había iluminado en mis peores momentos. Intenté contener las lágrimas al recordar los últimos minutos que vi con vida a mi madre y me puse de pie mientras agitaba la cabeza intentando de alguna forma sacarme aquellos recuerdos. Caminé hacia la ventana, pero lejos de ver la lluvia caer me encontré con mi rostro pálido reflejado. Parpadeé dos veces seguidas y miré las ojeras que adornaban mis ojos, ojos que había heredado de mi madre y que para sorpresa de todos eran de un color demasiado diferente. Nací con una anomalía en los ojos, heterocromía, así era el nombre que le ponían los médicos y suerte era el nombre que le ponía mi madre al haber nacido con el iris de cada ojo de diferente color. Sonreí al recordar como mi madre siempre me decía que eso reflejaba nuestro lado bueno y el malo, como si del yin y el yang se tratase.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora