CAPITULO 56

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PABLO

Miré a mi alrededor y suspiré al ver como los huesudos ya divididos y en posición se camuflaban entre los árboles. -No llaméis la atención.. -susurré cerca de Nime – debemos atacar cuando menos se lo esperen.
Ella me miró y asintió con la respiración agitada.
Sin intentar darle más vueltas, salí de mi escondite y caminé a paso lento hacia la puerta de la nave, dejando a cualquiera la oportunidad de matarme.
-¡Vengo a por Arima -grité con la intención de llamar la atención de los Gazoks – y no pienso irme sin ella!
Todo se quedó en silencio, todo menos mis pasos que no pensaban parar hasta llegar a esa puerta que daba entrada al infierno y aporrearla hasta tener algún tipo de contestación.
-¡Si queríais al hijo de Neferet aquí me tenéis!
Entonces la puerta se abrió y unos pasos resonaron con fuerza.
-La vida nos vuelve a juntar – de la oscuridad de la nave apareció con paso decidido Erick – humano delgaducho.
Tragué saliva reviviendo lo mal que me lo hizo pasar cuando yo solo era un humano que no sabía lo que pasaba a su alrededor.
-Quiero hablar con Zafir – dije intentando que mi voz no temblara al hablar -no con su mensajero.
Erick soltó una sonora carcajada he hizo un gesto con la mano llamando a alguien que se encontraba justo detrás de él en aquella oscuridad.
Hice un amago de correr hacia ellos cuando un profesional trajo encadenada y cubierta de sangre a Arima, pero frené mis pasos cuando le vi apuntarla con una flecha.
-¿Que es lo que queréis? -pregunté intentando aún aparentar firmeza.
Pero las fuerzas me flaquearon cuando de la oscuridad de la nave salieron una decena de Gazoks con cara de pocos amigos.
-Llevo mucho tiempo esperando para poder encontrarme de nuevo contigo -Erick dio un paso hacia mi y sacó su daga – no pienso esta vez desaprovechar la oportunidad.
Con rapidez corrió hacia mi, pero antes de clavarme su daga frenó en seco al escuchar un fuerte gruñido detrás de mi.
Me aparté de él acercándome aún más a la criatura en la que se había convertido Nime.
-Dame a Arima y juro que nadie saldrá herido -le amenacé cuando los árboles se movieron con fuerza dejando claro que Nime no era la única criatura que se encontraba en aquel lugar.
-¡SUÉLTALA! -grité desesperado.
Erick enfurecido se alejó de mi y agarró aArima del pelo haciéndola gritar con fuerza.
Esta vez los árboles volvieron a moverse y de entre ellos salió un huesudo que no tardó en correr hacia Erick.
-¡Para, Aiden! -grité alejándome de Nime y corriendo hacia él.
Pero ajeno a mis palabras, Aiden me propinó un manotazo lanzándome a unos metros del lugar donde me encontraba y siguió corriendo hacia él, sin darse cuenta de que si dábamos un paso en falso, Arima podía acabar muerta.
Me incorporé rápidamente cuando se lanzó encima de Erick y de un fuerte mordisco le separó la cabeza de los hombros, haciendo que el cuerpo cayera ensangrentado al suelo.
Un rio rojo inundó la entrada de la nave y todos nos quedamos en silencio asimilando aquel momento mientras Aiden aún se desahogaba destrozando el cuerpo de nuestro enemigo.
Unas flechas surcaron el cielo hasta aterrizar entre los árboles y en ese momento supe que la batalla había comenzado. El Gazok que había traído ha Arima hace unos minutos la volvió a agarrar del brazo mientras detrás de él salían más enemigos nuestros dispuestos a vengar la muerte de Erick. Clavé la mirada en las armas que portaban, y de golpe me bombardearon las imágenes del guardia al que le robamos las llaves cuando escapamos de la nave, esas pistolas transparentes que portaban un extraño liquido rojizo iban cobrando cada vez más sentido dentro de mi cabeza.
-¡Nime -grité corriendo hacia ella – alejate de esas…
Me quedé en silencio cuando una gran polvareda se levantó dificultándome la visión.
Me giré asustado y esta vez observé como todos los huesudos dejaban atrás su escondite para correr en dirección a la nave.
Los Gazoks levantaron en perfecto orden sus armas y al unisono dispararon acertando de pleno en varios huesudos que cayeron al suelo convulsionando como si una descarga eléctrica recorriera su cuerpo. Saqué mi puñal de hoja puntiaguda y miré a mi alrededor sin saber bien que hacer mientras los Gazoks iban matando uno a uno a los huesudos.
Corrí entre ellos en busca de Arima, pero un fuerte golpe por la espalda me hizo caer al suelo. Tosí con fuerza cuando el polvo que habían levantado los huesudos entró en mis pulmones.
-Aquí moriréis todos -una chica de larga melena llena de pequeñas cuchillas se acercó a mi.
Rocé con mis dedos el puñal que había caído a centímetros de mi sin apartar la vista de ella mientras intentaba pensar en como salir de aquel problema.
Bajo mi atenta mirada su pelo comenzó a moverse y como si de un látigo se tratase me golpeó con fuerza en la pierna. Grité cerrando los ojos cuando arrastró sus cuchillas por mi piel desgarrándome parte de la pierna. Escuché el ruido de las pistolas arrebatando la flor Ika del cuerpo de los huesudos y las lágrimas inundaron mis ojos, no solo iba a morir Arima, sino que también iban a acabar con todos los huesudos.
-¡Abre los ojos! -solo entonces volví a abrir los ojos y centrar la mirada en la chica del pelo mágico.
Esta vez sin perder tiempo agarré mi puñal mientras cubría mi rostro cuando un huesudo cayó al suelo levantando consigo mil piedras y arenisca. Clavé de nuevo la mirada en ella e intenté ponerme de pie, pero el dolor que me producía la pierna me hizo perder de nuevo el equilibrio acabando en el suelo mientras escuchaba como la Gazok se reían a pleno pulmón de mi.
-¿Qué es lo qué te causa tanta gracia..? -pregunté apretando los dientes con fuerza lleno de rabia.
-Que no va a hacer falta que te mate yo -contestó acercándose a mi y agarrándome con fuerza del pelo.
Sin ninguna consideración me obligó a girar la cabeza en dirección a Arima que arrodillada agachaba la cabeza con el cuerpo tembloroso.
-No...por favor.. -susurré -¡Por favor!
La Gazok volvió a reír y tiró de mi pelo con más fuerza obligándome a mantener los ojos abiertos.
-Puedes ir despidiéndote..
Me retorcí como pude intentando escapar de sus manos para salvar a Arima, pero cuando mi propio puñal atravesó mi brazo me quedé inmóvil. Esta vez el profesional que se encontraba junto a Arima, la obligó a levantar la cabeza y a clavar así su mirada en mi. Me sentía un imbécil y un inútil por ser incapaz de salvar a la única persona que me importaba en realidad.
¿Qué iba a hacer ahora?
-Por favor.. -susurré de nuevo rogando por que Aiden volviera a arrancarle la cabeza a otro Gazok más.
Pero aquello no pasó, ella clavó sus preciosos y tristes ojos en los míos mientras que aquel desalmado la agarraba con fuerza del pelo. Y sin que yo pudiera hacer nada, una daga degolló el cuello de Arima dejándola sin vida al instante.
Sus ojos que aún seguían clavados en los míos pasaron a ser blancos por completo y su cuerpo se desplomó dejando un charco de sangre del que no pude apartar la mirada. En aquel momento, todo mi mundo se paralizó, ya no había ninguna batalla a mi alrededor, solo estaba yo en medio de aquel bosque viendo como aquel injusto mundo me había arrebatado lo único que me daba vida.
La Gazok me soltó el pelo, pero mi posición siguió siendo la misma.. ¿Ya para que merecía la pena seguir luchando?
Ella había muerto…
-No te mataré… -susurró cerca de mi oído – te dejaré vivir siempre con la imagen de su muerte en tu cabeza.
Escuchar eso me hizo reaccionar y girándome de golpe me saqué sin apenas pestañear el puñal de mi brazo para así clavárselo a ella en el pecho antes de que llegara a levantarse del todo. Su cuerpo cayó de inmediato encima de mi y antes de poder hacer algo más, sentí como unas fuertes y grandes manos me agarraban con fuerza. Levanté la vista y miré a Nime que con rapidez y agilidad corrió por ese bosque conmigo en brazos intentando escapar de las pistolas que habían matado a la mayoría.
Grité lleno de rabia deseando que la muerte me alcanzase e intenté zafarme de las manos huesudas de Nime antes de alejarnos del todo de aquella nave.
Cerré los ojos rindiéndome cuando me comenzó a arder la herida del brazo, y una lágrima resbaló por mi mejilla sin poder ya evitarlo.
La había perdido, jamás iba a volver a estar cerca de ella… Ya no existíamos los dos… ahora solo quedaba yo.
Y ese detalle jamás iba a poder superarlo.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora