CAPITULO 47

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PABLO

Cerré de un portazo la puerta del despacho de Zuko y le miré intentando ignorar el nudo que se me había formado en la garganta.
-¿Pasa algo? -preguntó quitándose las gafas de leer que llevaba en aquel momento.
-Pasa que Arima lo sabe todo -paseé por el despacho con nerviosismo – ahora mismo no quiere saber nada de mi.
-Salvaste su vida -Zuko se puso de pie y caminó hacia mi con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón a rayas.
¿No se cambiaba nunca o su armario estaba repleto del mismo modelito?
-Debería estar agradecida, pero como siempre un Gazok jamás valora nada de lo que se hace por el.
Suspiré y me pasé una mano por el pelo.
-De todos modos creo que es lo mejor para los dos -dijo.
Levanté la vista y la clavé en él.
-¿Crees que es bueno para mi? -elevé el tono de voz y me alejé de él -¿o para vosotros?
-Estás muy confundido y sé que piensas que ella es el amor de tu vida, pero aún no te ha dado tiempo a conocer mundo, a ver huesudas que realmente te aporten algo -comentó caminando de nuevo hacia su escritorio -Arima jamás estará a tu altura.
Le miré atónito por las estupideces que soltaba por la boca.
El que realmente no estaba a la altura era yo…
¿Como pude hacerme ilusiones con ella sabiendo que si llegaba a enterarse de lo que ocultaba todo se acabaría?
La puerta del despacho se abrió y Abril entró clavando su mirada en mi.
-Arima está bien -me sonrió con falsedad y desvió la vista hacia Zuko - ¿podemos hablar un segundo?
Los dos me miraron y con gesto enfadado caminé hacia la puerta.
-Necesito una llave -dije girándome de nuevo hacia ellos – la otra la recuperaré más tarde.
Zuko frunciendo el ceño abrió uno de los cajones de su escritorio y me lanzó otra llave que cogí al vuelo.
-Recupera la otra.
Asentí y salí del despacho caminando hacia la salida de la guarida.
Necesitaba volver a mi casa y alejarme de aquel mundo. Solo quería fumar en mi habitación mientras escuchaba música que lograra evadirme de todo lo que me estaba pasando.
Apreté la llave con fuerza contra mi mano y caminé hacia la puerta. Estar en aquel lugar era lo que menos me apetecía y aún no estaba preparado para enfrentarme a Arima.
Abrí la puerta algo nervioso y tras pasar por la sala de las peceras salí por completo fuera del edificio.
-¿Ha donde vas?
La voz de Madu me sobresaltó.
Solo entonces caí en la cuenta de que Elena estaba aún dentro.
-He visto lo que ha pasado con la Gazok -se llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta y caminó hacia mi – pero.. ¿no crees que escapar no es una buena opción?
Miré a los humanos pasar con sus hijos cerca de nosotros y suspiré poniendo los ojos en blanco.
-No necesito sermones de un tío como tú.
Madu esbozó una sonrisa y levantó la vista observando los pájaros volando encima de nosotros.
-Elena ha despertado y lleva preguntando por ti desde que ha abierto los ojos -clavó la mirada en mi de nuevo con gesto más serio – no voy a dejar que escapes y la abandones aquí como un cobarde.
-¡Arima no querrá saber nada de mi después de lo que hice! -grité descargando mi rabia de nuevo contra él.
-¿Qué clase de persona serías si no lo hubieras hecho?
Sacó del bolsillo un paquete de tabaco y me lo extendió volviendo a sonreír.
-¿Fumas?
Asentí observándole detenidamente mientras aceptaba el paquete.
-Tú salvaste la vida a esa chica y te sacrificaste como nadie haría – se acercó más a mi y pasó su mano por mi hombro -no tienes la culpa de que los Gazoks sean monstruos.
-No creo que ella lo vea así.. -susurré encendiéndome un cigarrillo.
Madu en silencio se alejó de mi haciéndome un gesto con la mano para que le siguiera.
-Jamás sabrás como lo ve ella si escapas como un cobarde -comentó cuando estuve cerca de él.
Le di una calada al cigarrillo y miré sorprendido una parte de la valla de aquel Aquarium que estaba completamente rota dejando fácil acceso para colarse.
-¿Ha donde vamos a ir? -pregunté viéndole salir del recinto.
-Confía -contestó esbozando una sonrisa y soltando así el humo por la boca.
Sin pensármelo dos veces esquivé la valla rota y salí de aquel recinto.
-Cada vez que nace un huesudo solemos festejarlo montando una enorme fiesta -se quedó en silencio durante un segundo y agachó la cabeza sin dejar de caminar – antes temíamos ver a uno de los nuestros nacer, pero gracias a Neferet eso cambió.
Sonreí sintiéndome orgulloso de lo que había construido mi madre.
-Ahora celebramos la vida tatuando al huesudo recién nacido con el esqueleto de nuestras alas encima del corazón para recordarle de por vida quién es y para qué está aquí.
Suspiré viendo la tristeza dibujada en su rostro.
-¿Tanto daño os hicieron los Gazoks? -pregunté sintiendo lástima y algo de culpa por haberles juzgado tan mal desde un principio.
-En cuanto algo escapa del entendimiento de Zafir y no puede controlarlo… -me miró de reojo mientras esquivaba un árbol que ocupaba el centro del camino de tierra – intenta acabar con ello antes de que se le ponga en contra.
-Con vosotros no pudo.. -susurré.
-Vivimos escondidos y con miedo a que uno de ellos nos cace – tiró el cigarrillo al suelo y sonrió con ironía -claro que pudo.
Antes de que pudiese decir algo más, Madu frenó sus pasos y me señaló un letrero luminoso situado en un gran poste.
-¿Me voy a tatuar? -pregunté sonriendo de medio lado.
En el fondo siempre había querido hacerlo, pero jamás había encontrado algo que llevar de por vida grabado en la piel.
-Deberían haberte hecho el ritual todos, pero si nadie se ha percatado de eso no pasa nada -salió del bosque mientras yo le seguía y continuó hablando – hoy ha nacido un nuevo huesudo.
Me dedicó una mirada cómplice y cruzamos la calle en dirección a la tienda de tatuajes.
-¿El tatuador también es huesudo?
Madu soltó una carcajada y negó con la cabeza.
-No, pero como Zuko le paga bien no suele hacer muchas preguntas-contestó.
Abrió la puerta del local y el aroma a cigarrillo y tinta invadió mis fosas nasales.
-Jhon, he traído a uno nuevo -Madu como si estuviese en su casa se sentó en un gran sofá y apoyó los pies en la mesa.
-¡Hombre, ya era hora de que te pasarás por aquí! -un hombre que rondaba los cuarenta años apareció tras una cortina y saludó amistosamente a Madu.
-¿Lo de siempre? -preguntó esta vez fijando la mirada en mí mientras yo intentaba esbozar una sonrisa.
El hombre corpulento no tardó en hacerme un gesto con la mano para que le siguiera, y una vez dentro de un pequeño cuarto hizo que me desprendiera de mi camiseta.
-¿Es tu primer tatuaje? -me preguntó para relajar el ambiente.
Asentí acostándome en la camilla.
Él distraídamente encendió su máquina y me sonrió con amabilidad.
Cuando la aguja tocó mi piel cerré los ojos con fuerza sabiendo que aquella noche aquel tatuaje de huesudo no sería el único que adornaría mi piel.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora