CAPITULO 45

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PABLO

Golpeé con mis nudillos la puerta de la habitación de Arima y volví a llevarme la mano al bolsillo del pantalón para sentir la llave.
Escuche unos pasos acercarse a la puerta y tras varios segundos que se me hicieron eternos, ella abrió la puerta. -Has vuelto.. -susurró con un brillo en la mirada.
Se hizo a un lado y sin pensármelo dos veces entré dentro de su cuarto y cerré la puerta a mis espaldas.
-He venido a robarte unos minutos -levanté la mano dejando que viera el pequeño pañuelo oscuro que me había costado encontrar una barbaridad.
Ella me miró entusiasmada, pero en vez de acercarse a mi dio un paso hacia atrás.
-Arima.. -suspiré acercándome lentamente a ella - ¿confías en mi?
-¿Vas a cubrirme los ojos? -preguntó cruzándose de brazos. Asentí acercándome aún más a ella.
-¿Confías en mi?-volví a preguntar.
Arima desvió la vista hacia mis labios con sus mejillas rosadas y asintió con timidez.
Lentamente me posicioné detrás de ella y le coloqué con suma delicadeza el pañuelo negro encima de sus preciosos ojos curiosos.
-Voy a llevarte a un sitio mágico.. -susurré esta vez fijando la vista en sus labios de una forma descarada a sabiendas de que ella no se estaba dando cuenta de nada. Era hermosa, era mejor que cualquier chica ideal que hubiese tenido en mi vida. Sus labios rosados no hacían más que incitarme a cada segundo..
Desvié mi vista hacia su pijama y a su perfecta figura que me hizo olvidar durante un segundo a qué había venido a la habitación.
Tiré de sus manos intentando centrarme y abrí la puerta de su cuarto fijándome en que no hubiera nadie que me incordiara.
Ella sonrió con nerviosismo y supe que agudizaba el oído en busca de alguna pista.
-Escalón -dije viendo como ella volvía sonreír cuando su pie chocaba contra uno con torpeza. Nunca la había visto tan relajada y calmada.. ¿Se estaba acostumbrando a aquel lugar? ¿O simplemente le gustaba estar conmigo?
Era demasiado tarde para que algún huesudo caminara por los pasillos de la guarida y eso hacía que el trayecto hacia la puerta que daba a los acuarios llenos de peces se quedara libre.
Solté una de sus manos y saqué la llave algo nervioso. -¿Donde estamos? -preguntó intrigada.
Sonreí abriendo la puerta y sin contestar volví a sujetar sus manos.
-Quiero que te sientas libre.. -susurré colocándome detrás de ella al entrar al fin a la sala de las peceras – quiero que siempre hagas lo que tú quieras sin miedo a lo que ocurra después.
Dejé caer el pañuelo negro de sus ojos y extendí la llave entregándosela a ella. Arima se quedó quieta observando los miles de litros que había en aquellas peceras llenas de peces y se llevó una mano a la boca llena de emoción.
Se giró lentamente hacia mi y de inmediato su mirada se posó en la llave que le ofrecía.
-Quiero que te sientas libre.. -repetí acercándome a ella y acariciando sus hombros.
Abrumada volvió a mirar a su alrededor y alejándose de mi se acercó a una de las peceras.
-Este sitio es realmente impresionante.. -susurró.
Sujeté su mano y tiré de nuevo de ella hacia la siguiente puerta que daba al exterior.
-Esto no es nada comparado con lo que tengo que enseñarte.
Ella me siguió con gesto divertido, pero me hizo frenar de golpe cuando nuestros rostros fueron acariciados por una suave brisa.
-He estado mucho tiempo encerrada… -comentó con cierta tristeza en la mirada – jamás había sentido que el aire chocara contra mi rostro hasta que los dos nos escapamos de la nave...
Se quedó en silencio y agachando la cabeza apretó con fuerza mi mano.
-Estoy sintiendo que vuelvo a perder esa oportunidad… Una lágrima resbaló por su mejilla haciéndome sentir culpable. Era evidente que mis ganas de vengarme de Zafir me superaban, pero no podía dejar que Arima fuera infeliz de por vida.
Me acerqué a ella y soltando su mano limpié sus lágrimas con mis dedos.
-Jamás vas a sentirte encerrada.. -susurré sujetando su rostro y apoyando mi cabeza en su frente – todo este lugar es tan tuyo como mio y siempre serás libre de ir a donde quieras ir en cualquier momento.
Arima levantó la vista y clavó su mirada en mi.
-Lo último que quiero es que te sientas encerrada en lo que quiero que sea tu nuevo hogar…
Fijé de nuevo la mirada en sus labios sin poder evitarlo, estaba seguro que había algún imán en aquella zona que hacia que mis ojos se sintieran atraídos de inmediato.
No quería verla derrumbada así que sin pensármelo detenidamente la cogí entre mis brazos sin darle tiempo a reaccionar y caminé con ella esbozando una sonrisa que ella no tardó en imitar.
Miré a mi alrededor y suspirando volví a clavar la mirada en ella que cerraba los ojos mientras respiraba con profundidad.
-¿Has visto alguna vez delfines? -pregunté volviendo a dejarla en el suelo cuando estuvimos frente a la puerta. Arima sorprendida abrió la puerta que conducía hacia la piscina de delfines y caminó a paso acelerado hasta quedar a escasos centímetros de ella.
La seguí con gesto divertido y me quité la camiseta bajo su atenta mirada. Sin decir nada más me lancé de cabeza al agua salada y tras varios segundos en los que un delfín me rozó la pierna volví a asomar la cabeza en la superficie. -¿Me quieres acompañar? -pregunté acercándome al borde la piscina donde Arima me observaba sentada.
-No se nadar -contestó.
-No hace falta saber nadar -dije estirando las manos para rozar una de sus piernas.
Arima tragó saliva y miró la piscina con detenimiento.
Con delicadeza y desde el borde de la piscina deslizó su cuerpo dentro del agua cayendo en mis manos.
La miré de nuevo y por un momento olvidé quienes eramos. Ella abrazó mi cintura con sus piernas y pegó su cuerpo al mio temerosa de hundirse en aquella gran piscina.
Me agarré con una mano el borde la piscina y la otra mano la paseé por una de sus piernas. Cada segundo me era más difícil controlar mis impulsos de abalanzarme sobre ella y besarla hasta saciar mis ganas de ella.
-Pablo.. -susurró Arima sonriendo con gesto divertido -algo me está rozando la pierna.
Solté una carcajada sonora.
-Estamos en una piscina de delfines -contesté poniendo los ojos en blanco
-¿Qué esperabas?
Esta vez fue ella la que soltó una carcajada que terminó cuando posó sus manos en mi nuca.
-Quiero que sepas que siempre voy a volver… -susurré rozando mis labios contra los suyos - siempre voy a volver cerca de ti.
Me miró con el mismo brillo en la mirada que cuando me abrió la puerta, y después de contenerme durante tanto tiempo me armé de valor y la besé fundiendo mis labios con los suyos.
Mi mano se atrevió a ir más lejos y rozar algo de su pequeño pantalón de pijama. Pegué mi cuerpo aún más a ella y solté un gruñido cuando me mordió el labio con gesto divertido.
Arima acarició con calma mi pecho y volvió a acercar sus labios a los míos. Su respiración algo agitada se acompasaba con la mía y sus manos ya vagaban libremente por la parte de mi cuerpo desnuda familiarizándose con lo que esperaba fuera para ella de por vida.
De golpe toda aquella magia cesó cuando un delfín asomó su cabeza y abrió la boca haciéndonos tambalear y casi perder el equilibrio en aquella enorme piscina.
-¿Vamos fuera? -preguntó Arima soltando una carcajada. Asentí maldiciendo en mi interior a aquel delfín, y a regañadientes pasé mis manos por la cintura de Arima impulsándola así a salir de la piscina.
Ella volvió a soltar una carcajada mientras yo salía del agua y tras ponerme de pie cogí mi camiseta algo molesto. -Creo que deberíamos irnos -comenzó a andar sin esperarme – mañana tengo entrenamiento con esos estúpidos huesudos.
Fruncí el ceño caminando detrás de ella.
-¿Quién va a entrenarte? -pregunté.
Arima se giró al abrir la puerta y se encogió de hombros. -No tengo ni idea -puso los ojos en blanco y suspiró cuando pasé a su lado – no sé como lo harán por aquí.
Cerró de nuevo los ojos cuando estuvimos fuera y respiró profundamente.
-Intenta no hacerles mucho daño… -bromeé.
Abrió un ojo para mirarme y volvió a soltar una carcajada divertida.
-Hoy me ha quedado claro que aquí no se hacen daño entre ellos.. -susurró esta vez abriendo los ojos por completo y con gesto algo más serio.
Abrí la puerta que daba a las peceras y extendí mi mano que ella no tardó en agarrar con fuerza.
-¿Vas a aceptar la llave que te he ofrecido? -pregunté cerrando la puerta a mis espaldas. Arima asintió y volvió a pegar su cuerpo al mio causándome escalofríos.
Saqué la llave del bolsillo volviendo a maldecir al delfín que no me dejó terminar lo que estaba ya hecho y suspiré resignado entregándole la llave.
De nuevo pasé mi mano por su cintura obligando a que su cuerpo mojado se pegara aún más al mio consiguiendo que me subiera la temperatura mientras ella sonriendo cogió la llave casi al vuelo y tiró de mi mano hacia dentro de la guarida.
-¿Ha donde vamos? -pregunté con gesto divertido siguiéndola por los pasillos.
Mi cara cambió de inmediato cuando ella frenó sus pasos en la puerta de su habitación.
Tragué saliva con nerviosismo y entré dentro de su cuarto cuando ella abrió la puerta.
Con la puerta cerrada clavó su mirada en mi. Estaba completamente mojada y su pijama ya no dejaba mucho a la imaginación. A paso decidido me acerqué a ella y pasando mi mano por su nuca la atraje hacia mi volviendo a besarla con delicadeza.
-Te he encontrado.. -susurró separando ligeramente sus labios de los míos.
Sin perder tiempo la levanté en brazos sin separar su boca de la mía mientras caminaba lentamente hacia la cama. La dejé encima de su cama y volví a quitarme la camiseta tumbándome a su lado. Lentamente nos fuimos desprendiendo de la ropa y por unos minutos dejamos de ser Gazoks, dejamos de estar en contra del mundo y nos olvidamos de donde procedíamos. En ese momento solo quedaban dos corazón que comenzaban a amarse con ferocidad.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora