CAPITULO 52

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PABLO

-Vaya, ¿sigues aquí? Pensé que ya te habías marchado.
Me di la vuelta y me fijé como al lado de la puerta una enfermera algo robusta me miraba con una sonrisa en el rostro.
-Voy a quedarme hasta que se despierte -respondí agarrándome al borde de la cama para mostrar lo poco dispuesto que estaba a salir de aquella habitación de hospital.
Ella me sonrió como si yo le causase algo de lástima.
-Está muy sedada, ¿sabes? No se despertará hasta mañana.
Sonreí con tristeza, pero no me moví de mi asiento.
-Pues me quedaré hasta entonces.
Miré esta vez hacia la ventana y suspiré cuando me fijé  en que había caído la noche.
¿Cuando iban a traer a un Gazok que pudiese curar a Elena?
La enfermera distraídamente verificó que todo estuviese en su orden mientras una sombra desde la ventana llamó mi atención.
-¿Le va a llevar mucho tiempo? -pregunté poniéndome lentamente de pie e intentando buscar con la mirada de nuevo aquella sombra.
-¿A qué te refieres?
No contesté, me alejé de Elena y me acerqué lentamente hacia la ventana.
-Cualquier cosa que necesites solo llamame, estaré por el pasillo -comentó cuando se dio cuenta de que no tenía pensado seguir hablando con ella.
Escuché la puerta de la habitación cerrarse y entonces la sombra volvió a aparecer, esta vez frente a mis ojos. Respiré aliviado y abrí la ventana para dejar entrar a Madu.
-¿Como coño has llegado hasta aquí arriba?
Madu sin contestar, caminó hacia la cama donde se encontraba sedada Elena y la miró con una evidente tristeza.
-¡¿De que coño vas?! -esta vez se giró hacia mi.
Sin esperármelo, llegó hasta donde yo me encontraba y me propinó un fuerte puñetazo que me rompió el labio.
-Me da igual que seas el líder – esta vez me empujó hasta dejar mi espalda pegada a la ventana – si vuelves a alejarme de ella te partiré la cara.
Me quedé quieto sin saber como reaccionar, y él con gesto enfadado volvió hacia la cama donde no tardó en ocupar mi lugar.
-Solo quería salvarla… -susurré llevándome una mano al labio.
Él ignorándome sacó una jeringuilla del bolsillo de su chaqueta y tras limpiarse las lágrimas sacó un pequeño bote que contenía un liquido amarillento.
-Le han pinchado de todo, si le metes algo más puede que no lo soporte su cuerpo.
Madu me miró con cara de pocos amigos y con fuerza lanzó el bote contra la pared haciéndolo romper en mil pedazos.
La puerta volvió a abrirse cogiéndonos desprevenidos y la madre Elena entró con cara de pocos amigos.
-Espero que estés contento – comentó mi padre detrás de ella clavando la mirada en mi – acabamos de firmar que está noche la sometan a una cirugía en la que en el mejor de los casos pierda la pierna.
Mi mirada se clavó en Madu que también me miraba lleno de desconcierto.
-Por esa pierna ya no corre sangre -esta vez fue Alice la que habló  ahogando su llanto mientras se acercaba a mi – lo peor de todo es que tiene dentro una sustancia que recorre ya gran parte de su cuerpo, ¿qué es lo que le pasó a mi hija?
Tragué saliva con nerviosismo.
¿Qué iba a decir? ¿Iba a seguir mintiendo?
-Si el Ikris llega a su corazón morirá….
La voz de Madu nos hizo girar a los tres la cabeza de golpe para clavar la mirada en él. Se puso de pie bajo nuestra atenta mirada y sacó la daga que guardaba.
-¡Alice! -gritó mi padre para que su mujer volviera a su lado.
Madu sin perder tiempo rajó su muñeca haciendo que la sangre brotara como si de una cascada se tratase.
Alice salió de la habitación en busca de ayuda, y mientras mi padre intentaba con palabras calmar a Madu, yo me quedé inmóvil. ¿Qué pretendía hacer? ¿Intentaba pasar su parte de flor Ika al cuerpo de Elena?
Agité la cabeza, aquello era imposible, Madu no era humano portador.
Tragué saliva recordando cuando Arima se encontraba en la misma situación,y reaccionando al fin corrí hacia Elena.
Aún me faltaba mucha información de aquel mundo.
¿Y si Madu podía salvarla traspasando su sangre?
Quitándole la daga a Madu y sin pararme a pensarlo dos veces seguidas, clavé la daga en el brazo de Elena e hice una pequeña abertura.
Mi padre se abalanzó sobre mi haciéndome perder el equilibrio y quitándome la daga de la mano.
-¡¿En qué estás pensando?!
Los enfermeros entraron en la habitación y sujetaron a Madu que no opuso ninguna resistencia.
-¡La sangre no ha tenido contacto! -grité intentando zafarme de las manos de mi padre.
Escuché el llanto de Madu y mi mirada se posó en la misma enfermera robusta que minutos antes había entrado en la habitación a revisar como se encontraba Elena. Se agachó a mi lado mientras mi padre me inmovilizaba y me inyectó algo que hizo que de golpe mi cuerpo se relajara.
-No te reconozco...
Fue lo último que escuché antes que mis ojos se cerraran de golpe.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora