CAPITULO 51

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ARIMA

Unos gritos hicieron que de golpe me levantara de la cama donde llevaba horas mirando al techo y pensando que hacer para ayudar a Pablo en la situación en la que se encontraba.
Otro grito desgarrador hizo que de inmediato agudizara mi oído.
¿Qué estaba pasando?
Me acerqué a la puerta de puntillas intentando hacer el mínimo ruido y poniendo en alerta cada uno de mis sentidos. ¿Habría llegado ya Pablo?
Abrí la puerta lentamente y otro grito desgarrador me encogió el corazón. Esta vez sin pensármelo más salí de mi habitación y caminé por el pasillo desierto.
¿Donde se encontraba todo el mundo?
-¡Llevadlos lejos de mi!
La voz de Zuko me hizo frenar de golpe en medio del pasillo.
De repente , todo se quedó en silencio, como si todo aquello solamente estuviese ocurriendo en mi imaginación, pero otro grito me devolvió a la realidad.
Con paso decidido caminé hasta llegar a la gran sala principal donde todos los huesudos reunidos observaban a alguien que ocupaba el centro de la sala. Me abrí paso entre ellos como pude y antes de llegar a ver algo, sentí una mano agarrarme con fuerza.
-No deberías estar aquí -Aiden con gesto enfadado tiró de mi brazo haciéndome salir de nuevo -esto es solo cosa de huesudos.
Le miré con cara de pocos amigos, pero no quería causarle ningún problema a Pablo, menos ahora, así que sin decir nada más caminé hacia la puerta.
-¡Soltadme!
Me giré de golpe al escuchar ese grito proveniente de una voz que conocía a la perfección y desvié la vista hacia Aiden. Nuestros ojos se cruzaron y antes de darle tiempo a alcanzarme me abrí paso a empujones hacia el centro de la sala.
-¡Arima! -la voz rota de dolor de Cesia me hizo estremecerme.
Miré asustada su rostro amorotonado y las esposas que sujetaban con fuerza sus muñecas. Tragué saliva y desvié esta vez la vista hacia otro de los profesionales que yacía bajo un gran charco de sangre.
-¡Cesia! -grité reaccionando al fin.
Con rapidez corrí hacia ella y me agaché a su lado sin saber que hacer para ayudarla. Toqué sus esposas con nerviosismo y me giré para mirar a Zuko.
-¡Soltadla! -grité enfurecida poniéndome delante de ella intentando de alguna forma protegerla con mi cuerpo.
-Ha venido a matarte -Zuko se acercó a mi de forma amenazante – lleva rondando varios días este lugar.
Clavé la mirada en él y sin dejar de mirarle llevé mi mano hacia uno de los bolsillos del uniforme de Cesia.
-No es buena idea lo que pretendes hacer -el resto de huesudos que nos observaban sacaron sus armas al ver mis intenciones.
Pero ni eso hizo que dejara de buscar algún tipo de arma en alguno de los bolsillos de su uniforme.
-Es una batalla que no ganarás -dijo Zuko cuando me vio sujetar entre mis manos una daga.
Enfurecida me puse de pie y sin apenas pestañear mi acerqué a él.
-¿Piensas que soy tan estúpida como para no darme cuenta de que si me matáis moriría también vuestro líder? -solté una sonora carcajada desafiándole y levanté mi daga hasta rozar su cuello -en cambio a ti podría matarte con un movimiento de muñeca y Pablo jamás tomaría represalias contra mi.
Era la primera vez que Zuko no me miraba con desprecio y eso sin duda me hizo sentir más segura.
-Di que la suelten antes de que mi muñeca decidida acabar con tu vida.. -susurré.
Sentí la punta afilada del machete de Aiden rozar mi nuca.
-No estás en condiciones de exigir nada.. -dijo en tono amenazante.
Sabía que me tenía ganas desde el día en el que me conoció y sabía por su tono de voz que no le iba a temblar el pulso para herir de gravedad a un Gazok.
Dejé de amenazar a Zuko y giré mi cabeza lentamente apartándome de Aiden.
-¡¿Como has sido tan estúpida de dejar que estos idiotas te capturaran?! -grité mirando esta vez a Cesia.
-He dejado que me capturen… -susurró ella sin levantar la vista – he venido por ti.
Fruncí el ceño, pero antes de poder acercarme a ella, dos huesudos la agarraron del brazo y la obligaron a ponerse de pie.
-¡Llevaosla! -espetó Zuko.
Corrí hacia ella y la seguí mientras la arrastraban fuera de la sala.
-He descubierto quien es tu verdadero padre.. -dijo en un hilo de voz.
Me quedé helada esta vez sin poder moverme.
¿Mi padre?
Mi padre había muerto en la batalla de los guerreros hacía bastantes años, antes incluso de que yo naciera, ¿ha que venía ahora todo esto?¿Era una estrategia de los profesionales para captar mi atención o solo era una amiga que quería decirme algo más?
-Has vivido engañada todo este tiempo -elevó el tono de voz e intentó resistirse, pero uno de los huesudos que la acompañaba le propinó un fuerte golpe en el estomago con el puño.
Miré a mi alrededor en busca de ayuda y esta vez mis pupilas se posaron en Nime.
-Diles que paren.. -le supliqué corriendo hacia ella y siendo consciente de que yo sola no iba a poder lidiar con todos. -Pablo no está y no sabemos si volverá -se encogió de hombros algo decepcionada -mientras tanto la máxima autoridad aquí es Zuko.
-Es mi amiga.. -susurré cuando no pude evitar que una lágrima resbalara por mi mejilla.
-Amiga que te matará en cuanto la pongamos en libertad -puso los ojos en blanco y tras resoplar me dejó atrás.  Observé de nuevo el cuerpo encharcado en sangre que aún yacía en medio de la sala, y me mordí el labio ahogando mi llanto. Por mucho que Pablo se cansase de repetir que los Gazoks eran los malos y que no se podía confiar en ellos, yo no podía ignorar mi instinto… no podía abandonar a una de las mías en las garras de los huesudos.
¿Qué pensaría de mi Enzo si llegara a ver en lo que me había convertido?
Ignoré el nudo en mi garganta y corrí detrás de los huesudos que se llevaban a Cesia.
Al finalizar el pasillo bajé las escaleras que conducían a las celdas y miré como la empujaban hasta caer al suelo.
Analicé esta vez a mi alrededor, solo quedaban dos huesudos encerrando a Cesia y nadie más para supervisar que aquello acabara bien. Sujeté con fuerza la daga que había cogido del uniforme de Cesia y caminé detrás de ellos. En silencio cerré detrás de mi la puerta de las celdas y aceleré mis pasos hasta llegar a uno de los huesudos.
-Ya está aquí otra vez la Gazok de…
Antes de darle tiempo a reaccionar pasé con rapidez la daga por su cuello rebanandoselo por completo y haciéndole así caer al suelo de inmediato. El otro huesudo sacó su arma y me amenazó con ella.
-¿Quieres acabar muerta?
Sonreí para mis adentros y corrí hacia él propinándole un fuerte empujón que no se esperaba. Levantó de nuevo su daga, pero antes de darle tiempo a levantarse hundí la mía en su pecho.
Soltando mi arma caminé hacia Cesia que seguía con la cabeza cabizbaja y me agaché a su lado.
-No deberías haber dejado que te capturaran.. -susurré.
Aparté su oscuro y corto pelo del rostro y levanté su cabeza para obligarla a mirarme.
Cesia clavó su mirada en mi.
-Arima..
-En cuanto esté aquí Pablo nadie podrá hacerte nada..
Ella levantó su mano y acarició mi rostro.
-He dejado que me capturaran porque…
La miré atentamente sin saber que era exactamente lo que quería decirme.
-Tu padre no es el que siempre te han hecho creer…
Tosió con fuerza y las dos miramos hacia la puerta donde Abril nos aplaudía con una gran sonrisa en el rostro interrumpiendo aquel momento.
-Las mejores amigas juntas al fin -soltó una carcajada sonora.
Con rapidez me acerqué al huesudo que yacía en el suelo y le arranqué la daga que minutos antes le había clavado en el pecho.
-Tranquila jefa -dio un paso hacia nosotras y me señaló el arco que colgaba de su brazo.
Miré a Cesia y tragué saliva.
-¿Abril? -preguntó ella asombrada -¿no estabas muerta?
-Todos guardamos grandes secretos -contestó Abril dando otro paso hacia nosotras -el mio fue hacerme pasar por una despreciable Gazok.
Me puse de pie y en alerta cuando Abril se acercó aún más.
-¿Por qué te has dejado atrapar?
Las dos se desafiaron con la mirada, pero duró pocos segundos, Cesia desvió la vista rápidamente hacia mi.
-Tú padre es Zafir.
Antes de poder añadir algo más, una flecha aterrizó en su frente haciéndola callar de inmediato.
-¡Cesia! -grité arrodillándome a su lado.
-Es evidente  que no eres la misma.. -escuché los pasos de Abril detrás de mi -antes te hubiese dado igual cualquier persona, solo te importaba salvar tu culo.
Se quedó en silencio durante un segundo y tras suspirar continuó hablando:
-Antes hubieses matado a Pablo con tus propias manos encantada y ahora sale de tu habitación por las mañanas sin importarte que podrán pensar los demás.
Llena de rabia me puse de pie y me giré para observar como me apuntaba con otra flecha.
-Eres una hija de puta…
Ella soltó una carcajada sonora al escucharme.
Sujeté con fuerza de nuevo mi daga y corrí hacia ella sin apenas pestañear. Deseaba matarla con todas mis ganas, deseaba verla perder la vida antes de que hiciese cosas peores. Abril tensó la cuerda y antes de soltar la flecha, de una patada le arrebaté el arco de la mano. Sin perder ni una milésima de segundo me abalancé encima de ella haciéndola caer y apunté con mi daga.
-¿Vas a matar a la única amiga que has tenido?
La fulminé con la mirada e intenté inmovilizarla ejerciendo toda mi fuerza encima de ella. Pero Abril con rapidez me lanzó al otro extremo de la sala dejando que mi daga se perdiera en alguna parte de la celda. Las dos nos pusimos de pie a la vez, pero fui yo la que caminé de nuevo decidida hacia ella.
-Le quitaré el puesto a Zuko si soy yo la que acabo con la vida de la hija de Zafir -puso los ojos en blanco y sonrió -nadie ha conseguido algo igual jamás..
Con rabia le propiné un puñetazo que ella me devolvió. 
Miré a mi alrededor pensando con rapidez, momento que aprovechó ella para lanzarse encima de mi y tumbarme en el suelo mientras sus manos presionaban mi cuello comenzando a dejarme sin aire.
La miré durante un segundo antes de reaccionar.
Desde muy pequeña había vivido engañada, todo mi mundo se había desmoronado en cuestión de segundos. Ni Abril era mi mejor amiga, ni mi padre era la persona de la que yo me sentía orgullosa por luchar hasta el final por conseguir ser un profesional.
Alargué la mano al ver la flecha en el suelo mientras iba quedándome sin aliento.
-¡Te voy a matar! -gritó zarandeándome y dándome inconscientemente la oportunidad de rozar con los dedos la flecha.
Cerré los ojos centrándome en que mi mano alcanzara la flecha. Y los abrí cuando estuvo en mi poder.
Abril ejercía cada vez más fuerza sobre mi cuello y mi cuerpo iba debilitándose sin poder frenar aquello. Intenté no soltar la flecha y tras agarrarla bien, acerqué la punta al estomago de Abril. Cerré de nuevo los ojos recordando aquel reloj de pared en forma de fresa que adornaba nuestra habitación.
“Adiós, amiga mía” -pensé antes de clavarle repetidas veces el arma en su cuerpo haciendo así que la sangre comenzara a correr con rapidez manchando toda mi ropa y parte de mi rostro.
Abril se desplomó encima de mi con los ojos en blanco y tras apartarla me puse de pie.
Era hora de salir de aquel lugar antes de que me lincharan todos los huesudos. Era hora de volver a la nave.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora