PABLO
-¿Te dolió mucho? -Elena se incorporó en la cama y sujetó mi brazo con fuerza para observar desde cerca el tatuaje. Negué con la cabeza.
-Me dolió más el que me he hecho en el pecho -confesé.
Ella entusiasmada desvió la vista hacia Madu, que nos observaba mientras mordía una manzana azul hecha completamente de flor Ika.
-Podrías haberte hecho un tatuaje tú también -le riñó.
Él inmediatamente se incorporó y se desabrocho los primeros botones de la camisa giñándole un ojo mientras ella observaba las alas tatuadas en su piel.
-Me refería a algo como lo que ha hecho Pablo.. -puso los ojos en blanco y al instante soltó una carcajada .
Madu se sonrojó agachando la cabeza sin saber bien a donde mirar.
-La verdad es que jamás te imaginé capaz de tatuarte el nombre de Arima -esta vez Elena me miró a mi y pasó la mano por el plástico que cubría mi tatuaje – es más que evidente que esa chica te gusta mucho.
Agaché la cabeza al igual que Madu y respiré profundamente.
-Creo que debería ir a hablar con ella y dejar de alargarlo más.. -susurré.
-Seguro que si se lo explicas ella lo entenderá todo -comentó Madu.
Suspiré y tras despedirme con un gesto de cabeza les dejé a solas.
Abriendo la puerta bajé las escaleras algo cabizbajo y caminé hacia el cuarto de Arima. Todo mi cuerpo temblaba y me mataba la idea de solo pensar en que ella me apartara por completo de su vida o que simplemente ya no estuviera en aquella habitación.
Caminé con lentitud intentando mantener la calma hasta que detuve mis pasos en frente de su cuarto.
Respiré profundamente soltando todo el aire y toqué la puerta con mis nudillos.
-Arima necesito explicarme… -dije armándome de valor. Pero no hubo respuesta.
Toqué de nuevo la puerta y antes de volver a hablar, se acercó a mi el chico que portaba un machete y que había encerrado a Arima más de una vez en las celdas.
-La sedé cuando quiso matarme -dijo con semblante serio y cara de pocos amigos-no es el momento de que vengas a visitarla.
Fruncí el ceño.
¿Quién se creía ese tío para decirme cuando debía o no ver a Arima?
Haciéndole caso omiso abrí la puerta de su cuarto dándole un codazo para dejarle atrás y entré fijando mi mirada en la cama donde el cuerpo acostado de Arima me rompió el corazón.
-Deberías irte -repitió el chico detrás de mi.
Intenté respirar con profundidad para así ignorarle y me acerqué lentamente a la cama.
-Está sedada así que deberí…
Me giré de golpe y le fulminé con la mirada.
-¡¿Se puede saber que coño te pasa?! -elevé el tono de voz sintiéndome amenazado con su presencia.
-Eres la última persona a la que querrá ver cuando despierte -caminó hacia mi sin apenas pestañear.
Sonreí irónicamente.
-¿Crees que va a preferir verte a ti?
Negué con la cabeza sin dejar de sonreír e ignorándole volví a mirar a Arima que dormía ajena a todo.
-Puedes irte -le miré desde el rabillo del ojo -yo seré el que me quede con ella.
-Creo que debe…
-Me da igual lo que tú creas -le interrumpí molesto y perdiendo del todo mi paciencia – el que manda aquí soy yo.
Esta vez el chico se giró con gesto enfadado y cerrando la puerta de un portazo nos dejó a solas.
Más tranquilo caminé hacia la cama y me senté pasando mi mano por una de las piernas desnudas de Arima. Ella era la única razón por la que yo había decidido quedarme rodeado de Gazoks y huesudos y no escapar despavorido a mi casa.
¿Como iba a hacer que ella entendiera eso?
Levantándome caminé hacia el lado derecho de la cama y descalzándome me tumbé a su lado.
Desvié la vista hacia el tatuaje que me había hecho y sonreí sin poder evitarlo.
-Por fin he encontrado algo que valga la pena llevar tatuado en la piel.. -susurré cerrando los ojos y suspirando. -¿Te has tatuado?
La voz de Arima adormilada me hizo girar la cabeza de inmediato para observarla.
-¿Te has tatuado? -preguntó de nuevo volviendo a cerrar sus preciosos ojos.
Con delicadeza aparté el pelo que le caía sobre el rostro y acaricié su mejilla con uno de mis dedos.
-Te he tatuado.. -susurré.
Arima volvió a abrir los ojos y me miró detenidamente. Tragué saliva con nerviosismo y extendí el brazo para poder enseñarle su nombre tatuado en mi piel.
-Un tatuaje.. -susurró cerrando de nuevo los ojos y soltando una débil risa.
Su mano paseó por mi brazo hasta tocar el plástico que cubría mi tatuaje y solo entonces volvió a abrir los ojos.
-¿Te dolió?
Aparté la mirada de ella.
-Me dolió más haberme dado cuenta de lo cobarde que había sido por no contarte desde un principio lo que hice -confesé.
A duras penas Arima se incorporó hasta quedar sentada y clavó sus ojos en mi.
-Todo lo que haga a partir de ahora lo tendré que hacer pensando en que si yo muero…
Se quedó en silencio sin soltar mi brazo y desvió la vista hacia el tatuaje.
-No podía dejarte morir.. -susurré volviendo a armarme de valor para mirarla – me da igual si eso luego conlleva morir.
El silencio se adueñó del cuarto y Arima resoplando apoyó su cabeza en el cabecero de la cama.
-Fuiste muy valiente.
La miré detenidamente y sin poder evitarlo volví a pasar mi dedo por su mejilla rosada.
Nuestras pupilas se encontraron de nuevo y antes de que ella volviera a hablar tiré de su mano haciéndola caer encima de mi, quedando así nuestros rostros a escasos centímetros de distancia.
-Me he enamorado de ti -confesé.
Miré sus labios y pasando mi mano por su nuca la atraje hasta hacerlos rozar con los míos.
-Me enamoré desde que en el despacho de Zafir intentaste matarme -puse los ojos en blanco y sonreí.
Arima soltó una carcajada sonora.
-¿Qué querías que hiciera? - agachó la cabeza con gesto divertido – me tiraste del pelo.
No pude evitar reír al recordar aquel momento, pero me quedé en silencio cuando Arima apoyó su cabeza en mi pecho y me abrazó con fuerza.
-Nadie había hecho jamás algo como lo que tú has sido capaz de hacer…
Pasé una mano por su largo pelo castaño y suspiré aliviado.
-Haría cualquier cosa por ti Arima.. -susurré – jamás olvides eso.
Hundí mis dedos en su pelo y cerré los ojos escuchando su respiración que a cada segundo se hacía más pesada.
-Mi madre una vez me habló de un hilo rojo – me quedé en silencio recordando aquel momento -me dijo que todas las personas de este mundo nacemos con un hilo rojo rodeando uno de nuestros dedos.
Arima levantó la cabeza para mirarme con atención.
- Me contó que ese hilo conectaba con el hilo que rodeaba el dedo de otra persona y que ese sería sin duda el amor más puro y verdadero– tragué saliva recordando como mi madre me contaba aquello – me lo dijo el día en el que decidió hablarme del divorcio que tenía en mente.
-¿Tu padre no era el otro lado del hilo? -preguntó.
Negué con la cabeza.
-Mi padre jamás fue algún tipo de hilo -contesté intentando ignorar el nudo que se me formaba en la garganta al pensar en aquello – mi padre solo fue la libertad que mi madre necesitaba.
Arima se mordió el labio y agachó la cabeza llevándose las manos a la costura de su camiseta, con fuerza tiró de ella desgarrándola y sacando así un pequeño trozo de hilo.
La miré atentamente mientras ella con aquel hilo blanco rodeaba mi dedo pulgar muy concentrada.
-Yo si que he encontrado el otro lado del hilo -dijo al fin después de atar el otro extremo del hilo a su dedo y aprovechando así para acercar su rostro al mio – eres mi libertad y mi otra parte del hilo.
Sus labios besaron los míos y mis manos rodearon su cintura atrayéndola aún más a mi.
Entonces unos fuertes golpes retumbaron en la habitación sobresaltándonos.
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GAZOKS (parte 1)
RomancePablo, chico corriente que vive sumergido en sus problemas cuando se muda a vivir con su padre después de la perdida de su madre, descubre nuevos mundos y personas de la mano de una chica. Arima, chica no humana que vive sumergida en un mundo lleno...