CAPITULO 25

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ARIMA

Caminé en silencio por las calles de Atlanta mientras intentaba ignorar el fuerte sonido a música y carcajadas que había cinco calles más arriba.
Intenté centrar toda mi atención en el chapoteo de mis deportivas cuando pisaban algún que otro pequeño charco para ignorar así que iba hacia una casa repleta de humanos.
Solo entonces percibí otros pasos más uniéndose a los nuestros. Frené en seco obligando también a Pablo a frenar mientras me miraba con desconcierto.
-¿Pasa algo? -preguntó.
Dio un paso hacia adelante y esta vez fue él el que frenando en seco y con el rostro pálido señaló uno de los charcos. -He… -con la cara desencajada y apuntando con el dedo hacia aquel charco se acercó a mi -he visto a alguien corriendo.
Saqué la daga que le había quitado a uno de los fallecidos y miré mi alrededor intentando ignorar el sonido de la música y los coches para centrarme en las pisadas.
-Están más cerca de lo que pensamos… -susurré algo nerviosa -es mejor que corramos hacia tu casa.
Pablo asintió y sin guardar la daga echamos a correr. Si llegaban a alcanzarnos estaba perdida .
¿Como iba a enfrentar a un ejercito de profesionales si no pude ni con una jefa de equipo?
Tragué saliva bajando el ritmo ya frente a la casa de Pablo y esta vez clavé la mirada en él.
-Si algún día aparecen quiero que corras y no pares hasta encontrar un lugar donde esconderte -me acerqué a él con gesto serio – al fin y al cabo yo fui la que mató a Kano.
Vi como Pablo abrió la boca dispuesto a decirme algo, pero antes de que llegara a hablar Elena nos interrumpió. -¡Chicos! -gritó desde la puerta saludando con la mano en la que no portaba una botella alcohólica.
Resignados caminamos en silencio y entramos en la casa donde la música me impidió seguir atenta a los pasos que nos seguían. Miré a mi alrededor mientras intentaba esquivar a la gente y me apoyé en el marco de la puerta impresionada con tanto humano. La gente bebía, fumaba y bailaba como si jamás pudiesen volver a hacerlo y mientras que yo me apoyaba en el marco de la puerta pude ver como Elena sujetando la mano de Pablo se lo llevaba lejos de mi.
Soltando su mano al fin se subió a la mesa y le dio un largo trago a su botella.
-¡Chicos os presento a mi hermanastro, con lo guapo que es hubiese preferido que fuera otra cosa!-soltó una sonora carcajada y Pablo con gesto cabreado se alejó de ella negando con la cabeza.
-¡Y ella… -esta vez Elena me apuntó a mi con el dedo y sin dejar de sonreír continuó hablando -ella mató a…
Antes de terminar la frase Pablo se giró con rapidez y le arrebató la botella de la mano bajo la atenta mirada de todos los que había en la casa.
-¡Deja de hacer el ridículo! -gritó lanzando la botella contra el suelo. Con gesto aún más enfadado se dirigió a la cocina, y Elena bajó de la mesa avergonzada girando su cabeza para mirarle como si al fin se hubbiese dado cuenta de su error.
-Hola -una voz hizo que dejara de fijar la mirada en ella para esta vez clavarla en un chico bajito con una ridícula gorra de beisbol que me ofrecía un copa.
-Lárgate -le espeté cruzándome de brazos.
El chico me miró y encogiéndose de hombros se bebió la copa que me ofrecía mientras se daba la vuelta.
Desvié de vista de nuevo hacia la cocina y resignada me dirigí hacia el piso de arriba. Necesitaba pensar en alguna forma de escapar de los profesionales antes de que llegaran a matarme, pero..¿Qué iba a hacer?
Subí los peldaños con paso acelerado y me encerré en el cuarto de Pablo apoyándome en la puerta. Echaba de menos la nave y me era demasiado difícil seguir ocultando lo evidente. Yo no encajaba entre los humanos y solo tenía ganas de salir corriendo y volver a mi verdadero hogar, hogar donde había estropeado todo.
Me aparté de la puerta y caminé hasta tumbarme en la cama. Hundí la cabeza en la almohada y el aroma de Pablo me invadió. Él era el único diferente en aquel lugar, el único que entendía parte de mi mundo y aún siendo humano no había salido huyendo.
Suspiré y cerré los ojos imaginando mi habitación y la voz de Abril despertándome como solía hacer cuando me quedaba dormida y llegaba tarde a los entrenamientos. Estaba dispuesta a dar lo que fuera por que estar solamente en un sueño y que nada de lo que estuviera viviendo fuera real. Me hice un ovillo y abriendo los ojos observé detenidamente la habitación de Pablo. Ya había anochecido y era la primera noche que dormía en un lugar ajeno a la nave, siempre había imaginado que si esa noche llegaba estaría rodeada de mis compañeros, y no acompañada de simples humanos.
Cerré los ojos cuando las lágrimas resbalaron por mis mejillas y sollocé hundiendo de nuevo la cara en la almohada.
Escuché la puerta abrirse y fui incapaz de girarme en aquel momento.
-La gente ya se está marchando.. -Pablo escuchó mis sollozos y se acercó lentamente a mi -te dejo la habitación para que descanses.
Me giré con el rostro enrojecido y le observé detenidamente.
-¿Puedes quedarte? -pregunté intentando contener mis lágrimas.
Jamás había pasado la noche con ningún chico, ni siquiera con Kano que llevaba siendo mi novio varios años, pero aquella noche me sentía completamente indefensa.
-Claro – contestó él algo asombrado mientras se quitaba la chaqueta.
Pegué mi cuerpo a la pared dejándole espacio, y él antes de entrar en la cama me observó por un segundo.
-Si prefieres que duerma en el suelo..
Negué con la cabeza y esta vez tapándose con el edredón se tumbó a mi lado. Su cuerpo rozó el mio en aquella pequeña cama y su rostro quedó a escasos centímetros del mío.
-Si no te sientes a gusto aquí podemos irnos mañana mismo -comentó mirándome con preocupación.
Cerré los ojos intentando calmar mi llanto y agarré su brazo con fuerza sintiéndome al fin más calmada con su presencia.
¿Era por el simple hecho de que era el único que sabía todo sobre los Gazoks o había algo más?

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora