ARIMA
Me cubrí con la manta cuando los rayos de sol que entraban por las rendijas de la persiana comenzaron a molestarme.
-¿Hoy también piensas llegar tarde? -la voz de Abril hizo que agudizara el oído para escucharla aún mejor – estamos esperándote.
Aparté la manta de mi rostro y fijé la mirada en el cutre reloj de pared en forma de fresa que adornaba la habitación.
-Joder.. -me levanté de golpe de la cama y corrí hacia el armario.
No había tiempo para ducharme así que saqué mi uniforme negro con laterales amarillos y una pequeña insignia dorada en forma de espada atravesada por una corona que indicaba el rango que había obtenido, me deshice del pijama con rapidez mientras me miraba en el espejo y tras suspirar aún adormilada me giré.
-Aún esperamos, Arima -la voz inconfundible de Abril hizo que soltara una sonrisa nerviosa.
Rocé con mis dedos la insignia dorada que adornaba el pecho de mi uniforme y que tanto me había costado conseguir.
Solo me quedaba subir un puesto más para cumplir el sueño que tanto anhelaba, el sueño de que los laterales de mi traje cambiaran a un azul cian y que mi insignia portara al fin las dos espadas.
Eso deseaba desde que nací en aquella nave, la nave industrial donde iba a seguir estando si no me esforzaba más para ser una profesional, el rango máximo que había en la nave y él único rango al que dejaban salir al exterior en busca de aventuras y peligros.
Me miré por última vez en el espejo y me recogí el pelo en un perfecto moño mientras ya iba saliendo por la puerta.
Corrí hacia el ascensor y entré pulsando sin perder tiempo el botón 0.
En la planta 0 teníamos nuestra sala de entrenamiento, donde todos los equipos entrenábamos hasta sentirnos lo suficientemente preparados como para inscribirnos en la Batalla de los Guerreros.
Esa batalla era una matanza para el resto de contrincantes, ya que solo un equipo saldría con la victoria y con la vida intacta, siempre y cuando su jefe (en este caso yo) no muriera en el intento, si así lo hacía, su equipo debía ser sacrificado en público.
-Ya era hora -en cuanto se abrió la puerta del ascensor, Abril cruzó los brazos y me miró con aire cansado.
-Estaba cansada, ¿vale? - me excuse pasando a su lado y caminando hacia el resto del equipo.
La sala de entrenamiento era bastante amplia, luminosa y llena de absolutamente todo lo que se necesitara para matar sin piedad a tu contrincante. El suelo era de madera grisácea y las paredes de un blanco casi perfecto. Todo seguía una misma tabla de colores para que nada en un momento de concentración pudiese distraernos.
Esa mañana solo había dos equipos entrenando, uno de ellos subido al ring de boxeo y el otro equipo al fondo de la sala, nadie podía escucharles, nadie excepto yo.
Sonreí al escuchar sus voces hablando de la estrategia que usarían conmigo y deje de agudizar el oído para esta vez centrarme en mi equipo.
Todos nosotros teníamos una habilidad o sexto sentido con el que habíamos nacido y que llevaríamos con nosotros hasta la tumba.
En el caso de Enzo, con su fuerza descomunal hacia que todos a su alrededor acabaran hechos trizas. Su largo pelo oscuro y sus ojos achinados le daban un aspecto menos agresivo de lo que realmente era.
Por otro lado estaba Abril, pelo con largos rizos dorados y una sonrisa encantadora hasta que se convertía en tu peor pesadilla cambiando su físico a algo más aterrador.
Eros era rápido y sigiloso, pero eso no era lo único que podía hacer, sus grandes ojos también podían ver a kilómetros de distancia, convirtiéndose así en el mejor del equipo.
Y por último estaba yo, chica de pelo oscuro y piel clara con grandes habilidades en el cuerpo a cuerpo y una gran sensibilidad auditiva con la que escuchar a kilómetros cualquier conversación que me interesase.
-¿Quieres que empecemos? -preguntó Enzo acercándose a mi y entregándome una daga.
Asentí fijándome en si todos llevaban las armas necesarias y sonriendo lancé mi daga rozando así el mentón de Abril e hiriendo parte de su cuello.
Ella cambió su cuerpo dejando que contempláramos todos a un huesudo, un asqueroso y repugnante huesudo.
Eros no tardo en correr hacia ella y antes de que ninguno nos diéramos cuenta cortó el cuello de Abril haciéndola caer al suelo con gesto enfadado.
-Debes ser más rápida y meterte en situación antes -dije mientras Eros ayudaba a Abril a levantarse – si estuviéramos en una pelea real tu enemigo habría aprovechado tu debilidad para matarte en tu forma Gazok.
Enzo soltó una carcajada y me acerqué a él con gesto desafiante.
-¿Crees que lo harías mejor que Abril? -pregunté quitándole la daga de la funda del cinturón .
Él se abalanzó sobre mi y con sus dos manos apretó con fuerza mi cuello intentando separarme la cabeza de los hombros. Sin perder tiempo con la daga que portaba en la mano le acuchillé el brazo haciendo que perdiera fuerza de este, eso me dio tiempo para coger impulso y rodear con mis piernas su cuello haciendo que con esta maniobra y algo de fuerza acabara en el suelo y yo encima de él.
Mi daga se posó en su cuello y mi sonrisa le irritó tanto que me sujetó por la cintura haciéndome levantar de golpe.
Entonces una voz me hizo perder la concentración. Me giré y observé a Kano, el único hijo que quedaba con vida del líder y mi pareja desde hacía un año. También era mi superior y un profesional de uniforme azul.
Suspiré volviendo a concentrarme y Abril golpeó con fuerza mi brazo.
-No se que hacer para cambiar mi forma sin dejar de ser yo – su gesto enfadado y preocupado hizo que me concentrara completamente en ella.
- Necesitas concentración, no olvidar que eres tú en ningún momen
-Se llama tener confianza en uno mismo -la voz de Kano hizo que las dos lo mirásemos, pero él siguió hablando sin importarle nada – eres demasiado débil para presentarte a la batalla.
Él apartó con su mano un rizo que se había colado en frente de los ojos de Abril y la miró con desprecio para luego mirarme a mi con el mismo gesto.
-Jamás ganareis si seguís pensando que lo que hacéis es suficiente.
-Chicos, hemos terminado por hoy – miré con semblante serio al equipo que no tardo en desaparecer dejándome a solas con Kano.
-¿Se puede saber que haces? -pregunté acercándome más a él – así no ayudas en nada.
Él soltó una carcajada y señaló su insignia .
-Si quieres esto estas bastante lejos del objetivo – esta vez se acercó hasta rozar su nariz con la mía – si quieres ganar déjales morir en la batalla.
Se apartó de mi y comenzó a andar con paso decidido, pero antes de llegar lejos volvió a girarse para clavar de nuevo la mirada en mi.
-Si quieres ser libre no debes tener piedad con ninguno.

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GAZOKS (parte 1)
RomancePablo, chico corriente que vive sumergido en sus problemas cuando se muda a vivir con su padre después de la perdida de su madre, descubre nuevos mundos y personas de la mano de una chica. Arima, chica no humana que vive sumergida en un mundo lleno...