CAPITULO 42

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PABLO

Me levanté de la cama algo cansado por la celebración de la noche anterior y tras darme una larga ducha y vestirme, caminé hacia la puerta sin dejar de darle vueltas a lo que me depararía el día. Salí al pasillo y me dirigí hacia las escaleras que conducían a la enfermería. Ya era hora de contarle todo lo que estaba sucediendo a Elena, aunque pareciera todo demasiado surrealista.
Subí los escalones con nerviosismo y abrí la puerta de la enfermería escuchando esta vez como Elena se reía a carcajada limpia. Fruncí el ceño y entrando al fin fijé la mirada en Madu que sentado al lado de ella le contaba algo de una forma muy cómplice.
-Hola Pablo -me saludó él con un ligero siseo proveniente de su lengua viperina.
Moví la cabeza devolvíendole el saludo y me acerqué a ellos.
-Me ha traído un donut para desayunar -Elena me mostró su plato ya vacío y esbozó una sonrisa llena de felicidad -Madu dice que la panadera cuando vio su lengua no pudo ocultar su asombro y en vez de darle una napolitana acabó dándole un donut.
Soltó una carcajada y desvió de nuevo la vista hacia él. -Saqué la lengua intentando exagerar mis movimientos -comentó esta vez Madu mirándome a mi – me encanta las caras que ponen cuando ven algo inusual.
-¿Has salido fuera? -pregunté.
Era lo único que realmente me importaba, ¿donde estaba esa salida?
Madu asintió.
-Por nuestra seguridad está prohibido -agachó la cabeza algo avergonzado -pero no podía dejar a Elena sin desayunar.
La miré de inmediato a ella que también agachaba la cabeza con el rostro enrojecido.
¿Me había perdido algo?
Él se puso de pie estirándose la camiseta y se acercó a mi. -Os dejo solos.. -sin esperar nada de mi parte se acercó a Elena y le quitó el plato de entre las manos -intentaré conseguirte el tiramisú. Giñó un ojo y despidiéndose de ella se fue de la enfermería.
-¿No crees que es adorable? -preguntó ella volviendo a apoyar la cabeza en la almohada.
Me senté a su lado sin contestar a su pregunta, pero antes de cambiar de tema ella se adelantó.
-Arima estuvo ayer aquí … -susurró cerrando los ojos -me dijo que nos quedaríamos mucho tiempo en este lugar.
La miré frunciendo el ceño mientras continuaba hablando. -La noté algo triste y apagada…
-Es normal, Arima odia este lugar -confesé sintiéndome culpable por aceptar quedarme aquí sin antes hablarlo con ella -pero yo necesito vengarme.
-¿De quién? -preguntó esta vez abriendo los ojos y mirándome fijamente.
-Justo a eso he venido… -susurré buscando las palabras adecuadas para contarle toda la verdad - quiero que sepas donde estamos y como hemos llegado hasta aquí.
Elena me miró encorvando una ceja y suspiró.
-Soy toda oídos.
Me pasé una mano por el pelo para ganar tiempo y comencé a relatar todo lo sucedido.
-No soy humano -comencé -lo era antes de adentrarme en esta parte del mundo tan turbia, pero decidí dejar de serlo para salvar a Arima de una muerte segura.
-¿Eres también Gazok?
Su pregunta me sobresaltó.
¿Como sabia eso ella?
-Arima ayer me confesó que no era humana – explicó.
Se ruborizó de nuevo y agachando la cabeza sonrió con nerviosismo.
-Pero..¿Madu es humano? -preguntó con timidez – no he querido preguntárselo.
-Solo eres humana tú -dije con seriedad.
Elena se deshizo de la sabana y se acercó más a mi.
-Lo que me dices parece salido de una película de…
-Elena, te lo creas o no vas a tener que convivir mucho tiempo rodeada de huesudos y algún que otro Gazok -estaba empezando a cabrearme el hecho de que se tomara todo tan a broma -olvidate de tu madre y de mi padre.
Noté el gesto de enfado en su rostro, pero antes de que empezara a hablar su cabeza cayó de golpe encima de la almohada y su cuerpo comenzó a convulsionar encima de la cama bajo mi atenta mirada. Con rapidez corrí fuera de la enfermería y nada más abrir la puerta grité con fuerza: -¡AYUDA!
Madu que se encontraba hablando con otro huesudo giró su cabeza en mi dirección y corrió hacia mi lleno de preocupación.
Entró dentro de la enfermería y yo me quedé quieto fijando esta vez la mirada en Zuko que ni se inmutó al ver mi cara llena de desesperación.
Dejando aquel detalle atrás observé como Madu abriendo un pequeño armario de puertas blanquecinas sacaba unas jeringuillas y un bote con un liquido amarillento. -¡Ayudala! -grité con nerviosismo sin saber como actuar ante aquella situación.
Madu más envuelto en aquella situación destapó la jeringuilla con la boca mientras que con la otra mano no saltaba la de Elena.
-Son los efectos del Ikris – comentó con la voz temblorosa cuando la puerta de la enfermería volvió a abrirse.
Una chica vestida completamente de negro y con el rostro algo pálido corrió hacia Elena remangándose con rapidez.
Agarró el bote entre las manos y lo abrió cogiendo la jeringuilla que le extendía Madu. Sin perder ni medio segundo le inyectó aquel liquido amarillento en el cuello a Elena.
De inmediato Elena dejó de convulsionar y relajando su cuerpo se desplomó encima de la cama.
-No debemos olvidar que es humana -la chica con algo de brusquedad giró el cuerpo de Elena dejándolo boca abajo -puede que nada de lo que hagamos sirva.
-Ella no puede morir… -susurré intentando no nublar mi mente, ¿como iba a explicar su muerte?
La chica resopló haciendo que su flequillo castaño se balanceara y me miró mientras preparaba otra jeringuilla. -Es humana – suspiró algo angustiada – hacemos lo que podemos, pero debes saber que desconocemos como funciona el cuerpo humano.
Miré a Madu esta vez lleno de rabia y sin pensármelo dos veces me abalancé encima de él. Era el único culpable de que Elena estuviese en aquella situación. Con fuerza le propiné un puñetazo haciéndole retroceder hasta dejar su cuerpo pegado a la pared.
-Eres un desgraciado.. -susurré levantando el puño de nuevo y dándole otro golpe en el estomago.
Soltó un fuerte grito de dolor, pero eso no hizo que mi rabia cesara. Estaba enfurecido, muy enfurecido con aquella situación. Apreté de nuevo el puño y esta vez mi golpe que fue a parar a su ceja le hizo caer al suelo.
-Oh venga -la chica se acercó a mi lentamente – se está dejando pegar…
Me giré para fulminarla con la mirada.
-Si Elena no vive, juro que habrá pena de muerte para el culpable – dejé de mirarla y caminé hacia la puerta – en ese momento querrá pelear de verdad y no podrá.
De un portazo cerré la puerta de la enfermería.
Un calor invadió mi interior y en aquel momento supe que yo había dejado de ser el mismo.

GAZOKS  (parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora