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Hoy era el día en que las universidades iban a visitar la escuela.

Estaba con los chicos caminando por todo el patio.
Veía pequeñas campañas de universidades por todos lados, esto me iba a volar la cabeza.

Stanford, Cambridge, Berkley, Harvard, Oxford, y millones más estaban en mi escuela.

Mis amigos y yo fuimos a buscar la NYU y la encontramos.

Una señorita rubia de cabello al hombro lacio con lentes cafés nos atendió.

Nos empezó a explicar lo típico que una universidad de la elite te diría.
Becas, ventajas, el sistema de educación, las carreras a elegir y el campus.
La verdad es que no estaba nada mal.

La chica rubia con voz un poco chillona nos dio unos folletos incluidos con una revista de la NYU.

Hoy teníamos que hacer las solicitudes universitarias para recibir una entrevista privada con la escuela, y base a eso después el examen y la carta de solicitud de admisión y después te dicen si quedaste o no.

Me dieron los papeles para la solicitud, aparte de esa haría cuatro solicitudes para otras que eran Oxford, la universidad de Chicago, Pensilvania, Princenton y por supuesto NYU.

Nos sentamos en las mesas y empezamos a llenar las solicitudes.

Esto fue mucho más tardado de lo que pensé, 22 o 24 hojas a llenar por cada universidad fue tan estresante de lo que había imaginado.

Rebeka: ¿Cómo vas?.
Yo: No eh terminado.
Rebeka: Oye amiga no entiendo para que te molestas en hacer tanto papeleo, tu padre tiene influencias en todas las universidades a las que te postulaste, tu no lo necesitas.
Yo: Lo se, pero quiero ganarme algo por mi cuenta, quiero ser yo la que logré entrar a alguna de ellas limpiamente.
Rebeka: Okey...

Rebe se encogió de hombros.

Rebeka: Iré a dejar esta cosa, vuelvo en un segundo.

Ella aplastó el cigarrillo que fumaba y después se fue.

Admito que estaba emocionada, quería contarle a Sebastian que me había postulado a universidad, aunque no sabía cómo lo tomaría.

(...)

Sebastian: ¿Cocinando?.
Yo: En realidad no estoy cocinando, solo preparo.

Vi a Sebastian recargado en la puerta de la cocina con esos shorts negros, sin camisa con los pelos descabellados y esa sonrisa sexy sobre mi.

El me abrazo por la espalda y me empezó a besar la mitad del cuello y la nuca.

Sebastian: Son las cuatro de la mañana... Deberías de estar durmiendo ahora conmigo...

Dijo con esa maldita voz ronca susurrandole al oido que me hacía pasar saliva y mi mandíbula ponerse tan dura.

Saque el cuchillo para embarrarle mermelada a mi pan mientras no quitaba mis ojos sobre los ojos de mi novio.

Yo: Tengo hambre...

Le susurre.

Le di una mordida a mi pan, me quedo un poco de mermelada en mis labios y Sebastian los mordió y con su lengua me quitó la mermelada.

Yo: Gracias...
Sebastian: Sabe bien...

Lo veía en sus ojos, quería follarme ahora mismo, y no le importaba que fuera en la cocina.

Yo: Ahora no Sebastian...
Sebastian: Tu me vuelves loco...

El me besaba y sus brazos estaban apretandome que no me hacían poder alejarme de él.
Joder, amaba eso, el sabía que era otra de mis malditas debilidades.

Sebastian: Estoy tan estúpidamente enamorado de ti...

Dijo eso entre dientes besándome.

Yo: Ya... Sueltame...

El me ignoro.

Yo: Sebastian... No estoy jugando...

El me miró. Aún estaba rodeada por sus brazos.

Sebastian: Vamos... Se una niña buena... ¿Si?.

Me miro con una cara de perrito regañado.

Yo: Ja, no hagas eso.

Esta vez dejo que me apartará de el. Si quería que me follara pero quería resistirme.

Lo voltie a ver, estaba unos centímetros apartada de el.

Yo: Perdón.

Bese sus labios.

Yo: De acuerdo... Recuérdame que soy tuya...

El soltó una carcajada y regreso su vista a mis ojos.

El empezó lento, como si lo fuéramos hacer por primera vez.

Sus labios besaban y mordían mi lóbulo, notaba que jugaba con el arete qué llevaba puesto.
Sus manos estaban en mi espalda.
Después las mismas tocaron mis pompis por abajo obligandome a saltar a su cadera.

Me llevo hacía la mesa de la cocina, me empezó a quitar la ropa mientras me tocaba.

Yo me mordía el labio de solo verlo, ya no aguantaba quería besarlo y comermelo.

Puse los pies en el suelo, le baje la ropa que traía incluido el boxer, el no me detuvo.
Empeze besando su abdomen, sentía sus ojos sobre mi.
Cuando baje me volví a encontrar con su amigo.
Besaba, chupaba, lamía y mordía a su amigo. Notaba como Sebastian soltaba gemidos y apretaba mis hombros.
Esto me gustaba, el no sabía nada mal.

Después de eso ya no pudo resistirse.
Me tiro sobre la mesa, se encimo en mi me besó algunas veces y yo ya tenía abiertas las piernas para que no se detuviera.

Mientras lamía mis pechos sentí como su amigo había entrado en mi.
Grite muy fuerte gracias a eso.

El se empezó a mover demasiado rápido y lo hacía duro, me gustaba tanto eso aunque sus caricias besos y mordidas eran tan suaves que todo eso junto lo hacía mucho más perfecto.

Sentí como sus brazos me empezaron a ahorcar de una forma brusca pero sensual.
Veía sus venas sobresaltar y querer explotar de sus brazos al ahorcarme.

Yo mordía su cuello mientras el estaba penetrandome.

Y en eso note como el sol nos había alumbrado. Había amanecido.
¿Porque carajo cuando hacía el amor con Sebastian el tiempo se pasaba en un segundo?.

Sebastian dejo de estar en mi y se acostó a un lado de la mesa.

Le di una sonrisa calida y acaricie su cabello varias veces.

Yo: Te amo...
Sebastian: Te amo...

Sentía el sudor por todo mi maldito cuerpo y en cuanto me acosté en el pecho de Sebastian también sentí su cuerpo bañado en sudor.

Pero sabía que nunca iba a tener suficiente ni a aburrirme de esto jamás.

Mi Psicólogo. (Sebastian Stan y tú). 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora