Capítulo 59: Llegaste en el momento indicado.

400 24 5
                                    

Llegaste en el momento indicado

Desperté a la mañana siguiente pues susurros por parte de Edward me alertaron, abrí mis ojos lentamente acostumbrándome a la luz nívea que chocaba contra mis ojos. Él estaba de pie meciendo lentamente a Marie, la miraba como si fuera lo más precioso, y claro que lo era, era simplemente perfecta.

Sonreí sin dejar de mirarlos, era hermoso despertar de esta forma, los ojos verdes se encontraron con los míos, sonriéndome de igual manera.

—Buenos días, cariño— musitó él sin dejar de sonreír, sentía un mar de sensaciones ahora mismo, me sentía intensamente feliz, queriendo saltar por toda la habitación pero por ahora me era un poco imposible, me sentía algo adolorida aún.

—Buenos días— respondí estirándome un poco en la incómoda camilla, se acercó a mí entregándome a la pequeña Marie, quien seguía durmiendo pacíficamente, la tomé con delicadeza apreciando cada detalle de su pequeño y hermoso rostro, sus mejillas regordetas estaban rositas, su naricita respingada parecida a la mía, sus ojitos se mantenían cerrados, dando vista a las pequeñas y largas pestañas que los decoraban, su piel era tan suave que me hizo sonreír. Acerqué mis labios a su pequeña frente que era cubierta por un gorrito de color rosa, su olor era tan bonito, el típico olor a bebé que hacía que me derritiera de ternura.

—Hola, pequeñita— susurré acariciando su mejilla con mi dedo índice, un pequeño quejidito se hizo presente.

—Es una bebé muy tranquila— expresó Edward sentándose en la silla, sonreí asintiendo con la cabeza, en toda la noche se había mantenido tranquila, salvo cuando le dió hambre, comenzaba a quejarse.

—Espero que así sea, porque cuando estaba en mi vientre no dejaba de moverse— alcé mis cejas, él rió un poco. Marie comenzó a moverse, moviendo sus pequeñas manitas con insistencia.

—Creo que le has recordado— habló Edward entre risas, hice una mueca observando a nuestra hija, sus ojitos trataban de abrirse con dificultad, yo estaba emocionada esperando a que los abriera.

—Hola, mi amor— le hablé motivándola a que pudiera verme, pero aún le estaba costando— anda, abre los ojos— le pedí con voz dulce, embobada por la escena que estaba ocurriendo, Edward se acercó a mí también, mirándola con emoción.

De pronto sus ojitos se abrieron, mirando a todos lados sin dejar de parpadear, parecía que se estaba acostumbrando a la luz de la habitación, hasta que su visión se encontró con nosotros.

Mi corazón saltaba de alegría al ver aquellos hermosos ojos, nos miraba con detenimiento tratando de entender que estaba pasando, sonreí conmocionada.

— ¡Ay que hermosos ojos!— expresó Edward hablándole, Marie enfocó ahora la vista en su padre, había reconocido su voz.

Marie comenzó a abrir su boquita mientras se movía con insistencia, parecía que ya era la hora de comer, un pequeño quejido después se hizo presente y llegó el llanto.

—No, no— la mecí con lentitud tratando de tranquilizarla pero no parecía funcionar— amor, puedes prepararle su biberón, por favor— le pedí a Edward quien gustoso se levantó de la camilla y comenzó a preparar el biberón.

Cuando lo había terminado, me lo entregó y comencé a alimentar a Marie, el llanto rápidamente se calmó, me sentía tan feliz.

Los ruidos que ella hacía mientras comía me parecían la cosa más tierna en este mundo, Edward estaba fuera de la habitación haciendo algunas llamadas. La enfermera ingresó con una bandeja entre sus manos.

Yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora