Capítulo 68: Todo pasa

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Todo pasa

Rápidamente miré a mi esposo, quien me sonreía enormemente, creo que me desmayaría.

Lo que mis ojos estaban viendo simplemente me parecía algo irreal, ¡esto no estaba pasando! No sabía cómo reaccionar, pues mi cuerpo estaba estático y tenía por seguro que había entrado en estado de shock, las manos me temblaban y el corazón lo podía sentir bombeando con rapidez en la garganta.

Tenía mucho miedo, tenía miedo de despertar y que todo fuera eso, un simple sueño, un precioso sueño del cual no quería despertar.

—Edward...— fue lo único que dije cuando mi voz fue capaz de salir por mi boca, él me observó en espera a que continuara hablando pero la garganta se me cerró y me costó el formular las palabras, mi mente estaba en blanco— ¿Esto es... esto es un sueño?— le pregunté aterrada a que me confirmara mi sospecha, si era un sueño, era el sueño más lúcido que había tenido jamás y me echaría a llorar ahí mismo.

—No, cariño, realmente estamos aquí— se acercó a mí, acariciando mi mejilla con delicadeza, su tacto se sentía tan real... pero las dudas aún seguía presentes en mí, mis dedos temblorosos viajaron hasta su definida mandíbula en un intento de descifrar si era real, y así parecía serlo.

—No puede ser real... esto no puede ser real— se me entrecortó la voz y la vista se me nubló en un instante, mis ojos vidriosos volvieron a enfocarse al frente, ahí, en medio del bosque se encontraba la casa de mi infancia, en donde miles de vivencias, recuerdos y memorias se resguardaban. La casita acogedora de dos pisos, se mantenía intacta, algo demacrada de las paredes de madera blanca pero todo estaba igual, los dos árboles frontales tenían sus hojas anaranjadas gracias a la estación presente, y el césped era cubierto por estas mismas.

Mis ojos viajaron rápidamente a la ventana del piso de arriba, ahí era mi antigua habitación, sentí un mar de sentimientos y no sabía si ponerme a llorar o a saltar de la emoción.

— ¿Quieres entrar?— me preguntó Edward sin dejar de sonreír, le miré incrédula ante lo que me acababa de decir, ¿entrar a la casa? ¿eso era posible?.

— ¿Cómo vamos a entrar si está deshabitada desde que mis padres fallecieron? No tengo una copia de las llaves— negué con la cabeza varias veces aún sin caer en cuenta sobre lo que estaba sucediendo, mi esposo buscó entre el bolsillo de su pantalón algo y después sacó una llave, extendiéndomela.

Abrí la boca sorprendida.

— ¿C-cómo es que tienes las llaves? Edward, la casa está abandonada desde hace tanto tiempo... eso no es posible... por favor, por favor, dime si esto es un sueño— le supliqué con un hilo de voz y el corazón adolorido, soltó una carcajada negando con la cabeza.

—Bella, tranquilízate— me acurrucó entre sus brazos, acariciando mi espalda con lentitud, respiré hondo sin dejar de observar mi antigua casa—. No es un sueño, mi vida, esto es real, ¿quieres entrar?— volvió a cuestionarme, asentí sin dudarlo dos veces separándome de él, me entregó la llave y con manos temblorosas la observé, reposaba en la palma de mi mano.

—Adelántate, iré por los niños— me animó antes de dejar un beso en mis cabellos, darse la vuelta y caminar hacia el auto en donde nos esperaban nuestros hijos.

Enfoqué de nuevo la vista a la casa, después a la llave que seguía en mi mano, tomé un bocado de aire y caminé hacia el porche; se me dificultó un poco el ingresar la llave y abrir la puerta pues mis manos temblaban de una manera casi incontrolable, cuando fui capaz de abrir la puerta, el particular olor de mi hogar me llenó por completo, y como un golpe de calor, miles de memorias llenaron mi mente.

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