Capítulo 62: El gran día.

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El gran día

Nueve meses después...

Los meses habían pasado con una rapidez inexplicable, a pesar de eso, yo aún seguía emocionada por la boda, Alice nos estaba ayudando con todos los preparativos pues eso era lo de ella, faltaba solamente un mes y la emoción que sentía era una carga de energía positiva que me invadía. Habíamos querido esperarnos algunos meses pues queríamos que Marie estuviera más grande y no fuera algo tedioso para ella y para nosotros de igual manera.

A pesar de que Edward me había dicho que para él el hecho de una boda no era importante, le veía bastante emocionado, cada que podía me preguntaba sobre los preparativos y que más hacía falta. Ya teníamos casi todo listo, sería al aire libre, sólo esperábamos que el clima no nos defraudara y todo saliera como teníamos planeado, no me gustaba pensar tanto en eso pues mi ansiedad se hacía presente con una rapidez exprés, la cual no me llevaba a ninguna parte así que dejaba que todo fluyera y esperar hasta el día especial.

Salí de mis pensamientos cuando escuché el llanto de Marie, mi momento había terminado, me dirigí con rapidez hacia su habitación que era iluminada por los rayos del sol mañanero, ella yacía sentada sobre su cuna, llorando con fuerza, me sorprendía la fuerza que sus pequeños pulmones podían llegar a tener.

Cuando se percató de mi presencia rápidamente me alzó sus brazos para que la tomara, era tan apegada a mí, algo que no era tan bueno pues en el momento en el que desaparecía de su vista, el llanto era algo obligatorio.

—Buenos días, cielo— le hablé sosteniéndola entre mis brazos, se removió con brusquedad entre ellos tallando sus ojitos y escondiendo su rostro en mi cuello, su cuerpo temblaba un poco a causa de los espasmos del llanto, mi hija era un poco sentimental— tranquila, pequeña, mamá está aquí— musité dulcemente meciéndola con lentitud tratando de calmarla, sus ojitos color miel se encontraron con los míos, la combinación de sus ojos me era lo más precioso, era la combinación de los ojos de Edward y los míos.

Le sonreí enternecida al ver su precioso rostro, una pequeña sonrisita se asomó de entre sus labios, mostrando sus encías, besé su mejilla abrazándola a mí con ternura, el amor que le tenía a mis hijos era algo que no podía explicar, era tan afortunada. Salí de la habitación aún con Marie entre mis brazos, bajamos a la cocina para así poder desayunar juntas, en las mañanas solamente éramos ella y yo, sentí un retorcijón en el corazón al darme cuenta de que Anthony estaba creciendo tan rápido, al menos tenía a esta pequeñita para que me hiciera compañía.

Abrí el refrigerador observando que podía comer, tomé un poco de fruta y jugo de naranja, Marie extendía con insistencia sus manitas para tomar las cosas, ahora era más curiosa pues ya tenía más fuerza y podía sostener mejor las cosas. La dejé en su sillita esperando a que no llorara y quisiera quedarse ahí, corté un poco de manzana sirviéndola en el pequeño plato de Marie, se la entregué para que así se entretuviera un poco y me dejara preparar el almuerzo.

Ella gustosa comenzó a tomar con sus manitas los pedazos de manzana, sintiendo las texturas, sonreí encendiendo la estufa, podía pasar horas mirándola y no cansarme nunca, preparé unas tostadas y huevo, luego hice una papilla para Marie quien disfrutaba de los trocitos de manzana, esa era una de las maneras en la que podía mantenerla entretenida por un par de minutos.

Cuando ya había terminado de cocinar, me dispuse a darle de comer pero ella se negaba a que yo lo hiciera, así que le entregué la cuchara quien gustosa tomó y comenzó a hacer un desastre pero la dejé ser libre y comer como le era posible, me senté en la mesa y comencé a almorzar con mi pequeña hija.

—Di, ma-má— llevaba un par de semanas intentando que Marie comenzara a hablar pero mi hija se negaba a tan siquiera intentarlo— Marie, di ma-má— la animé pero no me prestaba atención, me rendí dando un gran suspiro, ella estaba entretenida jugando con sus juguetes regados por toda la cama. La miré jugar por un par de minutos hasta que escuchamos la puerta principal abrirse, habían llegado.

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