Capítulo 25: No jugarás conmigo.

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No jugarás conmigo.

Bella.

Desperté por la mañana, Edward me miraba con una pequeña sonrisa, rodé mis ojos pasando una mano por mi cabello. ¿Qué quería con esa sonrisa? ¿Hacerme cambiar de opinión? ¿Hacer como si no hubiera pasado nada?. Está vez no sería así, no caería a sus pies así de fácil.

—No te molestes conmigo— me tomó por la cintura, besando todo mi rostro. Dios, sonreí un poco pero rápidamente lo empujé.

Puse mis pies en la alfombra, antes de levantarme di un bostezo, caminando hacia el baño, quería darme una ducha antes de bajar a almorzar, Edward me miró desde la cama. Punto para mí.

Abrí la llave de la ducha, esperando a que el agua comenzara a salir, me desvestí. El agua estaba perfecta, cayó sobre mi espalda y mojando mi cabello, cerré mis ojos.

Esperaba que Edward no me molestara, había olvidado ponerle seguro a la puerta, me duché lo más rápido que pude, cerré la llave y enredé mi cuerpo en la toalla, cepillé mis dientes y salí del baño para buscar mi ropa.

De mi equipaje saqué, un short negro de mezclilla, una blusa blanca y una chaqueta roja y claramente mis converse, hacía tiempo que no me vestía así, esta vez el clima sí ayudaba. Me vestí, secando mi cabello y cepillándolo, Edward seguía en la cama pero su vista estaba enfocada en su teléfono.

Decidí dejar mi cabello suelto, salí de la habitación cuando ya estaba lista, quería bajar antes que todos, pues esta vez no quería almorzar con ellos, llegué a la cocina tomando una manzana, escuché pasos, maldije en voz baja antes de darme la vuelta y ver quien era.

— ¿Estarás así conmigo todo lo que resta del día?— frunció su ceño Edward, le di una mordida a la manzana antes de caminar hasta la sala, pero me sostuvo de la muñeca evitando que me fuera.

—No quiero hablar contigo— me solté de su agarre, tumbándome en el sofá y viendo mi teléfono, se paró frente a mí con sus brazos cruzados. No lo miré, hice como si no estuviera, continué comiendo mi manzana.

Me quitó la manzana, rápidamente lo miré algo irritada.

— ¡¿Qué quieres?!— le pregunté molesta, odiaba que me molestara, ¿qué no entendía que no quería hablar con él? ¿Tan difícil era comprender eso?.

—Quiero que me hables, eso es lo que quiero— se mantuvo de pie frente a mí, gruñí levantándome del sofá.

— ¿Después de lo de ayer?— lo empujé un poco para que me dejara pasar, frunció su ceño.

— ¿Qué fue lo qué pasó ayer?— cuestionó arqueando una ceja, iba a acabar con mi paciencia.

— ¿Estás hablando en serio?— me crucé de brazos, él asintió— Te fuiste y con Tanya, ni siquiera te despediste de mí, llegaste a las doce de la noche y querías follarme, ¡simplemente no te entiendo aveces! Y dame mi manzana— musité molesta arrebatándole la manzana de las manos, se quedó callado analizando cada uno de mis movimientos.

—Yo no sabía que mis padres estaban invitados a una cena y mucho menos que Tanya estaría aquí, te lo dije ayer, si hubiera estado enterado de eso... ni siquiera estuviéramos aquí— se acercó a mí, negué apartándolo— Dame esa manzana, el almuerzo pronto estará listo— me volvió a quitar la manzana, bufé ya cansada.

— ¡Yo quiero comerme esa maldita manzana!— chillé, él me la entregó levantando sus manos en forma de rendición y se fue de la sala. Lo odiaba, pero demasiado. Odiaba cómo le importaba muy poco todo.

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