Capítulo 10: Italia.

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Italia.

Bajamos del auto, llegando al aeropuerto. Hoy sería el viaje a Italia, Carlisle se había adelantado, así que él estaba apunto de llegar.

Matt, el chofer de Edward nos ayudó con las maletas, iríamos en primera clase, subimos al avión, nos recibieron con bebidas y algunas botanas.

—Esto es impresionante— dije bebiendo de mi jugo de naranja, Edward apartó la mirada de su teléfono.

— ¿Primera vez?— preguntó tontamente, rodé mis ojos, era más que obvio y él lo sabía perfectamente.

Sonrió y tomó de su tequila, cada uno de sus movimientos era hipnotizante, podía estar horas viéndolo sin cansarme.

—Acostúmbrate, que así será de ahora en adelante— tomó mi mentón, me puse unas gafas oscuras y sonreí.

.

Llegamos a Italia— para ser exacta, a Roma—nos esperaba un auto fuera del aeropuerto, unos hombres subían nuestros equipajes a la cajuela.

—Señor Cullen— extendió su mano el que parecía ser el chofer, Edward la estrechó.

—Christopher, es bueno verte— respondió, subimos al auto sin más. Iríamos a instalarnos al hotel, miraba asombrada Roma, todo era hermoso, los paisajes, los lugares tan rústicos, románticos. Acababa de llegar y no quería irme nunca.

—Es tan hermoso— miré a Edward con emoción, enfocó su mirada en la ventana y asintió.

—Sí, he estado aquí tantas veces que ya me acostumbré— se encogió de hombros.

«Hombres ricos» pensé.

Llegamos a un enorme hotel, tan elegante, gente de clase salía por las puertas, abrieron la puerta para que bajáramos.

Abrí mi boca, era hermoso. Caminamos hasta recepción, en donde nos dieron las llaves de la habitación.

Dejaron nuestro equipaje y se retiraron, miré la habitación confundida.

— ¿Sólo una habitación?— pregunté sentándome en la enorme cama, Edward frunció su ceño y escondió sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir negro.

—Sí, no creo que importé... ¿cierto?— cuestionó esperando escuchar mi respuesta, rápidamente negué y me quité los zapatos de tacón, levantándome de la cama y abriendo las puertas corredizas, las cuales daban a una hermosa terraza con vista a el mar azul de Roma.

—No puedo creer lo hermoso que es aquí— estaba atontada por la belleza de esta cuidad, todo era un poco más tranquilo, algo que en las calles de Nueva York no había.

El sol chocó contra mi rostro, era una agradable sensación, el viento hizo que el vuelo de mi vestido se levantara un poco.

Sentí las manos de Edward recorrer mi cintura, dejando pequeños besos por mi cuello, me giré viéndolo directamente a los ojos, jalé su saco mientras lo besaba con deseo, ingresamos a la habitación, me puse de rodillas sobre la alfombra bajando el cierre de su pantalón.

Él peinó mi cabello hacia atrás, su ropa interior estaba abultada, acaricié su miembro sobre la tela del boxer, para después bajarlo un poco, comencé a acariciarlo de arriba hacia abajó, con lentitud, me miraba fijamente mientras lo acariciaba, sus ojos estaban oscurecidos y eso me excitaba. Posé mis labios sobre el largo de su miembro, y comencé a dejar pequeños besos sobre él.

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