capítulo 23.

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Ochako llegó a la mesa y momentos después llegó Katsuki

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Ochako llegó a la mesa y momentos después llegó Katsuki.

Al anciano no pareció afectarle el obvio odio que le tenían todos y hablaba con normalidad.

Ochako estaba sentada al lado de su padre y al frente estaban los Bakugo, a diferencia de minutos otras cada vez que chocaba su mirada con la de Katsuki se sentía avergonzada.

No pudo evitar recordar el pesado, había sucedido mucho con ese rubio, desde lo bueno hasta lo malo, lo fantastico y maravilloso a lo horrible y fatídico.

Tenían una historia, la cuál no era en lo más mínimo romántica o muy linda, pero si se contaba correctamente podía ser conmovedora y digna para un premio.

-cierto Ochako?- la castaña parpadeo y miró a su padre.

-perdón, que cosa?- el mayor levantó una ceja.

-estaba diciendo que vas a comenzar a manejar el narcotráfico extranjero por barcos- la chica asintió, hace un tiempo habían hablado de eso.

-ah si, de hecho de a poco me voy adueñando del lugar, aunque hay veces que me exigen hablar con él y bueno...- el mayor Uraraka sonrió y siguió hablando con Masaru, ella tomo un gran sorbo de vino.

El resto de la cena, estuvo sin hablar ni dar muchos comentarios, estaba ausente e ignoraba la fulminante mirada que le daba su abuelo en la punta de la mesa, justamente al lado de Masaru y Daichi.

-...si, es buena bailando, solo que no lo hace desde el accidente...-

-...no, no volví a verlo...-

-...las bailarinas solo sirven para mostrar el maldito culo, nada más...-

-...las ventas han bajado...-

Escuchaba de a ratos, casi no había tocado su comida y no se podía retirar de la reunión, por lo que cuando volvieron a la sala, solo se dedicó a sacarse los zapatos y acomodarse cómodamente en el sillón.

Sorprendentemente Katsuki se quedó cerca de ella todo el tiempo.

-señorita Uraraka, podría venir conmigo un momento?- el señor Ashido la saco de su mundo, ella inmediatamente asintió y se levantó descalza para seguirlo a otra habitación.

-sucede algo Ashido-san?- el hombre estaba inquieto.

-le quería comentar algo que escuché cuando fui a comprar el otro día...- la castaña frunció el ceño y lo dejó hablar.

Cuando el hombre terminó de relatar lo que había escuchado, la sangre de la chica hervía. Le agradeció por decirle eso y volvió al salón a ponerse los zapatos.

-esta fue una maravillosa velada, pero debo irme, fue un gusto verlos- ella miraba directamente a los Bakugo. Luego de eso fue a abrazar a su padre -necesitamos tener cuidado, ya se quién es- se lo susurro al oido, cosa que el contrario al separarse asintió.

-adiós viejo, señor Uraraka- Katsuki bajo la cabeza ante ellos dos y, al igual que la castaña, salió ignorando magistralmente al indignado anciano.

La chica había salido, su cortó vestido negro hacia que el frío de la noche le golpee las piernas y el leve escote que llevaba, se subió a su Jeep personal, momentos después se subió Bakugo.

-vete- la chica estaba por llorar del enojo que tenía.

-no.- ella lo miró, sabía que no iba a conseguir nada peleando con el, por lo que rápidamente salió de allí. Se dió cuenta que los tres guardaespaldas del rubio los seguían en otro auto.

Los llevó a su edificio, antes de bajarse se giró hacia él rubio.

-tráemelo mañana- sin más la castaña se bajó y subió a su departamento luchando contra las lágrimas.

Bakugo suspiró antes de pasarse de asiento e ir con el Jeep a su propio departamento, internamente le preocupaba la chica.

Ella por su parte, entró a su departamento, cerró la puerta con seguro y colocó la llave de tal forma, que desde el otro lado no puedan ingresar la de repuesto o empujar la puesta.

Sacándole provecho a su departamento insonorizado, gritó y lloró amargamente, se sentía débil e inferior en todos los sentidos, todas las inseguridades salian a flote, sus barreras se caían a pedazos.

Los recuerdos la inundaban, se suponía que ya lo había superado, que no la iba a afectar más... que no iba a volver a comportarse así.

Sin poder consigo misma, fue hasta el lugar donde guardaba toda su reserva de alcohol, comenzó a tomar directamente desde la botella cualquier cosa, ya no importaba.

Lloraba y maldecia su existencia.

Los recuerdos seguían llegando y no había nada para bloquearlos. Las sensaciones la quemaban.

Por más que lo odiase está era su realidad.

Su padre no la podía ver porque se parecía al maldito fantasma de su madre.

No era la señorita perfecta.

Ese idiota iba a casarla con alguien que seguramente solo la usaría como un trapo.

No era nada sin su apellido.

Bailar no servía.

Era una cobarde que nunca luchó por sus sueños.

Ya no podía confiar ni en su sombra.

Su amigo la estaba por meter a la cárcel.

Más amigos lo ayudaban a buscar pistas incriminatorias.

Era una maldita descuidada.

Su madre estaría decepcionada.

Estaba decepcionado a su padre con el mero hecho de respirar.

Su familia la odiaba.

Sus amigas también eran falsas?

Quería que la maten.

Se tenía que casar solamente para tener hijos.

Ella no era nadie.

Solo un maldito peón que pronto sería una reina junto a un inútil rey en un tablero de ajedrez.

Adivinen quién siempre muere primero de ellos y quién es la que más trabaja.

La puta reina.

Y ella en poco tiempo sería de esas.

Se intento levantar, aunque al parecer en algún momento se le había caído alcohol en el piso, sin quererlo resbaló y mientras sentía ardor en sus piernas, escuchaba vidrio rodó, todo se volvió negro.

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