capítulo 17.

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En la ida a la casa Uraraka ninguno había dicho absolutamente nada, ni siquiera se miraron en todo el trayecto

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En la ida a la casa Uraraka ninguno había dicho absolutamente nada, ni siquiera se miraron en todo el trayecto.

Una vez allí, el mayor les había dado un sermón de aproximadamente veinte minutos de reloj, sobre porque deberían ser más cuidadosos y que un día se iban a meter en problemas.

Luego almorzaron todos juntos, por petición de la castaña, y porque al padre de ella poco y nada le importaba.

Ochako ahora estaba sentada en el ventanal, escuchando la canción que le había dado el amable señor de la tienda de vinilos, en su remodelado estudio.

La puerta se abrió y se cerró, por el rabillo del ojo pudo ver qué era Sero. Él se sentó frente a ella en un sillón.

-viste lo que te mandé?- ella lo miró sin decir palabras -debes alejarte o irte de la ciudad- ahora ella negó con la cabeza.

-Sero-kun no me voy a alejar ni me voy a ir. Voy a terminar con todo esto de una vez...- él la miraba preocupado.

-estas segura que no quieres que me haga cargo?- ella volvió a negar.

-no. Está bien, de verdad. Yo me encargo- eso no lo dejo tranquilo, pero sabía que insistir no funcionaría -tengo la clave del proyecto- eso le llamó la atención.

-cuál es?- la chica suspiró profundamente.

-es una tarjeta de memoria, el estúpido de Monoma me lo dijo e Iida me lo confirmo. Necesito que busques y mates a un tal Tetsutetsu- el asintió pensando.

-tú crees que esto nos ayude?- ella suspiró.

-es mejor que lo haga.- se quedaron en silencio luego de eso -Sero-kun... no quiero ser grosera, pero, podrías irte? Me siento un poco mal- el asintió antes de levantarse.

-si, no hay problema. Ya sabes, cualquier cosa me llamas, te voy a estar avisando sobre ese tipo- y con eso se fue.

La canción seguía sonando.

Sero era uno de sus aliados más fieles y leales. Lo había conocido cuando tenían diecisiete en medio de una pelea callejera, lo estaban por matar y en ese momento intervino ella. Desde entonces eran prácticamente hermanos.

Recostó la cabeza contra el vidrio y cerró los ojos, golpearon suavemente la puerta, hizo una mueca ante eso, de verdad quería estar sola.

-adelante- miró en dirección a la puerta y sonrió, Masaru estaba entrando con galletas y té.

-supuse que te gustaría, no debemos estar solos en estás fechas- ella sonrió agarrando la bandeja, el hombre se sentó a su lado.

-me gusta estar sola- agarró una galleta y se la comió cuál niña pequeña, él solo rió.

-no te gusta, te acostumbraste a ella...- ella no respondió -eres calmada, tranquila, una niña buena y amorosa... solo que la vida fue mala contigo, no debes acostumbrarte a la soledad, eso es para mala gente- le cómodo un rebelde cabello detrás de su oreja.

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