Romina iba volando , con una antorcha comenzando a crear un incendio por todos los calabozos y liberando a los prisioneros.—¡Está noche cae el Rey!— gritaba la arcángel, los prisioneros del Rey eran personas que negaban a beber del águila del río subterráneo. Cosa que desde el primer momento Romina que se enteró, quería liberarlos.
—Vayan y esparzan a sus familiares de la magia, que ustedes son capaces de hacer magia natural. No sólo el Rey— enseñándole su magia Zaid, posándose en cada uno de los prisioneros, estos al ver un montón de colores cubrirles el cuerpo.
—Sabía que había algo en nosotros, algo nos mantenía con mucha energía— decía el más viejo de todos los presos — ahora se que es real— observando su magia con una sonrisa sincera— ha valido la pena, que defendiera esta energía por tantos años, el encierro, que todos me tacharan de loco. —
—¡Corran! Díganle a sus familias, de este poder— les dijo Romina después de abrirles camino por los pasillos, los presos corrieron.
La noticia de la magia comenzó a divulgarse a la misma velocidad que una parte del castillo comenzó a consumirse por el fuego despiadado.
—Los arqueros del Rey, empezarán a atacar a los aldeanos, tratarán de contener el secreto— alarmado Zaid mientras corría por los pasillos con su muñequita.
—Los protegeré desde el cielo, mientras tú lo haces desde la tierra— le dijo Romina más segura que nada.
—No dejare que vayas, Romina— la detuvo agarrándola de la mano—no quiero arriesgarte a ti o al bebé, no me lo perdonaría si algo les pasara— con sinceridad— mejor refúgiate en la ciudad celestial, cuando acabe esto, iré inmediatamente—
—¿Cuándo vas a entender? Que somos los dos sobrellevando las cosas, no sólo uno. Necesito saber qué pasó con nuestra hija, no me voy a ir y apuesto que Kulaul tampoco dejará que me vaya, si su asesino está libre aún —
Así fue como los Weisz comenzaron a librar una batalla contra un antiguo imperio.
Fue una noche que nadie olvidaría, los aldeanos vieron color en sus vidas y de las demás personas. Al igual que un montón de ángeles bajar del cielo, protegiendo a cada uno de ellos, de la ira del Rey y sus guardias.
Ainhoa peleaba espada con espada, era irónico que todos los trucos de pelea que los guardias le habían enseñado, ahora los estaba usando en su contra.
En los cielos estaba Romina comenzando a librar una batalla con los arqueros, combatía flechas con flechas.
—Romina al fin te encuentro— era Mateo ayudándole a acabar con los arqueros— tu hija fue a la ciudad buscando nuestra ayuda— se le iluminó el rostro, abrazo a su amigo y le dio un beso en la mejilla.
—Es la mejor noticia que me has dado— volviendo a recuperar su temple. Mateo asintió, sintiéndose aún más mal por lo que está pasándole con Ainhoa, se deshizo de ese pensamiento y se ocupó de ayudar a pelear.
—Papá— gritó Nhoa emocionada, peleando lado a lado de su padre. Zaid por un segundo pensó que lo estaban confundiendo.
—¿Ainhoa?—dijo estupefacto reconociendo la sangre de su sangre —¿Qué pasó? ¿Qué te paso? — alarmado — solo estuvimos un día prisioneros, ¿o fue más tiempo?— ya estaba confundido, perdido entre la noción de tiempo.
—Papá, tuve que usar la pócima para crecer para poder volar a la ciudad y decirle a Mateo que necesitábamos su ayuda — terminaron de quitarse varios guardias de encima y Zaid se acercó a su hija, la evaluó unos segundos ya parecía una adolescente a término rozando la etapa de adulto joven y la abrazo.
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Déjame volar.
Werewolf-¿Entonces que harás?- pregunto Finnigan mientras veía a sus hijos Henry y Wyatt Melbrock de dos años, jugar con Romina Decanini de 5. -Nada, seguir con mi vida- respondió simplemente - por el hecho de que sea mi mate, no significa que tenga que est...