31. Un poco de ambos.

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Liam Connor.

No me gusta la sala de espera del hospital, puedo sentir la mirada de todos sobre mí y por eso prefiero mirar al suelo e ignorar sus murmullos y burlas.

Me quedo en la esquina, de pie, jugando con mis manos. Por el rabillo del ojo, puedo ver a Maddie en el regazo de mi madre y a Eliot llorando por el abuelo después de verlo enfermo en su habitación. Aunque nadie me lo diga, sé que esta visita no es nada buena.

El abuelo pidió hablar en privado con algunos miembros de la familia, de dos en dos, y todos estuvieron de acuerdo. Todos lo han visto, menos yo. Observo cómo llegan mi padre y Benjamín después de salir de la habitación del abuelo, sus miradas demuestran seriedad y tristeza.

—Ian —me habla mi padre—, el abuelo quiere hablar contigo, ve. —me ordena y se sienta junto al tío Mark, que está sentado frente a los mellizos y al tío Corwin, quien me mira a la defensiva.

Doy unos pasos y noto que las enfermeras me miran mal, como si fuera un bicho raro, así que Maddie se me acerca y me toma de la mano para llevarme por el pasillo.

—Ignóralos, hermanito —dice, inclinándose un poco para estar a mi altura—. Mejor ve y habla con el abuelo un rato. —me sonríe y yo imito su acción.

Maddie regresa a la sala de espera y yo abro la puerta de la habitación, encontrándome al abuelo acostado en la cama con un dispositivo de oxígeno en la cara que se quita en cuanto me ve y sonríe débilmente.

—Ian, pequeño. —hace un gesto con la mano para que me acerque y lo hago.

—Te ves muy mal, abuelo. —le comento mientras me subo y me siento en la cama, al tiempo que observo su rostro pálido y sus canas.

Se ríe entre dientes.

—Me veo así por mi edad y sabiduría. En cambio, tú tan pequeño y con esas ojeras, ¿no pudiste dormir? —niego con la cabeza— ¿Las voces? —inquiere y asiento—. También me enteré de que te sacaron de la nueva escuela, ¿qué pasó?

—Los otros niños hicieron dibujos de mí como si fuera un monstruo porque sus padres les dijeron que yo era un fenómeno y que no podían hablarme. Pero no importa, estoy bien. —le respondo con inocencia y vergüenza.

Veo como sus ojos se llenan de lágrimas.

—Lo siento Ian ... perdóname por no ser suficiente. El tiempo no me bastó para darte una vida mejor, lo siento. —las lágrimas corren por sus mejillas y mis ojos se ponen llorosos.

—Sí eres suficiente, abuelo. Sí lo eres.

Ian, quiero que me prometas algo —continúa llorando, pero se controla un poco para hablar y poner su mano en mi hombro—. Prométeme que, pase lo que pase, seguirás siendo valiente. Quiero que no te rindas. —agacho mi cabeza para que no me vea llorar por sus palabras. Sé que se está despidiendo y eso me destruye.

—Lo prometo. —digo en voz baja y me vuelve a abrazar, besando mi cabello, sollozando.

—De todos mis nietos, eres el que más se parece a mí —con su mano, toma mi mandíbula para que lo mire y lo hago, notando su mirada de orgullo y tristeza—, tienes el gen Connor mío y de mi madre en tu rostro. Bueno, Benjamín también tiene algunos de esos genes, solo espero que sus actitudes coincidan. Aunque a veces me desespera su terquedad. —se ríe y comienza a toser de forma preocupante, casi ahogándose con su propia saliva.

—¡Abuelo! ¡Abuelo! —sollozo desesperadamente.

—Jamás te olvides de este viejo, pequeño... —habla con gran dificultad y lentitud— Yo, yo ... te prometo que desde donde esté ... haré lo que sea necesario para que la vida te recompense por todo lo que... —tose una y otra vez— lo que te hizo sufrir. —se queda sin aire y comienza a tener un ataque.

IAN - [Todos tienen su lado oscuro] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora