13. Viejos conocidos.

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Liam Connor.

La niñita millonaria tuvo suerte de que los idiotas de sus padres no volvieran a casa. Después de dejarla en casa volví a la mía y descansé de ese día loco. Aunque debo admitir que fue un buen día, ya quiero que comience el juego.

Lo único bueno del fin de semana es no ver la cara de la gente de la empresa y del hotel. Mientras veo las noticias de un asesino suelto, me pongo nervioso, tal vez venga por mí. Voy a rezar para que su próxima víctima sean los Murphy y, por supuesto, lo serán.

No me gusta admitirlo pero me sorprenden las descripciones que dan del asesino:

Posible hombre de treinta años, de 1,80 a 1,90 de altura aproximadamente, tatuajes en el rostro, ojos marrones. Las autoridades tienen indicios de que es un posible integrante de una banda criminal. Hasta el momento tiene cuatro muertos, se confirmó que eran miembros de cárteles de prostitución.

Las autoridades aquí son muy eficientes, adivinaron mi altura y dieron el informe de esas muertes una semana después, son las mejores.

Solo puedo reírme de ellos.

Aburrido de estar acostado en la cama viendo las noticias, reviso mi computadora en busca de información sobre los Murphy, tengo la sensación de que Murphy está ocultando cosas. Reviso fotos; entrevistas, eventos, debo buscar algo sospechoso en él.

Cuando leo sobre sus negocios internacionales, tocan el timbre de la casa. No espero a nadie y eso es extraño. Me levanto, bajo lentamente las escaleras hasta la puerta y sostengo el llavero de daga en la mano.

Al abrir la puerta lentamente, me encuentro con la peor y más fastidiosa desgracia de mi vida, la cual debería estar al otro lado del mundo.

—Puedo saber qué diablos estás haciendo aquí. —cruzo los brazos y levanto una ceja.

—Al menos recíbeme con amor.

—Creo que tu visita es muy linda, pero puedes volver por donde viniste. —muevo la puerta, pero el maldito pelinegro me impide cerrarla sujetándola con las manos.

—Necesitamos hablar.

—Vete a la mierda Eliot, ya dije que no esperes nada de mí.

—Liam, las cosas no están bien. Estás siendo un idiota y no entiendo por qué, la foto no era nuestra, alguien sabe de ti.

Lo miro y me doy cuenta de que sus palabras son reales, maldita sea. Abro la puerta por completo y espero a que entre. Eliot analiza la casa con curiosidad y se sienta cómodamente en el sofá, ese idiota cree que es bien recibido en esta humilde casa, iluso.

—Bueno, mira primito, mi padre ya está al tanto de la foto y me dijo que te dijera que ojalá te mueras, también me dijo que eres un inútil y que no sirves para nada.

—El tío Corwin siempre tan tierno, dale las gracias y dile que se meta un dedo por donde la luz del sol no brilla.

—Por supuesto que se lo diré. Por cierto, él no sabe nada de Angélica, y de ella, ¿has pensado que podría estar involucrada en la foto? Yo creo que es la opción más obvia.

—No creo que se atreva a tanto

—Claro ... —me mira fijamente—, mi padre tiene razón, te vuelves un lerdo con esa mujer. —se pone de pie enojado, agarra de mi camisa y me mira. Aunque Eliot sea dos años mayor que yo, tenemos la misma altura—. Espero que no caigas idiota, en el fondo tienes emociones y esas si acabaron contigo, no las voces como tu crees.

Lo empujo lejos de mí.

—No me des sermones, no me interesan y no me trates como si fuera tu hijo porque no lo soy. Tu hijo debe estar esperándote, así que vete, yo puedo ocuparme de mis asuntos.

IAN - [Todos tienen su lado oscuro] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora