Grité y salté hacia adelante, aterrizando en sus brazos abiertos, preparados para recibirme.
Me aferré a él como un mono bebé, o un koala, para ser más precisos. Mis brazos rodearon su cuello rápidamente y me reí. Él pasó sus manos por mi cintura, al mismo tiempo que me levantaba y envolvía sus caderas con mis piernas.
Se echó a reír al igual que yo y me estrechó con fuerza y yo le regresé el abrazo de igual manera.
No tenía ni idea de cuánto lo había extrañado hasta hoy.
Hacía meses, muchos meses que se había ido de la ciudad, no quería dejarnos, per toda su familia se mudaba´, así que…
–Me estás estrangulando. –dijo contra mi cabello.
Me reí de nuevo. Ese tipo de risita tonta y nerviosa que te da cuando no sabes qué decir.
Yo, por mi parte, estaba sin palabras. Apreté fuertemente mis ojos cerrados, esperando despertar.
–Kaelin…
Sonreí y abrí los ojos, y lo primero que vi fue su enorme sonrisa con dientes perfectos, como sus hoyuelos a cada lado, marcándose cada vez más.
Mi sonrisa creció y lo miré con incredulidad.
– ¿Qué estás haciendo aquí? –pregunté por fin.
Él frunció el ceño, fingiendo lucir herido.
–Bueno, yo me esperaba una bienvenida un poco más cálida.
“¿Cálida en qué sentido?”
–O al menos que me dejaras pasar. Tengo hambre. –continuó.
Rodé los ojos y me hice a un lado para dejarlo entrar. Cuando me di la vuelta para cerrar la puerta, un movimiento a mi costado llamó mi atención.
Alex estaba parado en su portal, con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros y completamente tenso, con una expresión de en blanco.
Nos miramos fijamente por unos segundos. Hasta que escuché un ruido en la cocina y recordé que mi mejor amigo estaba en casa. Alex debió haberlo captado también, porque sacudió la cabeza, pero no dejó de mirarme.
Negué y cerré la puerta.
Cerré los ojos por un momento, permitiéndome recordar que Alex también fue mi mejor amigo por un tiempo; por unos meses, en realidad. Todo había sido tan diferente…
Golpeé mi cabeza contra la puerta y suspiré.
No debería estar pensando eso. No cuando Mike está en la cocina, haciendo quién sabe qué.
Abrí los ojos y me dirigí a la cocina, donde me encontré a Mike intentando acariciar a Choco, quien estaba arrinconado en una esquina junto al refrigerador, ladrándole al desconocido.
–Shhh. Ven, bonito, ven. –sacudió la mano frente a él, pero mi cachorrito obstinado no confió. Mike suspiró frustrado y se levantó, dándose cuenta de mi presencia. – ¿Desde cuándo tienes perro? –preguntó. Ignoré su pregunta y corrí a abrazarlo.
Sus brazos me rodearon inmediatamente y me estrechó contra su cuerpo. Sonreí contra su cuello. Yo soy un poco alta, pero Mike es más alto, casi tan alto como Alex.
–Te extrañé. –dije con la voz rota.
–Yo también te extrañé.
Nos quedamos abrazados por unos minutos más, mientras yo lloraba silenciosamente en su hombro, y él me abrazaba con más fuerza. Nos separamos cuando me empezaron a dar calambres en los brazos por tenerlos tanto tiempo arriba.
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Cómeme con chocolate
Teen Fiction¿Qué haces cuando la persona que más quieres te ha dejado sola?