Capitulo 21.

652 55 16
                                    

Puto lunes.

Hoy comienza el instituto.

Y tengo tantas ganas de ir como cualquier persona de mi edad.

El domingo lo pasé de la peor forma. Sola, como siempre. Y con los muslos doloridos. No podía ni levantarme de la cama. Así que estuve todo el día dándome lástima a mí misma y durmiendo. Pensándolo bien, no estuvo tan mal.

Aunque tampoco vi a Alex. Se suponía que llegaríamos juntos al instituto, él pasaría por mí para que yo no tuviera qué irme en autobús, y yo estaría con él en el transcurso de las clases, por ser el chico nuevo y todo eso.

Y mírenme ahora.

Sentada en el último asiento del autobús, mirando patéticamente la ventana. Joder, tan cliché.

Pero no tengo nada más qué hacer. A menos que quiera ver al conductor, que me ha estado mirando raro desde que me subí. Iugh.

No es que no me hayan visto raro antes, pero en este momento no voy vestida como un vagabundo, lo que es raro. El uniforme consta sólo de una camiseta con el logo del instituto. Ya si tú quieres llevar jeans, una falda o pantalones cortos, es tu problema.

Y yo estoy bien con mis jeans.

Pero el conductor no ha dejado de lanzarme miradas extrañas. Simplemente lo ignoro.

Demonios, aún ni llego al instituto y ya quiero irme.

No puedo esperar a que el día termine. Sobre todo porque quiero –necesito- ir con la Dra. Hart.

Ducharme fue la peor parte del día. Tanto ayer como hoy. Mis muslos seguían en carne viva.

Fue peor que cuando te entra shampoo al ojo.

El auto de Alex aún estaba en la entrada cuando salí de mi casa. Supongo que se irá un poco más tarde, ya que no tiene qué irse en autobús.

No he hablado con él desde el jueves, cuando todo se fue a la mierda.

Y la voz ha estado más callada de lo habitual, haciéndome sentir aún más sola de lo que estoy.

Sólo me han acompañado las pesadillas, y los recuerdos de mi infancia.

En fin, el instituto Sheperd está lejos de mi casa, por lo que no puedo ir andando, lo que serían más de treinta minutos de camino.

El autobús se detuvo en su parada habitual, al otro lado de la calle de la escuela. Tomé mis cosas y bajé. No sin antes ganarme una extraña mirada del conductor.

Nerviosa, crucé la calle, llegando así al establecimiento que los adultos prefieren llamar “educativo”.

“En mi opinión, la escuela es una mierda”.

Casi sonreí.

En la entrada, las enormes puertas me hacen sentirme increíblemente pequeña. Sólo es un edificio, pero… Joder, es muy intimidante.

Empujé las puertas y el aroma a desinfectante, sudor, y perfume me golpearon inmediatamente.

Chicos y chicas se arremolinaban en el pasillo principal, los nuevos intentaban encontrar sus clases, los maestros se veían frustrados. Sólo había gritos, risas, y movimiento por todas partes.

Empujando a cualquiera que se interpusiera en mi camino, me abrí paso a la recepción. Esperando que la secretaria gorda y amargada me dé mi horario.

Pasé la puerta, y el lugar estaba lleno. Genial.

Una chica con cabello rizado pasó a mi lado  y la reconocí inmediatamente. Hemos estado en las mismas clases desde preescolar. Pero nunca hemos hablado, sólo frases ocasionales como “¿me pasas la respuesta?” pero nada más de ahí.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora