Capítulo 8.

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¿Situación incómoda?

¿No?

¡Por supuesto que sí!

Maldita sea, estaba divagando. Mi cerebro se vació, mis piernas no querían seguir mis órdenes, y mis ojos estaban demasiado grandes. ¿Sería muy extraño si sólo me quedaba ahí sentada?

"¡Deja de divagar!" dijo la voz. "O besas al chico, o besas al chico"

O quedaba como una estúpida diciéndole que era mis piernas se entumieron, y que el calambre no tardaría en llegar.

Tragué saliva cuando Alex hizo el mismo movimiento, ninguno de los dos puso el más mínimo esfuerzo en movernos y sacarnos de una situación tan incómoda. El bulto debajo de mí me hacía sentir extraña, consciente de mí misma y femenina. Raro.

Mi nariz se arrugó y estornudé. Vaya manera de romper el momento.

Los dedos de Alex se congelaron, tensándose en mi piel. Vi en su rostro el momento en que se dio cuenta de lo equivocado de la situación, entonces me levanté de golpe, justo como el resorte que había imaginado en mi cabeza.

Me alisé los vaqueros, sacudiendo las hojas secas y la tierra. Alex se levantó rápidamente, murmurando en voz bajo algo ininteligible, al menos para mí. La sonrisa de disculpa en su rostro me hizo hacer una mueca.

Parecía de alguna manera avergonzado, no tanto como yo, obviamente. Él no había sentido nada extraño contra su parte más privada, claro que no.

Mis partes de chica tonta no estaban ayudando.

Abrió la boca para decir algo estúpido, pero sólo se me quedó mirando, sonrojándose.

Comencé a decir algo, cualquier cosa, pero cerré la boca cuando me di cuenta de que no tenía nada. Mi cerebro seguía pagado. Un incendio sería probablemente necesario.

Mi mano jugueteó con las pulseras en mi muñeca.

¿Ahora quién era el de las orejas rosadas?

Mala pregunta, porque yo estaba en la misma situación.

Ambos apartamos la mirada al mismo tiempo. No creía poder verlo a la cara de nuevo. Maldición, era una bonita cara.

Estuve a punto de decir algo de nuevo, pero se dio la vuelta y se fue, me quedé viendo sus hombros tensos mientras se alejaba.

Fruncí el ceño con preocupación. No, estaba enojada. El idiota ni siquiera se había despedido. ¿Quién demonios se creía?

Caminé a paso firme hasta la puerta trasero de casa. Cuando entré, todo estaba en silencio. Perfecto, amado y hermoso silencio.

Necesitaba dormir.

Entré por la cocina y suspiré de felicidad al ver comida en la mesa. Perfecta, amada y hermosa comida.

Me serví un poco, y con un poco me refiero a mucho, después fui a la sala y encendí la televisión. Dulce distracción.

Intenté no pensar en nada y mantener mi mente cuidadosamente vacía, no quería pensar demasiado sobre lo recientemente sucedido con el estúpido chico. Cuando terminé de comer, me acurruqué en una bola en el sofá.

No supe a qué hora me quedé dormida, pero me di cuenta cuando desperté. En realidad, unos sonidos me despertaron.

Aún en la inconsciencia, más dormida que despierta, me estiré en el sofá. Mi espalda se quejó. Los sonidos se escucharon de nuevo.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora