Cómeme con chocolate

Capítulo 4.

No supe a qué hora me quedé dormida, ni a qué hora Alex se desmayó.

Entre pláticas, risas, y acabarnos la botella de Vodka, el tiempo de pasó en una nube borrosa. Lo que era extraño, porque él se adueñó de la botella y casi ni la probé.

Bueno, podría ser peor.

"Sí." Estuvo de acuerdo la voz. "Podrías despertar desnuda"

Abrí los ojos de golpe y me desorienté momentáneamente antes de darme cuenta de que seguía en mi habitación. Aún con la ropa puesta.

No sabía si sentirme aliviada o decepcionada.

Gruñí e intenté darme la vuelta para buscar mi teléfono, pero unos fuertes brazos me mantenían en mi lugar. Tragué saliva y me moví de nuevo, intentando zafarme de su agarre de muerte, pero su brazo se aferró fuertemente a mi cintura y todo pensamiento coherente de querer escapar, bueno, escapó.

Alex me tenía abrazada desde atrás, de cucharita.

¡Estábamos cuchareando!

Pero no era la posición más cómoda para estar acostada con tu amigo, en realidad, ninguna lo es, pero peor aún, porque podía sentir muy bien cómo algo se presionaba contra mi trasero.

"Gloria matutina" canturreó la voz, encontraba todo divertido.

Me sonrojé y me moví de nuevo, pero Alex sólo gimió y me aplastó más contra sí. Eso sólo hizo que algunas partes se rozaran. Rodé los ojos.

Eso sentía tan... No, esperen, no podía estar pensando en eso. Apenas lo conocía.

Intenté darle una patada, pero sus piernas estaban enredadas con las mías. Estaba encerrada. Maravilloso.

Con mucho esfuerzo, me di la vuelta entre sus brazos y quedé de cara a él, viendo su muy bonito rostro. Se veía tan tranquilo...

–Alex, despierta. –dije con voz fuerte frente a su rostro. Demasiado cerca.

Frunció ligeramente el ceño aún dormido y me abrazó con más fuerza. Puse los ojos en blanco.

–Cinco minutos más, Mariana. –susurró.

Apreté los dientes. ¿Mariana? ¿Quién jodidos es esa?

–Alex, despierta, me aplastas. –gruñí. Dejé de respirar cuando agachó la cabeza y puso su rostro en mi pecho.

Mi respiración se aceleró y entré en pánico. Me moví como loca y conseguí que aflojara su agarre, lo empuje un poco y él rodó, cayéndose de la cama con un ruido sordo.

¿Ups?

–Mierda. –suspiré y me asomé a ver qué tan fuerte fue el daño.

Alex estaba con el ceño fruncido, viendo fijamente el piso. Luego miró hacia arriba y y entrecerró los ojos antes de fulminarme con la mirada.

– ¿Qué pasó? –preguntó tocando su cabeza. Hizo una mueca de dolor al instante. –Mierda, esto dolerá en un rato.

–Te caíste de la cama. –dije con inocencia, los ojos muy abiertos, aunque la verdad me sentía muy culpable.

– ¿Me caí de la cama? –asentí. – ¿Estaba en tu cama? –asentí de nuevo. – ¿A qué hora nos quedamos dormidos?

–No, Alex, yo me quedé dormida, tú te desmayaste. –arqueé una ceja y me miró mal, suspiré. –No lo sé, sólo sé que tengo hambre.