Maldije en voz alta cuando escuché una puerta cerrase detrás de mí. Además de que el pánico estaba creciendo dentro de mí, era consciente de que conocía esas maletas, yo misma las había desempacado hacía meses.
El sonido de unos pasos me hizo tensarme y miré la ventana con anhelo. En este momento, se veía malditamente tentadora.
Ladeé la cabeza. Era poco más de un metro de altura lo que saltaría, entonces podría correr hasta con los vecinos y... Maldición, no podía hacer eso, los únicos vecinos que había estaban como a dos o tres kilómetros mínimo.
En verdad John sí que se consiguió una casa en medio de la nada.
– ¿Kaelin? –su suave y sorprendida voz ronca me sobresaltó y llevé una mano a mi pecho, donde mi corazón latía frenéticamente.
Tenía que ser una maldita broma.
"Es demasiada coincidencia para que sea coincidencia"
John me debía una maldita explicación.
No volteé, me daba miedo hacerlo. Tenía poco más de cinco horas sin verlo, y su ausencia dolía, aún cuando lo tenía a unos metros detrás de mí. Podía sentirlo, su presencia lo consumía todo a mi alrededor, tanto, que parecía estar asfixiándome.
–Debe ser una puta broma. –gruñó Alex a mi espalda.
Eso dolió. ¿Él había venido aquí para alejarse de mí otra vez? ¿Se había cansado? ¿Él...?
–Oye, no sé qué estará tramando esa linda cabecita tuya, pero te sugiero que dejes de hacerlo.
Tomé una respiración profunda y la dejé salir dos segundos después en jadeos inestables. El inhalador estaba en mi mochila, la cual dejé en el sofá y para llegar a él necesitaría pasar al lado de Alex... Obligué a mis pulmones a respirar normal.
–Joder, pequeña... no sabía que... que... Mierda.
–Sólo... cállate, Alex. –murmuré sin voltearme.
Tomé la encimera de la mesita de noche con ambas manos y apreté fuerte, hasta que mis nudillos se volvieron blancos. Maldición, maldición, mierda. Y yo que quería esconderme y lamer mis heridas lejos de él...
Me di la vuelta y lo miré. Se encontraba con la frente pegada a la pared, sus hombros tensos, y los músculos de su espalda y brazos marcándose por la fuerza ejercida. Parecía estar conteniéndose o algo...
Suspiró y me mordí el interior de la mejilla. Sus ojos estaban fuertemente cerrados, manos en puños contra la pared.
Como que me asusté un poquito.
Me entraron unas extrañas ganas de abrazarlo y decirle que todo estaba bien, y lo habría hecho de no haber sido por la posición defensiva en que se encontraba. Tenía miedo de acercarme y que me gritara o algo peor.
Es verdad, había sido tierno y amable los últimos días, había sido el mismo chico que conocí, pero ambos sabíamos que no era así. Muy en el fondo, los dos esperábamos que todo nos explotara en el rostro de nuevo.
Porque Alex era propenso a cometer estupideces.
Escuché una suave maldición y quité mi mirada del piso para enfocarme en él. Estiré una mano para tocar su brazo, sólo quería tocarlo, tener un poco de contacto con él. Se veía torturado... triste... Dejé caer mi mano cuando estuvo a dos centímetros de su piel.
Alex miró el movimiento y tragó saliva.
– ¿Qué pasa? –preguntó con el ceño fruncido.
ESTÁS LEYENDO
Cómeme con chocolate
Teen Fiction¿Qué haces cuando la persona que más quieres te ha dejado sola?