Una mano me tomó fuertemente del brazo y un grito escapó de mi garganta.
–Ahora verás, pequeña, lo que se ganan las estúpidas niñas como tú por respirar.
–Pero yo no hice nada. –sollocé con los ojos cerrados.
– ¿Nada? –se burló. –Respirar,vivir, arruinar mi vida fue lo que hiciste. No debiste haberte salvado, pequeña mierda.
Fruncí el ceño mientras unaslágrimas silenciosas caían por mis mejillas. Yo no hice nada malo.Estuve sentada en mi habitación, en silencio, y sin molestar, noentendía por qué mi papá quería castigarme.
La puerta se abrió a mi espalda y mamá entró. Se puso frente a nosotros, donde papá aún mantenía su agarre en mi brazo, ella sonrió.
–Toda tuya, Steven.
Le supliqué con la mirada que no me dejara con él. Papá era malo, muy malo, y sólo era así conmigo.Me odiaba, y no sabía la razón. Mamá pasó su mano por mi cabello y tiró de él. Chillé y ella soltó una carcajada. Soltó mi cabello y salió de mi habitación, el lugar que una vez fue mi escondite.
Papá estiró el brazo y me lanzó al suelo, donde caí de rodillas y mi cara casi estampándose. Miré mi brazo, la enorme marca de su mano estaba ahí, y sabía por experiencia que no se iría en un tiempo.
Lo primero que sentí fue una patada que sacó el aire de mis pulmones. Luego las manos de papá me agarraron del cabello y me levantaron del suelo, llevé ambas manos a su agarre, dolía mucho.
Golpeó mi rostro con su mano libre y mi labio comenzó a sangrar. Me soltó de pronto y volví a caer alfrío piso, escuché el sonido ya tan familiar de su cinturón siendo sacado y me tensé.
No, eso no. Por favor, eso no, por favor...
Otro golpe me sorprendió y empujó contra la pared, mi cabeza recibió un fuerte golpe y mi vista se nubló unos segundos, las lágrimas comenzaron a salir. Mi nariz sangraba al igual que mi labio, y tenía los ojos muy abiertos con pánico.
La sonrisa de papá se hizo más grande conforme se acercaba a mí, retrocedí hasta estar contra la pared, deseé poder atravesarla. Deseé con todas mis fuerzas que algo sucediera, pero que no me golpeara más.
Cerré los ojos cuando el primer golpe llegó, justo en mi espalda, donde ya tenía unas horribles cicatrices.
Golpe, tras golpe, tras golpe, eso era lo único que escuchaba, mis oídos comenzaron a silbar y mantuve mis ojos fuertemente cerrados, intentando no llorar.
Abrí los ojos cuando los golpes cesaron, y pensé que papá se había ido, pero otra patada en mi espalda me hizo doblarme. Por el rabillo del ojo, vi movimiento a mi costado y volteé.
Unos ojos verdes me miraban fijamente, con mucha atención, y me sentí muy extraña. Yo lo conocía. Amaba esos ojos.
–Ayúdame. –supliqué.
Él sonrió, divertido por mi sufrimiento. Otra patada me hizo cerrar los ojos.
–Por favor. –susurré. –No dejes que lo siga haciendo. Por favor, ayúdame.
Ladeó la cabeza como si no comprendiera, y yo fuera la criatura rabiosa más interesante que había visto.
–Por favor, Alex. –susurré su nombre. –Si te importo siquiera un poco, por favor, ayúdame.
Él frunció ligeramente el ceño,sin dejar de sonreír.
– ¿Por qué me importaría alguien como tú?
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Cómeme con chocolate
Dla nastolatków¿Qué haces cuando la persona que más quieres te ha dejado sola?