Capitulo 16.

717 57 11
                                    

Acaricié su suave mejilla y suspiré.

Es tan hermosa.

Mi aliento llegó a su rostro y movió el cabello que se balanceaba sobre su frente.
Hizo un adorable puchero y se acurrucó más en mi pecho.

Conté las pequeñas pecas en su cara.

Su nariz se encontraba llena de ellas, son muy pequeñas, por eso nadie las ve.
Sólo alguien así de cerca las vería. Y yo estaría muy molesto si alguien llega así de cerca con ella.

Mi camiseta le quedaba grande, pero no lo suficiente. En este momento se encontraba hasta su cintura, donde yo la había puesto mientras nos besábamos. Lo suficientemente arriba como para mantener mi imaginación bajo control.

Pero… Mierda. Ese beso ha sido el mejor beso de toda mi vida.
Sus labios contra los míos, se sentía demasiado bien.  La suave presión de su cuerpo contra el mío, sus piernas desnudas, mi pecho desnudo. Nuestras manos recorriendo, explorando, conociendo. Todo, absolutamente todo está bien con esta chica. No hay nada que no haría por ella.

Suspiré y su cabello se balanceó.

Aún no consigo hacer disminuir mi erección.

Hace dos horas que estoy así, hace dos horas que está aferrada a mí como si su vida dependiera de ello; todo ese tiempo la he estado viendo dormir. Y todo ese tiempo he estado duro.

Porque, Dios. ¿Cómo podría olvidar un beso como ese? ¿Cómo podría ignorar a la hermosa chica que está acostada a mi lado, con nada más que una camiseta puesta?

 –Ya duérmete. –dijo su voz suave, adormilada.

–Creí que estabas dormida. –respondí.

Kaelin sonrió y asintió, después frunció el ceño.

Es tan hermosa…

 –Estaba dormida. –dijo – Sólo que mi almohada humana se puso tensa de pronto y me preocupé.

Una oleada de ternura me invadió. Se preocupó por mí.

–No te preocupes. –dije y sonreí. –Tu almohada humana sólo estaba pensando.

 –Me gustas más cuando no piensas.

¿Le gusto? JODER, ¿LE GUSTO?

–Ya vuelve a dormir. –dije.

Se acurrucó en su mismo sitio y puso ambas manos en mi pecho. Estrechó todo su cuerpo contra el mío.

La sentí ponerse rígida.

Me miró a los ojos y levantó ambas cejas en cuestión. Estaba sonrojada.

El calor trepó por mi rostro. Sentí mi propio sonrojo.

Odio sonrojarme.

Siempre que estoy con ella, cualquier cosa que haga, diga, o piense, me hace sonrojar; es como si sólo pensara o hiciera las cosas inapropiadas y todo me tomara con la guardia baja.

Pero ahora…. Kaelin se acaba de dar cuenta de mi erección.

Mierda.

Cerré los ojos.

–Alex…

–Estoy dormido.

Soltó una risita nerviosa.

Me encanta su risa…

–No, no lo estás.

Suspiré y la miré fijamente.
Sus hermosos ojos chocolate me veían con cautela, miró mis labios y después se sonrojó. Un ligero tono rosado invadió sus mejillas.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora