Capítulo 5.

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Mis puños se cerraron y di un paso al frente. Iba a golpearla, romper esa ridícula nariz operada, quizás también hincharía sus labios al grado de explosión. Por supuesto que lo haría.

La voz hizo un grito de guerra, como si estuviera en una verdadera batalla. Mis ojos se entrecerraron y la chica retrocedió. Bien.

Alguien tiró de mi brazo lastimado y me estremecí. Alex maldijo otra vez.

–Me estás lastimando. –dije con los dientes apretados. Inmediatamente me soltó, el remordimiento en su rostro.

–Vete. –gruñó, dando un paso frente a mí y enfrentando a la chica. –Hazlo antes de que la deje golpearte y se vuelvan el centro de atención, ¿no quieres eso, cierto?

Los ojos de ella llamearon con ira, lanzó su cabello sobre su hombro, dio media vuelta y se fue.

"Camina como ganso"

Solté una risita y Alex se volvió hacia mí, mirándome con el ceño fruncido. Abrió la boca para hablar, pero me le adelanté.

–Esto es tu culpa.

Parpadeó.

– ¿Qué?

–Esto. Es. Tu. Culpa. –dije cada palabra lentamente, dándoles mayor énfasis.

– ¿Y eso como por qué? –cruzó los brazos sobre su pecho, donde la camiseta se pegaba a su piel. Oh, santa patata. Podía ver cada músculo marcado, la camiseta empapada lo revelaba todo.

Me quedé momentáneamente ida.

"Quiero lamer esa cerveza"

Eso me regresó a la realidad.

– ¿Qué estabas haciendo conmigo si tenías una novia a quien atender?

"Ya la había 'atendido' antes, tonta"

Pasé las manos por mi estómago y estiré la blusa, alejándola de mi piel. Necesitaba cambiarme, el líquido se secaba y se volvía pegajoso rápidamente.

–Ya te dije que no tengo novia. –dijo Alex después de unos segundos de glorioso silencio.

–Entonces déjame intentarlo de nuevo. –le apunté con un dedo acusador. –¿Qué estabas haciendo conmigo, cuando tenías una chica a la cual follar, que te seguía a todos lados? De seguro ella aún te está esperando con las piernas abiertas.

Su ceño fruncido se fue lentamente, transformándose en una encantadora sonrisa que era puro encanto juvenil.

– ¿Estás celosa?

Quería golpearlo.

– ¡Por supuesto que no! –ya estaba gritando. Maravilloso.

–Yo creo que sí. –su ceja arqueada me sacó de quicio.

– ¡Ni siquiera te conozco! No realmente.

Su ceño fruncido regresó.

–Yo sí te conozco a ti. –dijo en voz baja.

Bueno, eso fue escalofriante.

– ¿Qué? –pregunté.

–Nada. –respondió rápidamente, demasiado rápidamente.

Puse los ojos en blanco y miré a nuestro alrededor, el pequeño grupo de personas que una vez nos rodeó cuando la chica rubia estaba aquí se había dispersado después de darse cuenta de que no habría derramamiento de sangre.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora