Capitulo 30.

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Casi grité.

Casi. Porque, seamos realistas, ¿quién podría escucharme y venir a ayudar si es que alguien se había metido a mi casa? Exacto, nadie.

El pánico creció rápidamente dentro de mí, seguido de la curiosidad y la confusión.

Me acerqué lentamente a la ventana, y toqué la cortina con un dedo, como si fuera un animal pequeño y rabioso. Después hice lo miso con el seguro. Esta mañana ni siquiera lo había puesto, después de estar luchando un buen rato, simplemente me di por vencida y me alejé, así que, técnicamente, estaba abierta, solamente estaba atascada.

Tragué saliva y saqué la cabeza, esperando ver algo. Alguna sombra, huellas, o algo me dijera que alguien estuvo aquí. Peor no había nada.

Cerré la ventana de golpe, y rápidamente busqué entre todas mis cosas para ver si faltaba algo. Miré en mi escritorio y mi computadora seguía ahí, al igual que mi cámara, ¿qué clase de ladrón no se robaría esas cosas teniendo la oportunidad?

Busqué debajo de la cama y en el baño, esperando encontrar una bomba o algo por el estilo, que estuviese a punto de explotar para que yo no pudiera dar mi testimonio. ¡PUM!

Pero no encontré nada.

Y eso me asustó aún más.

¿Por qué razón alguien entraría a mi habitación y no se llevaría algo de valor?

Miré la ventana fijamente, como si ésta pudiera hablar y me dijera qué sucedió.

Tampoco había pisadas debajo de ella, en el piso. O el ladrón tenía los zapatos muy limpios, o nadie entró.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Idea tras idea se arremolinaba en mi mente, del porqué alguien haría eso, pero ninguna era lo suficientemente bueno, o coherente.

Joder, ¿y tenía qué pasar justo hoy?

Hoy, que me encontré con mi papá, el hombre al que nunca había visto, o conocido, al menos. Y ahora esto. Ya estaba lo suficientemente cansada con todas las emociones en el transcurso del día, ¿era necesario agregar miedo a ellas?

Ahora por su culpa no podré dormir.

Me paré en la esquina de mi habitación, al lado de la puerta, e inspeccioné cada rincón. Todo estaba en su lugar.

Tomé una respiración profunda y corrí al baño. Puse el pestillo a la puerta y miré el espejo de cuerpo completo. Mi rostro estaba pálido, y las manos me temblaban.

Miré alrededor  del pequeño lugar, esperando que alguien saltara y gritara en mi rostro, pero nada pasó. Aún temblando, comencé a quitarme la ropa lentamente, mirando de reojo a la ventanita que se encontraba arriba, pero como estaba muy nerviosa, finalmente la cerré. Tenía miedo de que alguien me estuviera viendo.

Me duché lo más rápido que pude, sin mojarme el cabello, porque ya era tarde y tardaría horas en secarse.

La voz la estaba dormida. Y yo quería estar igual que ella.

Me puse un pantalón de pijama, con corazones de colores en él, y una enorme camisa… Creo que era de Tyler.

Me metí en mi cama a la velocidad de la luz, esperando que alguien me jalara del pie a medio camino, me metiera en un costal y saltara por la ventana, para después venderme.

Nunca pasó.

Minutos, puede que hasta horas después, aún no podía dormir.

No sé si era por la adrenalina de lo de la ventana o por lo que pasó en la tarde, o porque me acababa de duchar, pero estaba dando vuelta en la cama como una salchicha.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora