Epílogo.

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Bajé del auto y cerré la puerta de golpe. Alex salió del otro lado, imitando mi movimiento y siguiéndome hasta la puerta de casa de sus abuelos.

–Sigo sin entender por qué no me lo dijiste, pequeña, pensé que confiabas en mí.

–Confío en ti.

–Pero aún piensas que me iré corriendo.

–Bueno, sólo han pasado seis meses, se necesita más tiempo que ese para sanar un corazón roto, regresar un alma al cuerpo y conseguir el perdón de la chica que supuestamente amas.

– ¡Por favor! –una mano me tomó del brazo y me dio la vuelta. –No empecemos otra vez, Kae, últimamente lo único que hacemos es pelear... y tener sexo de reconciliación en cualquier lugar de la casa, pero eso no importa.

Me crucé de brazos, su mirada cayó inmediatamente a mis senos, al escote que mostraba por la camiseta de tirantes.

–Tú me has estado evitando. –susurré. –Apenas hemos pasado tiempo juntos y vivimos en la misma casa, eso... no entiendo, no te entiendo.

–He estado muy ocupado, cariño.

– ¡Pero si no haces nada! –grité con exasperación. Era de casa al instituto y viceversa, una que otra noche salíamos, pero preferíamos quedarnos a hacer cualquier otra cosa en casa o cenar con John y Rubí, quien estaba a punto de explotar.

–Sólo dime por qué no me lo dijiste. –pateó una piedra distraídamente, pasando las manos por su cabello. –Eso es algo muy importante.

–Sólo... olvídalo. –aparté la mirada y escuché la puerta abrirse a mi espalda. Los ojos de Alex saltaron sobre mi hombro y sonrió un poco, la mirada triste que me lanzó hizo un nudo en mi garganta.

–Ya era hora de que llegaran. –dijo el abuelo.

Me di la vuelta, y la sonrisa que les di no era del todo falsa, sólo cansada.

–Sí, nosotros... tuvimos problemas en el camino.

Le di un codazo a Alex y lo fulminé con la mirada.

"Sólo si con 'problemas' te refieres a sexo en la carretera"

Y una discusión, pero ellos no tenían por qué saber eso.

–Ustedes están bien, así que no preguntaré, mejor entremos, hace calor. –Mariana me sonrió cálidamente. Alex pasó a mi lado, enviándome una mirada que decía que la conversación aún no terminaba.

En realidad, comenzamos a pelear a mitad de camino, en una carretera desierta. La discusión estuvo tan fuerte que Alex se detuvo a media carretera y terminamos haciéndolo en el coche, conmigo a horcajadas en su regazo. Pobre de mí.

–Tienes las mejillas sonrosadas, querida. –dijo Mariana sin borrar la sonrisa, sólo ladeó la cabeza con algo parecido a la ternura.

Me tropecé y trastabillé con mis palabras.

–Es... es el calor. –si mi cara ya tenía color, ahora estaba a punto de explotar.

–No creo que el calor deje el cabello tan desordenado. –enredó su brazo con el mío y comenzó a caminar conmigo hacia los árboles. –Tampoco creo que ponga las camisetas al revés.

Bajé la mirada rápidamente y vi las costuras del cuello y a los costados. Mierda.

–Um, yo... nosotros...

La mirada conocedora en sus ojos me hizo callar.

–Tranquila, ese tipo de calor es el peor.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora