–Tengo hambre.
Allison me miró sobre el borde del libro.
–Pues ve a comer algo. –replicó.
–Pero no hay chocolate. –hice un puchero.
–Entonces come otra cosa.
–Pero yo quiero chocolate.
–Pero no hay.
–Pero yo quiero...
Dejó el libro a un lado de la cama con frustración y me fulminó con la mirada. Le sonreí dulcemente.
–Cállate, Kaelin.
Entrecerré los ojos e hice otro puchero. Mi mejor amiga me miró con el ceño fruncido.
–Vete de aquí y déjame leer. –tomó el libro de nuevo y se recostó en la cama. La sacudí.
–Pero....
– ¡Vete!
Le saqué la lengua y salí de su habitación arrastrando los pies.
– ¡Si tengo una crisis por falta de chocolate o me secuestran, será tu culpa! –grité en dirección a su puerta.
– ¡¿Quién querría secuestrarte?! –gritó de vuelta.
"Auch"
Le saqué la lengua a la puerta y escuché su risa. La de Allison, no de la puerta. Las puertas no pueden reír. ¿O tal vez sí?
Bajé las escaleras rápidamente y fui a la cocina, donde ataqué la alacena en busca del precioso.
Saqueé el refrigerador, la mesa, la alacena, el piso, el microondas, y todo lugar. Pero no encontré mi chocolate. Tenía un compartimiento secreto para guardarlo, ya que había veces que el novio de Alli nos visitaba y ambos robaban. Para cuando terminé de buscar, la cocina era un completo desastre.
"Bueno, ella se acabó el chocolate. Que ella limpie" canturreó la voz.
Estuve de acuerdo con ella.
Tomé las llaves de la casa, mi teléfono y salí para comprar más del precioso, pensando seriamente en esconderlo en mi habitación, aunque se derrita.
Hace un año que nos mudamos juntas. Después de todo el drama con mis "padres" no quise volver, así que una semana después de mi cumpleaños me fui de casa. Ahora vivo con Allison en la casa que era de sus padres. Me gusta pensar que nos necesitamos una a la otra, ya que ninguna de nosotras tiene familia. Pero como tengo qué compartirla con su novio, no la veo tanto como me gustaría.
Con toda la pereza del mundo, caminé las dos calles necesarias para llegar a la pequeña tienda. Entré y busqué con la mirada el lugar de los dulces. Entrecerré los ojos.
Entré en pánico cuando me di cuenta de que no había. Me dejé caer en una pequeña escalera y revolví todos los dulces que había.
–No te escondas –canté. Un señor que iba pasando me miró raro. – ¿Qué? –le pregunté. – ¿Nunca ha visto a una chica hablar con sus dulces?
El pobre hombre negó con la cabeza frenéticamente y huyó.
– ¿Estás bien? –preguntó alguien a mis espaldas.
Me quedé paralizada en mi lugar. No, no podía ser.
Yo conocía esa voz.
Pero no... Seguramente era mi mente loca haciéndome otra de las suyas. Además, su voz debió haber cambiado o algo, pero no...
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Cómeme con chocolate
Teen Fiction¿Qué haces cuando la persona que más quieres te ha dejado sola?