Capitulo 41.

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Mis ojos no podían mantenerse cerrados.

Por más que lo intentaba, no podía dormir. Descansaba unos segundos, pero justo cuando estaba a punto de dormir, me despertaba de un sobresalto.

Joder, qué puto desastre.

La lenta y pesada respiración de Alex golpeaba en mi nuca, moviendo mi cabello y provocando que los vellos de mi cuello se erizaran. Un fuerte brazo se enrollaba alrededor de mi cintura, manteniéndome quieta contra su pecho. Una de sus piernas estaba entre las mías, y mi brazo lastimado se encontraba descansando sobre su estómago.

Mi pierna palpitaba de una manera horrible, pero no quería moverme.

Miré mi reloj en la pared. Apenas eran las tres de la mañana. Después de todo lo que había pasado, esperaba que fuese más tarde, pero estaba equivocada.

Mi muslo ardía. Quemaba en el lugar donde la venda hacía un intento por mantener la sangre y la herida bajo control.

Alex había creído que yo estaba dormida.

Después de que se fuera luego de colocarme la venda, lloré lo suficiente para estar en paz conmigo misma. Quiero decir, tenía un tiempo (y por tiempo me refiero a días) sin llorar por algo que realmente me importara, en este caso, Alex.

Él pensó que yo estaba dormida, pero sólo era que estaba demasiado cómoda entre sus brazos como para hablar de lo que pasó. No tenía ánimos, ni fuerzas para enfrentar el tema.

Y luego volvió, y mi corazón explotó.

Pensé que no regresaría, que haría lo mismo de todas las noches, irse sin despedirse y no hablarme al día siguiente. Pero volvió.

De acuerdo, no me habló, pero me tranquilizaba el saber que se preocupaba un poco por mí.

Intentaba no pensar en las palabras que me dijo antes de dormir.

(...)

No supe cuándo me quedé dormida, sólo sabía que desperté sola en la cama, con una extraña sensación en el pecho.

Y no, no era que me había dormido con el sujetador puesto. Acepto que es verdaderamente incómodo, pero al parecer Alex no tuvo el valor suficiente para quitármelo.

Débil.

Y bueno, yo tenía demasiada flojera.

Independientemente del dolor en mis senos, sentía que algo pasaría. O es que solo estaba paranoica.

"Después de lo de ayer, no me sorprendería"

Rodé sobre mi cama con un gruñido de frustración, esperando que mi teléfono muriera, pero nunca pasó. El aroma de Alex aún estaba impregnado en mi almohada, eso era lo maravilloso de las mañanas. En realidad, era lo único bueno.

Me senté lentamente en la cama y busqué con la mirada mi teléfono. Algo en mi escritorio me llamó la atención. Estiré la mano con desconfianza y lo tomé.

Mi boca se abrió.

*Espero que tu pierna se mejore.

Lo siento, pequeña.*

Un chocolate descansaba sobre la nota.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero intenté detenerlas.

Pequeña.

Recordaba haberle suplicado que no me llamara así. Prometió no volver a hacerlo si volteaba, claramente no le gustó lo que vio.

Ese apodo no me traía buenos recuerdos.

Miré el chocolate a través de las lágrimas y respiré con fuerza. Era uno de mis favoritos.

Cómeme con chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora