–Eres un idiota.
Dejé de mirar fijamente el lugar por donde ella había huido y miré a mi abuelo con una ceja arqueada.
–Eso me han dicho. –respondí.
Ambos miramos al mismo tiempo la puerta.
–En serio, muchacho, ¿cuál es tu jodido problema?
Abrí la boca para decir algo estúpido y desviar el tema, pero mi abuelo me dio una dura mirada y cerré la boca de golpe.
Me pasé las manos por el cabello y gemí interiormente. Sólo sabía que debía alejarla, no me puse a pensar en el efecto que tendrían mis palabras. Tenía lagunas, pequeños recuerdos que flotaban en mi mente, la recordaba a ella en mi auto, pero sólo eso.
–Probablemente esté en su casa, llorando.
Sentí mi estómago caer y el sentimiento de culpa me golpeó de lleno. Odiaba verla llorar, y más si era por mi culpa. Simplemente no podía ver ese hermoso rostro lleno de lágrimas y una mirada de decepción, ya estaba cansado de lo mismo.
–Hice lo que tenía que hacer. –dije después de un momento.
–Oh, ¿en serio? ¿Y para eso debías recordarle que no tiene familia?
Ahora no sólo mi estómago estaba en el piso. El nudo en mi garganta no me dejaba respirar.
–No te entiendo, muchacho. Puedes ser un completo imbécil cuando te lo propones, y un idiota por naturaleza, sin contar que eres estúpido de nacimiento, pero nunca pensé que serías un cruel bastardo hijo de puta.
– ¡Gabe! –gritó mi abuela, quien salía del baño intentando secarse las lágrimas. Apreté los las manos en puños hasta que mis nudillos estuvieron blancos.
–Lo siento, Mariana. Pero sabes que tengo razón.
Mi abuela se quedó callada y caminó en silencio hasta donde yo me encontraba, aún mirando fijamente la puerta, por donde ella se había ido corriendo, intentando huir y alejarse de mis horribles palabras.
Palabras que no eran ciertas, y de las cuales me arrepentía profundamente, al iguales que muchas otras.
–Alexander. –tomó mis manos. – ¿Qué te está pasando, hijo?
–Nada.
Mi abuelo gruñó con frustración.
–Bien, no nos digas, pero irás a disculparte con ella. –espetó.
Lo miré como si estuviera loco.
–Sí, eso no pasará.
–Alex, siempre fuiste un poco torpe con las chicas, no entiendo por qué eres tan grosero con Kaelin. –dijo mi abuela suavemente.
–No hay nada que entender.
Ella se puso las manos en las caderas y me miró con furia. Retrocedí instintivamente.
–Entonces será mejor que malditamente digas por qué la trataste tan mal. Ella no ha hecho nada más que hacer lo que le pedí, no tenías por qué interferir. Eres un completo...
– Ya entendí. Soy despreciable, lo capto.
Mi abuela me miró fijamente y pude ver las lágrimas acumularse nuevamente en sus ojos. Me mordí el interior de la mejilla para evitar que el nudo en mi garganta avanzara, pero fue inútil.
–Alex...
Abracé a mi abuela al mismo tiempo que tomaba una respiración profunda. Ella me estrechó entre sus brazos y suspiró temblorosamente. Mi corazón se estrujó. Ella siempre me perdonaba, sin importar lo que hiciera, siempre podría contar con ella. Mi abuelo era un hueso duro de roer.
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Cómeme con chocolate
Teen Fiction¿Qué haces cuando la persona que más quieres te ha dejado sola?