Inquietud.

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Estar en el instituto se sentía diferente, como en el primer día: con miedo y unas terribles ganas de vomitar pero ahora no era por ser la nueva sino por toparme con aquel chico mega popular por quién aún sentía cosas pero que había decidido hacerse un lado.

Porque se lo pedimos, Jo.

Sí. Eso hicimos.

Mi estómago se revolvía de inquietud, ahora más que nunca no quería ver a nadie que me recordara a Shawn. Mis pasos eran lentos, revisando a las personas que recorrían el vestíbulo y después, el recinto de coordinación.

Luego noté lo extraña que debía de verme viendo a las personas pasar con cara de ser una espía secreta.

Me recompuse, caminando con normalidad. Un pequeña y femenina tos hizo que me girara: la Srta Anne.

— Oh, buenos días Srta Anne—¿Se estaría preguntando por qué actuaba así?

— Buenos días, Jo. ¿Cómo te encuentras?—su delicada voz combinaba con su vestido formal color rosado.

— Sí, mejor—no sabía cuántas veces había dicho lo mismo— Ya no me duele nada.

— Me alegra oír eso, Jo. Quiero que sepas que si tus padres desean venir para hablar con Elijah, están en todo el derecho—pronuncio con mucha profesionalidad, ya no era solo la Srta Anne sino la Subdirectora Anne— Nos tomamos con mucha seriedad cualquier tipo de accidente, y las preocupaciones que pueden ocasionar.

— Srta Anne, no se preocupe. Me encuentro perfectamente pero le diré a mis padres. Ellos saben que los accidentes ocurren, me tocó a mí en esta ocasión—si fuera un simple accidente.

— Vale, Josephine. Si tienes alguna duda o una necesidad, por favor búscame. Queremos ser un apoyo para los alumnos, especialmente los nuevos ingresos y sin duda, alguien en quien tú puedas confiar.

— Gracias Srta Anne.

— Ten un buen día, Josephine—me despedí recorriendo el camino de las semanas pasadas.

No me detuve hasta que llegué a la clase del Sr Vince, aún no habían llegado todos los alumnos. El salón estaba parcialmente lleno.

El profesor me llamó cuando iba a sentarme.

— Buenos días, profesor.

— Buenos días, Josephine. ¿Cómo estás... de la mano?—lo dijo con cierta incomodidad, como si no estuviera acostumbrado a mostrarse tan interesado en sus alumnos.

— Estoy recuperada, yo... Me siento excelente.

— Que bueno. Supongo que no fuiste al taller de matemáticas...

— De hecho sí. Llegué temprano, me gustó bastante y entendí todo por completo. Ayer estuve resolviendo parte de los ejercicios que el profesor nos indicó—él no esperaba que yo le dijera eso.

¿Por qué? Ni me conoce pero espera lo peor o lo más decepcionante de mí.

— Es gratificante ver qué no me equivoqué en incluirte entre mi mejor grupo. Debes saber que solo los mejores en matemáticas van a los talleres especiales, por lo que se espera solo lo impecable de ellos—y sus ojos se afincaron en el adjetivo.

— Sí—estuve de acuerdo— Estoy feliz de que haya notado mi potencial—y yo afinqué mis cejas en la última palabra.

— Espero sigas mejorandote de la mano—y con eso sacó un cuaderno lleno de ejercicios, prácticamente invitando a mover mi trasero de ida al asiento.

Saqué una hoja donde había copiado los primeros dos problemas, había resuelto uno y el otro solo tenía los datos copiados pero había escrito el procedimiento. Antes de que empezara la clase y el salón se llenara, empecé a resolver el ejercicio.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora