Pequeña conexión.

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— ¿Por qué dijiste eso?—no aguanté a que llegáramos al ascensor para preguntarle o mejor dicho, exigirle.

— Sí, pensé que era solo una amiga—Eunice dejó de brindarme su frialdad para pasársela a su hermano.

— Era una broma.

— Cuando se enteren, tendrás problemas—sus padres, se refería a sus padres.

— Acabas de meterme en un problema.

El ascensor abrió sus puertas, Eunice salió de primera— Es bueno que lo sepas.

Iba a seguirla, hacer una salida igual de dramática. Que Edrian notase la tontería que acababa de cometer pero el me impidió salir.

— ¡Oye!

— No te enojes, se que acabo de joderlo pero... Quería hacerlo.

— ¿Hacer qué?

— Decir que eras mi novia.

Si esperaba que me derritiera estaba equivocado.

— Eso es totalmente estúpido. No puedes decir eso. ¿Qué dirán tus padres? Ellos ni siquiera me conocen y de repente oirán que trajiste a tu novia a su empresa.

— Pensé que lo encontrarias divertido.

Chicos, todo era diversión para ellos. Si tan solo pensaran las cosas con cabeza fría.

— No hay nada divertido en crear rumores falsos sobre alguien.

Salí aprovechando que las puertas se cerraban, si Edrian salió o no, dejó de interesarme. ¿Cómo podía ser tan relajado?

Tan despreocupado. Quería golpearlo.

No entendía a donde dirigirme.

— ¿No eres la novia de mi hermano?— Eunice estaba sentada en unos sillones negros. Su bolso estaba a su lado y ella mantenía su expresión sería.

Se sincera. No es tu culpa.

— No, apenas conozco a tu hermano hace casi una semana y media.

— ¿Qué hacían en la casa antes de buscarme?

— Prácticamos para una actividad de música, nos tocó juntos y decidimos que yo iría a su casa.

Me sentía un poco tonta respondiendo a las preguntas de una chiquilla, pero hablábamos de su único hermano. Entendía los celos y lo que no quería era que me viera como una enemiga o competencia, sobre todo porque entre su hermano y yo no había absolutamente nada.

— ¿Por qué diría algo así?

Las palabras se me resbalaron— No sé, está loco.

Esperaba que ella saltará a defender a su hermano, que dijera que saliera de la compañía de sus padres pero en cambio se rió. Y su rostro se pareció al de Edrian.

— Si lo está. Si quieres siéntate aquí—y señaló al lado.

Bueno, avanzamos poco a poco. Aunque sea creé una pequeña conexión con Eunice.

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— ¿Y desde cuándo tocas?

— Desde los seis, mis padres me llevaron a un recital y me gustó el chico que tocaba el chelo. Y el chelo.

La diversión afloró a medida que hablábamos, para ser una pequeña de solo doce años que al principio pareció muy seria tenía su verdadera personalidad escondida.

— ¿Solo tocas el chelo o... Te gusta algun otro instrumento?

— Me gusta el piano pero puedo tocar la guitarra y el ukelele.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora