Cambio y advertencia.

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— ¿Y dime? ¿Besaste un chico lindo?—la imagen de mi tía Lorena me alzó una ceja— ¿O al menos a un chico?

Si tía, y ayer volví a besarlo hasta que me ardieron los labios. En cambio, solo dije— No, tía. Pero baile con mis amigas, fue tranquilo.

— Hum, ¿Nadie vómito?—negué— ¿Ningún borracho—repetí la acción— Creo que fuiste a la fiesta más aburrida de la ciudad.

— Tía—la reñí y ella como siempre, se rió de mí.

— Te tomo el pelo cariño aunque una fiesta sin alguna pareja pasados de cariñosos o una broma no es la gran fiesta—si supieras tía— Me alegra que te hayas divertido—luego preguntó algo que me sorprendió— ¿Cuando es la próxima?

— Tía apenas es la segunda semana de clases.

— A tu edad y en ese momento, yo habría ido como a tres. Así se empieza bien la semana.

— Lo que digas. ¿Cuando me llamarán Gio y Val?

— Hablé con ellos encanto, dicen que te mandarán un mensaje cuando te conectes.

— Cargaré el teléfono. Tía, debo irme ya empiezo las clases. Ti amo.

—Ti amo, bella—me lanzó un beso y luego en la pantalla se leyó: llamada desconectada.

Iba a guardar mi teléfono cuando alguien tocó mi hombro, me giré pero no había nadie. Mis dedos dejaron de sentir mi carcaza.

— Oye—tuve a Edrian con su sonrisa de surfista rico invadiendo mi espacio personal— Eh, hola Edrian.

— ¿Qué clase te toca?—pasé desapercibido que no respondió a mi saludo. No debe ser personal. Me alejé con sigilo unos cuantos centímetros.

— Español—si no compartíamos clase, su rostro no delató nada.

— Me toca alemán, estamos cerca. Ven conmigo— el empezó a caminar señalando su lado.

— El metro...

— Luego te darás cuenta que ciertas personas pueden pasar sobre las reglas—¿Me estaba diciendo que el podía hacerlo?

— No quiero pasar sobre las reglas.

— No lo haremos pero ven conmigo—el se alejó, dándome el metro que quería. Me situe en el lugar y fuimos caminando entre los alumnos que sacaban cosas de sus casilleros.

— ¿No estudias español?

— Ya sé hablar español—eso si era una sorpresa.

— ¿Cómo? Tu familia...

— No, no. Mi familia es originaria de Europa pero papá dice que siempre que necesites algo, debes adecuarte a ello. No al revés—el se amarró su mochila al hombro—Si quieres helado, buscas una heladería. Si quieres cerrar un contrato de nueve ceros con mexicanos ricos, debes hablar español.

— No necesariamente.

— Si quieres crear conexión, sí. Las personas bajan la guardia cuando se sienten en confianza. Si unos americanos vienen a cerrar un trato en Noruega y te hablaran en noruego. ¿No te sentirías alagado? Están aprendiendo parte de tu cultura. Te toman en cuenta, no solo llegan a tu país y pretenden que tú hables su idioma.

Estratégico. Y elaborado.

— Tu padre es un hombre sabio.

— Dime algo que no sepa—y lo hice.

— También hablo español.

— Lo sabía—no tuve que decirle cuando el me detallo como una gema bajo la lupa.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora