Presión conocida.

1K 131 22
                                    

Narrador omnisciente.

Shawn observaba detenidamente la repisa destinada a la pasta, sus ojos escrutaban cada empaque, bolsa y lata tratando de evitar dejar un lugar sin investigar.

Frustrado resopló y miró hacia arriba específicamente hacia los carteles que identificaban cada pasillo del supermercado donde había decidido comprar la comida necesaria para sobrevivir un mes sin sus padres.

La situación era delicada y su humor que bajaba como la temperatura en Rusia no mejoraba nada.

Desde pequeño Shawn había mostrado ser un niño saludable, al cual sus padres alimentaban sanamente desde que había dejado la leche materna, la cual no fue tarea fácil debido a que Shawn siempre estaba con su madre, sin importar a dónde fuera, el estaba pegado a ella y a su pecho también.

Al ser en ese momento el único hijo de su familia, era sumamente difícil que la Sra. Harries no le diera lo que quería, sobretodo cuando la miraba con esos ojos, arrugando su carita, apretando su pequeña y rosada boca.

Finalmente después de mucho trabajo y llantos desgarradores, a los 3 años el ya no tan pequeño y único Shawn le cedió su alimento preferido a su último hermano: Sebastian.

Isaac no opuso resistencia, al fin y al cabo muy pocas veces aceptó la leche que su madre le ofrecía, ya que extrañamente prefería la fórmula.

Pero un día en que su madre olvidó hacer las compras e improviso un almuerzo rápido, el mayor de sus hijos encontró por segunda vez en su corta vida, su alimento favorito.

Con un sobre de granos blancos, pasta y un pedazo de chuleta; la Sra Harries preparó el almuerzo y desde esa tarde esos tres ingredientes eran los primeros que se buscaban a la hora de hacer las compras.

Al ser su madre quien compraba los alimentos, su hijo mayor no sabía a ciencia cierta que llevar y cuánto de ello era suficiente.

Shawn estaba impacientándose por no poder encontrar su tan ansiada pasta, porque no era cualquiera la que buscaba sino la de la marca Millicent  Fray's que contaba con un tipo en singular que tenían forma de estrellas de colores rojo, verde y amarillo; los cuales según el castaño le daban un sabor único a su comida predilecta.

Decidido a encontrar su pasta en forma de estrellas, salió del pasillo rumbo al carrito que había agarrado apenas entró al supermercado, para su desgracia en la sección de congelados había dos pero ninguno estaba como Shawn lo había dejado al principio, cuando estando de buen humor fue a buscar los ingredientes para cocinar su plato, es decir, completamente vacío.

Uno estaba lleno hasta el tope, había adentro de él desde carnes hasta galletas; también rebosante de frutas y enlatados.

El otro tenía unas compras que desde lejos se veían eran rápidas, con una bandeja de jamón, otra de queso, unos panes y carnes de hamburguesas, y un refresco de dos litros.

Confundido Shawn se acercó al último, con el ceño fruncido se quedó procesando el hecho de que seguramente ese era su carrito y al estar vacío alguien lo vino a ocupar.

Cuando tomó entre sus manos la bandeja de queso, sintió un jalón en su pantalón y al bajar su mirada se topo con unos ojitos cafés que lo veían curiosamente.

— ¿Te vas a llevar ese queso? —preguntó la niña observando a Shawn.

— No, disculpa solo estaba viendo la marca —aclaró él nervioso debido a que la pequeña seguía viéndolo.

— Si lo quieres puedes llevártelo, el queso sabe asqueroso y no lo quiero en mi hamburguesa —arrugó la cara haciendo una mueca de asco.

— Que amable de tu parte bonita pero... ¿Por qué no dices que no te gusta y ya?

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora