Traidor.

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— Josephine, solo repetiré esto una vez más... ¿Por qué tienes la mano vendada?

Volví a responderle a mi padre por quinta vez desde que llegó— Porque me mordió una araña.

— Ahora... ¿Cómo coño te mordió una araña?

— Yo iba a agarrar mi bolso y ella estaba ahí, y vio mi apetitosa mano y me mordió —diciéndolo así sonaba sencillo pero eso no quitaba lo traumante del camino a la enfermería— Eso fue lo que pasó.

— ¿Cómo fue a parar una araña en tu bolso? ¡Estabas en clase!—no podía tomar en serio a mi papá preocupado cuando veía su cola de caballo— ¿De qué te estás riendo?

— De nada—mi padre cruzó sus fuertes brazos, reflejando molestia— Ay papá, no sé cómo llegó la araña al armario pero no debes preocuparte, no he Sido la única a la que han picado. Tienen hasta el remedio contra el veneno.

— ¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor? ¡No me importan las demás, me importas tú! Pareces una drogadicta—detrás de papá aparecieron las manos de mamá, lo tomó del brazo e hizo que bajara a su altura.

— Cariño, lo importante es que Josephine está recuperándose. Mírala, está feliz.

— Son los efectos de la pastilla: no está feliz, solo sedada—ambos me observaron, y me hicieron sonreírles— Muy sedada, será mejor que vayas a dormir antes de que te golpees.

Mi papá me levantó de la silla cuidando no tocarme la mano— ¡Pero yo dormí! Mucho... Yo duermo mucho, no quiero dormir, quiero...

— ¿Quieres?—mamá estaba delante de mi, ayudándome a subir las escaleras.

— Dormir. Suena excelente, justo lo que necesito.

— Sedada—escuché susurrar.

Entramos a mi cuarto, mis papás me llevaron a la cama. Alguno de los dos me quitó los zapatos, y me arroparon con mi sábana.

Recibí dos besos en mi frente— Descansa cariño.

—Mañana iré a la Universidad.

— Estás sedada, duérmete de una vez.

Hice caso.

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Logré llegar a la Universidad, fue difícil ya que mi papá no deseaba que saliera con mi mamo así, pero lo terminé convenciendo al permitirle llevarme.

Y posiblemente le mentí diciendo que había llamado a nuestro chófer para que me pasará buscando de regreso a casa.

Mentira blanca.

El recinto era grande pero no tanto como el Roosevelt, mantenía ese mismo aire sofisticado y perfume caro en los pasillos.

Pasé casi 20 minutos tratando de entrar: me pidieron cédula, nombre, fecha de mi llegada al Roosevelt, y pare de contar. Logré pasar y aún tenía unos minutos para llegar al salón A-18.

No me perdí gracias a los folletos que me dieron en la entrada, sobre la Universidad, la Élite y cosas relacionadas.

Llegue rápido al salón detrás de un grupo numeroso de chicos con chaquetas caras, ellos hablaban y reían.

El salón era como un gran foro, había como cien puestos. ¿Tantas personas venían aquí?

¿A tantas personas le gustaban las matemáticas?

Me senté arriba y a la derecha, poco a poco más chicos llegaron. Me había equivocado, unos tres minutos antes de que llegara el profesor solo habían unas cincuenta personas dentro.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora