El deporte nunca fue algo en lo que destacará, en general evitaba a cualquier costa meterme en actividades que lo implicaran.
Al iniciar la clase era la primera en llegar y la primera en salir, mi escuela también estaba consciente de que yo no les serviría para representar en ese ámbito.
Lo gracioso es que a la mayoría de mis compañeros les causaba mucha gracia que fuera tan buena para cálculos matemáticos y apestara en algo tan poco complicado como el voleibol o el fútbol.
A veces pensaba en la cara de decepción de mi profesor cuando se dió cuenta que mi altura no le serviría para tenerme en basquetbol, eso era todo lo que podía aportar: mi metro setenta y ocho.
Del resto, mi combinación manos y pies era nula, lo sigue siendo. Nunca pude mantener mi atención en la pelota, a los pocos segundos de empezar divagaba sobre los posibles accidentes que podrían ocurrir y como si hubiera Sido adivina en otra vida, terminaba lastimada.
No sé que era lo que más me molestaba, lo tonta que era como para no poder moverme con facilidad y evitar la pelota o que mis compañeros se aprovechaban para descartarme de primero dándome unos golpes “accidentales" con la pelota.
Por lo que cuando llegó el miércoles, tuve que ponerme mi uniforme, empacar mi short en el bolso y preparar un envase lleno de agua.
Aquí vamos, educación física.
Las cosas saldrán bien. Saldrán bien, ten confianza.
Esperaba que la clase fuera solo charla sobre lo que íbamos a ver, no podía evitarlo por tanto tiempo pero al menos solo lo haría cuando iniciaramos las actividades, es decir, no hoy.
La primera clase fue español, pero pensé que vería otro idioma, como japonés o ruso, ya sabía varios pero no podía librarme de ver materias, solo reemplazarlas por otras.
Así que entre, me encontré con Diana. Estaba distraída con sus audífonos, esa vez el cabello lo traía suelto. Una hermosa cabellera rubia que podría haber Sido blanca.
— Hola—ella me vio, se quitó los audífonos y, sorprendentemente, me dió uno.
Era una de las canciones de ayer, me gustó mucho más, creo que solo haberla escuchado una vez hizo que me interesara, repetirla me hizo notar unos que otros detalles en la melodía.
La profesora, llamada María llegó. Era latina, no llegaría ni a los 35. Al hablar, cargaba un acento neutro, no sabía con seguridad de dónde era.
Diana hablaba hermoso, con suavidad y lentitud para evitar equivocarse, incluso la pronunciación de la “r" le salía bien.
Después de practicar saludos, reconocer insultos y realizar trabalenguas en poco tiempo, se terminó la primera clase.
No ví a Shawn ni a ninguno de su grupo, en cambio si saludé a las gemelas que iban en dirección a la cafetería. Diana y yo regresamos al mismo lugar de ayer hasta que sonó el timbre y quedamos llenas de nuestra comida.
De camino a la cancha regresó mi malestar en el estómago, solo quería que no hiciéramos deporte.
¿Estaba pidiendo mucho?
Si, sabiendo que la clase trata básicamente de hacer deporte.
Tardamos unos 10 minutos en llegar, tuvimos que dar la vuelta al instituto, dejamos atrás varios establecimientos que Diana me dijo eran la piscina, la cancha de fútbol y rugby, luego la sección de polo con unas caballerizas.
— Esos caballos viven mejor que la mitad de la población—le creí, se veía en las mejores condiciones su lugar de descanso.
— Todos aquí.
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Queremos que nos quieras, Jo.
Teen FictionJosephine Livingston (llamada Jo para los cercanos) tiene una misión muy importante en sus manos: Graduarse del Instituto Roosevelt y no morir en el intento por una crisis nerviosa. Para eso debe seguir estos sencillos pasos: • No llamar la atención...